sábado, 31 de mayo de 2014

Al pasado "montado en guagua".

En mi archivito personal busco: ¿cómo eran los conductores de  auto en la isla?  Recurrí a mi memoria ante la siguiente pregunta: ¿Conducir allá era como en Dominicana que en línea general la persona tranquila y sumisa se convierte detrás del volante en un “rompe hielo”, ¡quítese del medio, aquí voy yo!?  Yo añadí como comentario personal: en el supermercado por igual, te apabullan si es necesario, te tumban si es necesario, te atropellan si es necesario,  como si las habichuelas se estuviesen quemando en la cocina dejada prendida.

Me quedé en silencio  por un rato. Tuve que pensar  antes de responder y dije “NO SE” porque mi experiencia en La Habana es que no hacía falta tener un  automóvil, el servicio de autobuses era suficientemente bueno, continuo, preciso en el tiempo, puntual,  desalojado, limpio, bien cuidado dentro y por fuera que no había por qué pensar en tener un  auto. Añadí, es como tener un automóvil en Nueva York, la ciudad,  ¿para qué?

Cuando se salía de noche y ya el trasporte público prácticamente era nulo, entonces entraban a funcionar las piqueras o taxis. Muchas personas por mi barrio  tenían auto  para cuando se transportaban  fuera de la ciudad,  a las fincas, casas de playa en Tarara, hacia Varadero, pero dentro de la ciudad, no.

El servicio de transporte a las escuelas era igual de bueno, a domicilio, hasta la puerta. Eran autobuses de la escuela para uso exclusivo  escolar.

Al menos esa es mi experiencia en la intersección de la 41 o Avenida Columbia, ese nombre era porque terminaba  en la Fortaleza Columbia, y  con la  42, la cual  ésta ultima moría  en La Copa de Miramar, hoy “Playa”.  41 y 42 es la  esquina,  en el Reparto Kohly, algunos decían Altos de  Almendares, en Marianao, parte de la ciudad de La Habana, Hoy diríamos, de la Gran Habana.

Por cierto, algo que aprendí hace poco es que el nombre de la ciudad de La Habana tiene el artículo determinado “la” como parte de su nombre. Si buscas algo en la red y pones Habana solamente, no aparece nada, pero si pones LA Habana todo fluye.

En una época hubo “tranvías”, pasaban por la esquina de casa, sobre  sus rieles y tomaban la corriente eléctrica como energía, si mal no recuerdo en 23 con la 12 se intercambiaban, quizás por eso más tarde esa misma intersección era la que se usaba para las transferencias de una guagua a otra. Para los años  57 pienso que ya no había tranvías en la ciudad, menos aun  teniendo como vía principal la 23.   

Cuando en el 64 al finalizar el “high school” fui a la ciudad de Chicago a ver a mis padres, me llamó la atención de verlos nuevamente por ”Oak Park”, ya iban en desuso,  quedando poco a poco solo los trenes elevados, no “subways”,  que iban al “Loop” o “downtown”.

Luego los volví a ver en San Francisco con sus calles empinadas, las cuales aparecen en todas la películas filmadas en la  ciudad, pero los tranvías  que realmente quedan con un grato recuerdo en mis adentros  son los  de la ciudad de “New Orleans”,  transitando  por calles de casas de un ayer muy ayer,  de otra edad;  en medio de ambas vías  una zona verde bien amplia, cuidada, con sus grandes árboles. Me  daba la sensación de  estar paseando por las calles del reparto Kohly,  pero en Luisiana.  Esa es una experiencia del espíritu.

Volviendo a LA Habana, los autobuses eran de dos compañías;  una de una cooperativa (la COA) con sus guaguas verdes y amarillas,  y la otra de una empresa privada (Autobuses Modernos),  y los vehículos  eran blancos, grandes,  con aire acondicionado;  les llamábamos o les decíamos “las enfermeras”, por su color blanco impecable, marca Leyland.

Por cierto, nosotros le decimos guagua a los autobuses porque la compañía estadounidense que las vendía en la isla para aquel entonces,   era la “Wa and Wa Co. Inc.” (Washington, Walton and Company Incorporated), = Wa Wa = gua gua.

En las guaguas de la cooperativa quizás te podía tocar ir de pie, en las enfermeras no, solo tomaban los pasajeros que pudiesen sentarse. Uno entraba por la puerta delantera y salía siempre por rasera, una persona recibía el dinero, pero aquí  me confundo si era como en Miami que el chofer cobraba, o había alguien que lo hacia e incluso te ponchaba el papel de las transferencias.

Un cordón-alambre  por encima de las ventanas servían al  accionarlo para avisar tu intención de bajarte en la próxima parada fija y el autobús se detenía en ella, normalmente las paradas eran al final de la calle, frente al semáforo.

Tenían horas, y  minutos fijos para cada autobús cruzar por un sitio;  eran revisados periódicamente por un inspector que  firmaba y sellaba una planilla al chofer con el reloj automático llevado en la cintura. El inspector usaba una de las paradas fijas para estos fines, nunca la misma.

Las rutas de la cooperativa eran con números, recuerdo la 28 y la 22 como las más usadas por nosotros, pero las blancas eran con letra y numero, la L1 y la L2 son las que vienen al frente de mi recuerdo.

Los sábados al salir con mi padre, pues tomábamos el ómnibus y si era necesario, hacíamos cambios en la 12 y 23 para luego ir a otra zona de la ciudad. Cerca,  en 23 y 10 estaba el “Ten Cent”.  Entiendo que la 23 y 12 en el Vedado,  era un gran cuatro esquinas con flores hacia el cementerio cercano,  cafeterías con ricos  sándwiches cubanos y media noche. Los pastelitos o turcos como se dice por acá, eran en la calle Obispo, no se por que pensé ahora en los pastelitos de cangrejo o  de guayaba, debo tener deseos de comerlos que surgen tan por su cuenta.

No, no teníamos obligación de  tener vehiculo antes de los inicios de los 60’s para trasladarnos al trabajo, al cine o de compras. Aunque siempre teníamos la piquera de Manuel para cualquier eventualidad o emergencia. Ya luego no sé, Salí, me fui o me fueron.

La avenida 41 nos llevaba hasta la Ciudad Militar o Fortaleza Columbia, donde ya en la revolución se realizó una jornada patriótica a la cual asistí y el sol hizo de mi lo que quiso; nos llevaba hacia el Instituto de Marianao,  donde me examiné de 8vo para ingresar al bachillerato; hacia el cine donde iba con Nino y mi hermana, yo de chaperón;  hacia Tropicana donde solo pude ir  30 años después por razones de edad, hacia el Colegio de Belén, donde iba a las actividades festivas y a dar clases  en la noche  a los obreros; hacia el Studium de la Tropical donde iba a hacer campo y pista, pues auque no lo crean, en aquel tiempo yo y mi delgadez éramos  muy buenos corriendo en campo corto, aunque  nunca pude hacer saltar y correr, solo correr. A grandes distancias no era tan bueno. La  41 nos llevaba  hacia el río Almendares y su puente, así como  a la estación de policía el cual  fue demolido  en los inicios del triunfo de la revolución para convertirlo  en un parque  de recreo olvidando la época de torturas, y justo ahí se convertía en la 23 hasta llegar a La Rampa, la CMQ,  y al Malecón.

No, no hacia falta vehiculo. Al menos en mi familia nos manejamos sin su necesidad, de hecho mi padre tuvo auto y decidió quedarse sin él, ¿para qué? Yo diría que los de la ciudad manejaban bien, al paso, respetando las luces y las leyes de tránsito, al menos lo que yo he podido recordar es eso, o solo a Manuel el de la piquera conduciendo.  No sé, ya hay cosas que se diluyen, están doblando la esquina del olvido, hacia el olvido.


Nota: Agradezco a Adam, a Lucie y a Pat por hacerme volver al pasado “montado en guagua”.

sábado, 17 de mayo de 2014

El D R E

Si hay cosas que  hecho en mi vida o he sido parte de ellas,  esta quizás es de  las que no me arrepiento haber vivido y reconozco desde el hoy hacia el ayer, que realmente  marcó mi rumbo futuro;  en un  inicio  fue en la isla y más tarde en el exilio al sur de La Florida.

En la isla.

En 1960, en una fecha posterior a la explosión en la bahía de La Habana del barco francés La Coubre, mi amigo inseparable de aquel entonces y unos dos años mayor en edad, Luis Iglesias Alonso, quien  estudiaba en el colegio Belén y hoy reside  en España ejerciendo  como doctor en medicina,  fue quien un día sin más me cuestionó  si quería ser parte del Directorio Revolucionario Estudiantil, grupo de estudiantes en contra del giro que la revolución estaba tomando.

Al contestarle afirmativamente pasé a ser el delegado estudiantil en mi colegio, The Phillip´s School en el reparto  Kohly, Municipio de Marianao, provincia de La Habana. Tenía en ese momento 13 años de edad. Y si, por supuesto, mis padres no sabían nada de lo que yo había decidido;  a veces pensamos que sabemos todo de nuestros hijos, pero no es así.

¿Qué hacíamos?, bueno, muy poco. Vendíamos bonos. Nucleábamos a otros como parte de la célula. Otro compañero cuyo nombre no recuerdo que vivía en La Sierra y no era de mi núcleo,   nos habló de darnos unas armas que nunca llegaron. Cuando se trató de hacer una huelga estudiantil en aquellas fechas, nosotros en nuestro colegio no la apoyamos, pues entendíamos que al ser el colegio americano iba a haber la excusa para intervenirlo y clausularlo. Incluso  hice una carta a la dirección para que supiesen que nosotros “defenderíamos” el colegio. Ahí se ve nuestra inmadurez e ingenuidad. Una vez, ya  en Miami,  Albor Ruiz me echó en cara este hecho, de no haber  participado en la huelga programada, nunca hasta ese momento, había pensado  que el Phillip´s era monitoreado tan de cerca por la organización.  Hoy día, me doy cuenta de que no era monitoreado por los universitarios, sino por las propias autoridades de la isla y que éstos me dejaron tranquilo por alguna razón que en el fondo hoy agradezco.

Justo antes de la invasión de Bahía de Cochinos, llamaron a mi casa para que fuese a un sitio a reunirme en la tarde, pero mi madre, quien fue la que recibió la llamada,  nunca me lo dijo, sino hasta ya estar en el exilio. Ese día tomaron preso a los pocos que conocía de vista o de oído incluyendo el que prometió las armas, mas no así a mi amigo Luis. Bueno, yo era delegado, él no, quizás por eso él no supo de la llamada tampoco, en cambio él sabia que el joven del barrio  La Sierra estaba detenido en el Palacio de los Deportes junto a muchos otros. Salieron en televisión las fílmicas de  los detenidos.

La invasión vino con su fracaso y victoria revolucionaria, el primero de mayo del 61 se declaran marxista leninistas y anuncian que todas las escuelas pasarían al estado y por ende vino al otro día  el proceso de intervención de las escuelas. Yo fui, estuve presente en la intervención, inocentemente pensando en ayudar a que no fuese fatal. Un día en Miami por el “downtown” me encontré caminando con la directora del área de español, Doña Luisa y su esposo,  quienes andaban tomados de las manos uno con el otro, ellos bastante mayores en edad; nos saludamos, hablamos, reconocieron mi intención, me dieron un abrazo y las gracias por el ayer. No he vuelto  a saber de ellos.  Ya  para el tiempo de  la invasión, la toma de los colegios y mi “chocar” con la directora y su esposo  en el centro de la ciudad, había cumplido los  catorce años de edad.

Cuando comparo los catorce de ahora con los míos, hay tanto trecho, o quizás realmente no lo hay y es simplemente  problema de perspectiva, pero somos mundos tan distintos, vivencias tan disímiles que nos hace reaccionar de formas muy, pero muy distintas.

En el exilio.

Mis padres nos sacaron de Cuba un 26 de mayo del 1961 por PanAm hacia Miami, un día después de que llegasen a esa ciudad los curas y las monjas, todos con sus sotanas; coincidencialmente vivíamos en hoteles uno al lado del otro en el “downtown”. Mi hermana y yo en el hotel America, y ellos en el Everglades.

En el exilio, mi amigo Luis que aún permanecía  en Cuba para se entonces,  me propuso en una carta que enviase el  visitar y ver al P. Luis Ripoll sj el cual estaba enfermo y así hice. Esa visita provocó que me diesen la posibilidad de estudiar en Belén de Miami ese mismo año.  El Padre Felipe Arrroyo sj me examinó oralmente y me entró sin más. Así de simple entré como becado  a Belén ese año académico al 10mo.grado. Esto me llevó a conocer mas tarde a Ricardo Rubiales Ros quien también terminό su “high school” en Belén. Ahora me hago consciente  de que con mi presencia pasė a ser cofundador del Colegio de Belén en Miami  en un piso alto de las instalaciones de la iglesia del Gesú  del “downtown”. Tres años más tarde, en 1964,  me graduaría dentro de esa Iglesia donde el obispo de la ciudad  nos daría la acreditación y de paso,  mi foto recibiendo el diploma de manos del prelado, la única, fue publicada  en el Miami Herald.  Al siguiente año nos pasaron a la calle 8 del SW con 10 avenidas,  si no me equivoco, y ya para entonces nos llamábamos “Jesuit Preparatory School”, aunque todos seguían diciendo, Belén.

Yo empecé a trabajar con la JEC, Juventud Estudiantil Católica, a nivel de ciudad, era su presidente, en la isla ya había estado en la JAC, Juventud Acción Católica. Pienso que eso  provocó quizás, que  se fijaran en mi y no recuerdo si Ricardín o alguien más me dijo que si quería entrar al DRE y como ya yo había estado en  el Directorio en La Habana de manera incipiente dije que sí de una vez. El Directorio me acaparó totalmente y pronto dejé la dirigencia de la JEC en Miami. El DRE era otra cosa.

Una tarde Ricardín fue a mi casa de la 10 avenida del SW y me propuso ser Tesorero de la PRE (preuniversitaria) y pasé a ser parte de la directiva, él ya era Secretario de Organización.  En ese momento yo tenía 15 años. 

Cuando Ricardín fue a estudiar a Washington lo sustituí en su cargo, ya yo tenia  16 años cumplidos  Estuve dirigiendo hasta el verano del 64 en que me gradué de “high school” a los 17 años y vine para Manresa Loyola, en Haina,  República Dominicana.

¿Qué hacíamos en la PRE?

Nuestro contacto inmediato  era Ernesto Fernández Travieso. Juan Manuel Salvat, el Gordo Salvat,  nos daba la vuelta a cada rato. El dirigente máximo en ese momento  lo era Luis Fernández Rocha.

La Casa Central estaba en Coral Way y la 3ra, nosotros los de la PRE luego tuvimos nuestro propio local en frente a la casa detrás  Tony Abella también tenía su laboratorio fotográfico. Recuerdo fotografiando un lapicero para simularlo como un cohete que aparecería publicado más tarde en nuestro periódico “Trinchera” como parte de la información sobre los cohetes en Cuba, por Pinar del Río, ya que teníamos la información, pero no así las fotos. Todo esto mucho antes de la crisis de octubre del 62.

Por  la impresión del periódico Trinchera fuimos personalmente varias veces a la imprenta de OFFSET, no recuerdo la razón, pero uno sentía que el periódico era parte de uno.

Vendíamos Trinchera todos los domingos en que salía su publicación  en las puertas de las Iglesias Católicas;  tenia una gran venta y aceptación,  máxime después del ataque al Blanquita por nuestro  grupo militar de los universitarios demostrando que se podía entrar y salir a La Habana sin ser detectado.

En el local mencionado teníamos nuestra oficina y un  salón donde nos reuníamos los viernes en la noche con charlas de formación, así como de planificación  y revisión de las actividades de cada semana. Como 50 personas todos de 15 o 16 años de edad comenzábamos recitando: “José Antonio Echevarria, presente” y luego  la lista  de los otros caídos  en Cuba,  y siempre contestado PRESENTE.

En algún momento en las tardes  nos enseñaron a armar y desarmar armas. Recuerdo una vez que fuimos al Everglades a probar una ametralladora de paticas y nosotros para opacar  su sonido tirábamos con las otras armas, 45, M1, Fal.  También nos enseñaron a usar C3, no había C4, para demoliciones de puentes, entre otros.

Por allá teníamos un personaje que se hacia llamar el Zorro. Norteamericano, como desquiciado, pero uno no sabia si era buscando información, o solamente medio loco. Se acercaba, husmeaba, pero nunca participó en nada.

A veces íbamos por las playas de Grandon Park donde  hacíamos una fogata, y  nos reuníamos con la intención de conocernos e integrarnos; una especie de Dinámica de Grupos. Albor Ruiz solía estar en estas. Ernestico inventó unas reuniones, que no eran de mi agrado para nada,  fuera del Directorio con algunos de nosotros;  la lectura del Kempis, en el fondo éramos posibles candidatos a novicios  jesuitas.

Muchos de nosotros participábamos los sábados en las reuniones de la Agrupación Católica Universitaria, ACU, en la 12 avenida casi calle 8 con el Padre Llorente sj. Se daba por entendido que si eras dirigente del DRE, eras de la ACU.  Había una igualdad  que quizás no era real, pero lucia ser. Pase, al igual que otros,   a ser congregante mariano con su medalla y todo a pesar de no ser universitario. Había noches en que también había cena y participábamos. En la Agrupación aprendí lo de “cara al sol con la camisa abierta...”, el nombre de Primo de Rivera; cosas de la Guerra Civil Española y la  extrema derecha. De ahí es que me lei los libros de Gironella, “Un Millón de  Muertos”, “Los Cipreses creen en Dios”.

Albor Ruiz no era católico y por tanto no participaba. El era de Matanzas,  sufría de epilepsia y poco sabíamos de su vida en si. Me dicen que luego se hizo católico y de la ACU. Otro que no iba a la ACU era Fausto Álvarez, el tesorero del DRE, él era totalmente diferente, siempre con su tabaco, risueño y embromando, fastidiando con sus chistes a todo el mundo, nunca le he dicho cuanto lo aprecio y no he dejado de hacerlo.

Los universitarios editaban todas las semanas el “Cuban Report” que nosotros los de La Pre nos encargábamos de su  impresión en mimeógrafo  de aquellos   esténciles que eran  “picados”  por las ayudantes universitarias, luego se empalmaban  las copias recién impresas, se grapaban,  se doblaban  y preparaban  para que fuesen enviados a los dirigentes de USA en todo el país, como unos 500 boletines promedio, las direcciones estaban pre impresas y se pegaban. Luego los llevábamos al correo cercano en Coral Way. Toda esa parte mecánica la hacia la PRE. El responsable del boletín, si no me equivoco era una persona muy callada y de muchos contactos,  un poco mayor al resto, su oficina colindaba con la de Ernestico; no recuerdo su nombre, pero le decíamos el General, quizás ese era su nombre real.

Tratamos de tener células estudiantiles en cada “high school” de la ciudad y luego en cada ciudad del país. Visitábamos los jóvenes que estaban en campamentos traídos por el sistema de “Peter Pan” como en Opa Locka y en Homestead. Tratábamos de darles seguimiento una vez al mes al menos, usábamos vehículos que nos habían asignado. En aquella época ir a uno de esos sitios era pasarse el día entero. No había autopistas.

En época de vacación escolar tratábamos de visitar los delegados de ciudades cercanas como Tampa. Siempre manteniendo la presencia, enviando propaganda. Una vez fuimos a esas visitas y de noche andábamos perdidos, éramos cinco, y la policía nos detuvo en el camino y nos condujo a un motel para dormir, al otro día nos esperaban para vernos seguir nuestro camino al norte. Andaba con nosotros uno que en esos días  había salido de Cuba clandestinamente, luego, mucho más luego,  se nos dijo que esta persona era un infiltrado en nuestra  organización mandado por el régimen.

Al ir JFK a Miami cuando llegaron los de la Brigada 2506 excarcelados de la isla a cambio de tractores y arados,  y se reunieron en el Studium “Orange Bowl”, el cual hoy ya no existe,  estábamos los de la PRE preparados para sacar unos carteles diciendo que nos había traicionado, en repudio; al final no se llevó acabo esa acción.

En el 62 un grupo de los universitarios fueron a Helsinki a una reunión de juventudes a nivel mundial y todo indica que les fue muy bien. En Trinchera se le dio amplia cobertura al evento y el exilio lo viό con buenos ojos;  yo diría que éramos los niños con pantalones  queridos y aceptados por el exilio en ese entonces.

Cuando la sección militar de la universitaria salió para el ataque al Blanquita, me dijeron que me quedara en la casa principal para cualquier cosa y así hice. El FBI fue, nos visitό, no había adultos, sólo yo. Revisaron todo, encontraron en el “basement” una lata de balas oxidadas y más nada que a ellos les interesara ver. Casi al rato, aun estando ellos en el local,  Delio González, a quien le decíamos “Top Secret” de mote, llegaba con el cañón utilizado en la acción militar,  en el baúl de un carro casi levantado del peso que tenia detrás. Pude verlo a tiempo, avisarle y siguió sin que el cañón fuese visto  por los agentes federales. Para ellos  yo era un chiquillo sin importancia que andaba por ahí.

Hubo un concierto de recaudación si mal no recuerdo con Fernando Albuerne el cual fue un éxito total de taquilla. Guantanamera estaba de moda. Nosotros colaboramos solamente en la venta de las boletas. Luego se me dijo que todo el dinero recaudado después de pagar local, artista y demás se tuvo que invertir en el pago por hospitalización  de algunos compañeros universitarios al ocurrir  un accidente  en la lancha “militar”. Todo esto se preparó después del Blanquita. Éramos los únicos que habíamos hecho algo significativo hasta ese momento, lo cual  ayudó a levantar la moral del exilio en esa fecha.

Humberto Medrano en su sección de periódico “Sin Patria, pero sin amo” hizo un articulo en agosto del 62 en honor al DRE: La operación pitirre y luego uno más tarde en septiembre del mismo año, Se vende un cañón de segunda. Guardo el compendio de esos artículos.

Cuando los cohetes de octubre de 1962 estábamos excitados, porque nosotros ya teníamos semanas diciendo que había cohetes en Cuba. Cuando JFK habló a la nación nosotros nos jactábamos que había usado los datos de un “Cuban Report” para avisar al país lo de los cohetes.

Después de octubre no recuerdo mucho si seguimos con el “Cuban Report”, pienso que menguó sobre todo por los acuerdos entre la URSS y USA sobre la isla. Luego ya  influyó  el asesinato de JFK en noviembre del 63. El desánimo vino, seguíamos reuniéndonos, pero nada  era igual.

Fui de los que recibí una cantidad de dinero mensual de la CIA. Los cheques llegaban por un monto  que nunca me fue mostrado, los firmaba y el DRE me daba una cantidad para vivir, la otra parte se usaba en actividades no aceptadas por los que daban el dinero.   Mis padres se habían ido a Chicago relocalizados y yo les había pedido quedarme en Miami por el DRE y terminar el “high school” en Belén por lo que vivía solo en un apartamento de la 10ma avenida del Southwest cerca de mi tía Georgina. Fausto Álvarez, como ya había dicho antes,  era el hombre del dinero y quien se encargaba de este trámite.

Cuando vinimos a Santo Domingo en el 64 trajimos muchos relojes para uso bajo el agua y hélices en mi maleta. Al llegar nos esperaban los compañeros en la aduana del aeropuerto Caucedo, hoy AILA y  entregamos todo lo traído  al encargado de aduanas en ese momento. El Directorio tenía una base de operación militar en la República. Nunca supe donde. Nosotros salimos del aeropuerto  sin más.


Hasta ahí mi participación con el Directorio Revolucionario Estudiantil, DRE, casi por cuatro años;  hasta septiembre 7 de 1964. 17 años de edad. Llegaba a Haina, Repύblica Dominicana.

viernes, 2 de mayo de 2014

El porvenir del pasado.

Vemos un pasado que nos luce presente, pero no lo es, es pasado,  fue, no es. La imagen del sol que vemos hace ocho minutos sucedió, la imagen de la luna que vemos hace un segundo paso, las estrellas que vemos en el firmamento hace años, muchos años que ya pasaron. Nada es presente todo es pasado.

La música que oímos de la radio hace segundos ya había sonado y si la dirigimos hacia unos altavoces o bocinas los segundos aumentan. No captamos en el instante sino después de que ya hubiese sucedido el fenómeno.

Lo mismo sucede con el olor, el perfume salio de su frasco y luego lo sentimos, no es ipso facto, hay un periodo de tiempo que ha transcurrido entre el paso uno y el paso dos. Podríamos añadir un paso tres, el que el cerebro lo traduzca, lo describa, lo conceptualice, lo clasifique, lo entienda y nos mande el resultado.

La nueva serie Cosmos en su  capitulo IV me ha hecho pensar. Captamos la luz de estrellas muertas, de fantasmas de una estrella, no de la estrella real, nada de lo que vemos en el cielo es real en el ahora, sino en el ayer. Todo lo captado es de un ayer.

Mas de una vez he frenado el vehiculo y luego me he dado cuenta de que lo he hecho y del por que. Mi ojo capto primero que yo algo y mando mensaje  al cerebro que hizo que frenase o moviese el guía de pronto. Por tanto hay un captar consciente que resulta más lento que la captación  inconsciente, dado lo anterior, el objeto de mi captación inconsciente es más pasado que la consciente.

No hay presente, sino un pasado en proyección hacia el futuro;  el presente es solo una ilusión óptica o visual, auditiva, sensorial.

Cuando nos preocupamos del presente realmente estamos ocupándonos antes de tiempo de lo que ha de venir, del futuro quizás basados en lo que ya sucedió y no podemos retroceder y cambiar, ya es pasado. Vivimos constantemente creando un futuro, un por llegar.

El concepto tiempo nos engaña y empezamos por tratar de no olvidar y nos metemos “en la esquina” para plasmar lo que aun esta fresco, mas  ya se van perdiendo detalles, esos detalles que eran importantes y ¡como es posible que no los recuerde!, lucho conmigo mismo para pujar el recuerdo de eso que era obvio y ya no lo es. Vamos quemando etapas, procesos y nos percatamos que unos van otros quedan, y hay cosas que se esfuman, ya no están, ni hay la motivación para recrearlas, ya, dejaron de existir, puff!!

En esa esquina que se olvidan las cosas, solo hay que llegar y al doblarla, se trasladaron a otra dimensión, a otro estado, a otra realidad inexistente para nosotros aquí en el ahora, que ya no es ahora, sino ahorita o ahoritica, o ahoritiquita. Y nos metemos de lleno “en el porvenir del pasado”, el fruto del pasado, el pasado que fructifica, el pasado que se quiere hacer realidad de nuevo y no puede, solo vemos la imagen en un espejo, su aparente realidad;  la izquierda es la derecha y la derecha es la izquierda y nos acostumbramos que es así, casi igual, pero no igual, es diferente en dimensión, hemos sublimado todo lo positivo del ayer y hemos obviado, enterrado en lo mas hondo lo que podría doler y preferimos que esa caja de Pandora no se abra, taladramos para que quede bien abajo, solo lo sublime surja, solo lo que aun nos da placer se refleje como arco iris, se nos humedecen los ojos porque el sentimiento permanece en nuestros corazones; pero ¿y esos detalles?, aun no los recuerdo, se han disipado, se han escabullido, ya no se reflejan en el espejo, se han perdido.

200 secretos  relatados  “en la esquina del olvido de dj” todo y gracias a la ayuda del  “pasado del porvenir de DJ”. Etapas que se abrieron y etapas que se cierran en este andar haciendo caminos, a sabiendas que la mar las ha de borrar.
“Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.”
                                                     
                                                                Antonio Machado