Normalmente con el tiempo sublimamos las acciones pasadas; las negativas las desechamos, las aislamos, las ocultamos, las enterramos en concreto.
A veces usamos de salvavidas esas imágenes casi perfectas que hemos creado, guardado, maquillado.
Se dice que debemos cerrar las puertas del pasado y seguir hacia delante y estoy de acuerdo en el seguir caminando, pero las puertas son de vaivén y se abren por el aire, la brisa, al alguien pasar y dejar escapar con una mirada, un comentario, un traer sin querer el olor de lo que estaba detrás de la puerta y al percibir el aroma se nos dispara todo un revivir que nos trae una sonrisa, una carcajada, una lágrima, o un lloro incesante como de histeria.
El valor de estudiar la historia es precisamente conocer nuestro pasado para así saber, comprender y entender nuestro presente, de lo contrario: Cuantas horas perdidas de estudio!
Somos el único animal que tropieza una y otra vez con la misma piedra. Decimos que hemos aprendido de nuestros errores, pero en parte si y en otra volvemos y confiamos, tropezamos, mal interpretamos, no asimilamos o aquilatamos la experiencia anterior, no la he hecho una conmigo mismo, no la he aprehendido (con hache intercalada).
Los historiadores saben que nuestra vida no avanza de forma lineal sino en forma de embudo de atrás hacia adelante subiendo, creciendo en calidad, en nuestro constante evolución donde todo cambia, toda camina, nada es estático, pero necesitar regresar y subir.
Por eso estas lineas o escritos tienen como segundo titulo desde sus inicios, el provenir del pasado, frase que se la tome prestado a Mario Benedetti, quien fue, al leer uno de sus libros, el que me inspiro en ese instante de mi vida en que precisamente trataba con trabajo cerrar una puerta pesada por su mucha carga emocional así como seguir andando, haciendo caminos, buscando brújula, guiándome por el sol y la luna, olvidándome o desechando cualquier intromisión mística, trascendente dentro de los cánones tradicionales de nuestra sociedad.
Sentí que en ese momento los que pudieron darme una mano para entender no entendieron o supusieron que yo no necesitaba de esa mano, no fueron capaces de ni siquiera escucharme un segundo y Benedetti me hizo ver que escribiendo podía hacer posible el milagro de revivir, de hacer que el pasado volviese, de poner las cosas en su sitio, fuera de mi, objetivizarlas, buscar el porvenir del mismo. Sacar el fruto escondido.
Había temas y nombres que evitaba, me fui al pasado más pasado para así no aflorar esos nombres, esos temas, que al fin al cabo era sólo un nombre y un sólo tema.
Un día salio, se mencionó, se tocó y se hizo natural. Nadie se dió cuenta, pero yo si, me sorprendí, me quedé atónito. Los demás no se dieron cuenta, en parte porque yo no publique en el orden en que fueron escritos, sino como yo sentía que debían salir al aire. Sentir en mi es muy importante. Si no siento no digo, me callo. Si no siento, no doy un paso.
Había pasado la etapa de aceptación, ahora venia la de superación y el volver a tratar de existir con esperanza, una de las cosas mas difíciles, pues conlleva saber esperar, confiar, creer.
El porvernir del pasado se dió. Se cruzó el umbral.
El vaivén trae aromas y como soy un ser detallistas en extremo el vaivén puede ser una canción, una foto, una fecha y aquí vino otra etapa:saber lidiar las mismas, no abolir, no olvidar, sino dejar descansar y eso hago, sin luchar, dejar descansar.
Todo pasado tiene su fruto, su razón, su porvenir. Todo lo vivido es parte de mi yo total, parte de mi como ente que soy. Debo cosechar el pasado sendereando en el futuro mientras pueda existir un futuro y yo inmerso en él.
Tremendo escrito Jorge Ramon....tremendamente bueno!
ResponderEliminarNo se si fui de las que no me di cuenta cuando necesitaste que te tendiera la mano, si asi fuera, perdoname porque no me di cuenta. Trate de tenderla a mi manera...