El ser de un país no es mas que el haber nacido en una tierra que tiene su propia cultura y sus propias costumbres que la identifican y la hacen ser ella y no otra, única, inconfundible. Existe un hablar un idioma especifico, en nuestro caso el castellano, donde se usa de manera marcada la l o la i según la región, y tiene su propio vocabulario entendido solo por los que han vivido en ella, como “un chin”, la “bandera”, “come solo”, un “chele”o “tigerazo”. O “diablo cojuelo” y “roba la gallina”.
¿Dónde aprendemos esas costumbres? En casa. ¿Dónde vamos adquiriendo esa cultura propia e inconfundible? En casa. Volvemos a la educación familiar. Base, zapata de nuestra educación general.
Si nos hablan desde pequeño de los héroes y patriotas, ellos pasan a se conocidos por nosotros. Si en los días como el 16 de agosto, 27 de febrero ponemos la bandera al frente de la casa, estamos estimulando una visión de patria y de orgullo de pertenecer a ella.
Si en la medida de nuestras posibilidades llevamos a los hijos e hijas a visitar los monumentos, las playas, las montañas, los campos y no solo los “resorts”, ellos conocen su país, conocen lo que hay mas allá de su casa, y empiezan a valorar lo que tienen como suyo.
Si a la hora de comer les enseñamos a valorar la habichuela, la carne, los fritos verdes, entre otras sobre el hamburguer y el hot dog estamos fomentando amor a lo nuestro, pero si la pizza o los tacos están por encima de todo, ya vamos diciendo que lo extranjero es valorado a nivel culinario por encima del propio.
Un yaniqueque, un mabi, un sancochito de siete carnes o de solo una si acaso, o de habichuela, un dulcito de Paya, su chicharrón de Villa Mella, su empanada de catevilla, su longaniza con tostones, su riquitaqui, su mangu con huevo y /o salami, moro de guandules con coco,... no deben dejar de ser conocidos.
Si tenemos libros y revistas con datos y fotos del país, que desde la infancia ellos ojean sin saber leer, van dándose cuenta de los valores geográficos que tiene el lugar donde han nacido. Si hay libros de autores dominicanos, se leen cuentos de los mismos, ellos desde pequeños van sabiendo lo que tenemos, pero si predomina el idioma de Shakespeare, o la música de Puerto Rico o la moda en el vestir de los barrios bajos de Nueva York, la cosa es otra.
La forma de hablar sobre el país y su gente, enjuiciándolos, influye en la visión que nuestros hijos tengan de si mismos. Visión despectiva, búsqueda de solo lo negativo como si fuésemos los únicos en el mundo de hacer las cosas mal; inculcar de que somos el único país del mundo con corrupción, de que somos el único país del mundo donde hay violencia, violación, etc. eso ayuda a tener una visión negativa de los propios niños y quizás justificar su conducta futura. ¿Pero es que no leen los periódicos? Sabe Dios si lo malo que tenemos lo hemos aprendido precisamente allá afuera, en los “países” y no aquí adentro donde hay sonrisa, cariño y no engaño; donde hay solidaridad, hermandad, aunque con cierto recelo porque los años de dictadura y de dictadura solapada en los doce hacen que uno se cuide, pero solemos dar la mano y si se deja de dar es porque hemos aprendido allá en los “países” que no se puede confiar.
Cuánto extraño aquellos anuncios de una firma licorera donde se resaltaba lo nuestro!, ¿quien de nuestra época no recuerda “los veganos somos buenos todos”? Juan Luis Guerra participó en sus inicios con su música con aquel “Abeja del panal”. O la otra licorera que Cuquín Victoria nos decía continuamente que eramos un “país muy especial”.
Cómo valorar nuestras costumbres si no es conociéndonos. En ningún momento he dicho que no se conozca lo de fuera, no, hay que abrir nuestras mentes y no encasillarnos, encerrarnos, pero lo nuestro es lo nuestro y debe ir primero, conocerse primero.
Hagamos turismo interno y luego el externo si la economía lo permite. Primero Puerto Plata, Bávaro Barahona, Dajabón, Jarabacoa y luego Disney, Miami Nueva York. No decimos que no se visiten, sino que el peso debe estar en lo nuestro, valorar Samaná, La Saona, Los Haitises.
Cómo negarnos a visitar el extranjero, no es eso. Juan Pablo Duarte porque estuvo en España conoció de las ideas nuevas de república, de democracia, del poder base de la república en los municipios y ayuntamientos; y no creo que alguien dude de su amor al terruño.
Posteriormente, ya en la escuela se refuerza la dominicanidad con el mes de la patria y los conocimientos de cívica, historia y sus personajes relevantes, lo socio económico, pero la cultura, las costumbres son de casa. La escuela pone nuestra tierra enmarcada dentro de un Caribe, una Latinoamérica, un continente, un planeta. El hogar nos da las herramientas para amar ese pedacito del planeta.
Hijos orgullosos de ser dominicanos, es porque hay padres orgullosos de ser dominicanos. Hijos con un pie afuera y los ojos mas allá del mar, padres conservadores, Santanistas de todo los tiempos y ciertamente no Restauradores, no liberales. No confundamos el salir fuera a estudiar para regresar, o el estar un tiempo fuera por razones económicas o de salud o ambas, buscando un futuro más seguro para luego en algún momento de la historia regresar con orgullo, o al menos esa fue la intención inicial y puede que luego se complique la realidad, no se hace, algo lo impide.
El tratar de dar a luz fuera, en USA para que sean americanos los hijos y no domincanos, eso no es muy patriótico. Eso es igual que desear salir del país, y vivir fuera sin pensar en regresar, quizás de paseo para las navidades, si acaso y cuidado
Los hijos nacidos en otros lares de personas nacidas en el país, no necesariamente se consideran a si mismos como dominicanos, va a depender de su educación familiar. Pero es lógico pensar que se sientan no dominicanos por el idioma, el entorno cultural y las costumbres de esa tierra que los vio nacer, pero si descendientes y de raíces criollas, pero en el fondo son de otro país
Recordemos lo que Juan Luis Guerra una vez dijo: “patria es el UNICO lugar del mundo donde uno no es extranjero”. Si te sientes extranjero en tu mismo país es porque te han enseñado a amar otra tierra que no es la tuya.
Si, el ser dominicano se aprende, en casa, en el hogar, con el ejemplo de papá y mamá. Educación familiar.
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