Si bien es verdad como plantea Piaget de que solo llegamos a conocer a cabalidad el concepto tiempo y espacio alrededor de los diez años, quinto curso de básica; el actuar puntual futuro, va a depender de lo que él o ella haya aprendido como un hábito, repetitivo en el seno familiar.
El hábito de la puntualidad, del orden y la organización que van conjuntamente con la puntualidad se van aquilatando desde que uno nace. La puntualidad es una cuestión de educación doméstica.
La puntualidad es una actitud que se adquiere en los primeros años de vida y es la familia la responsable de esta disciplina al tener normas claras, horarios, organización desde que el niñ@ nace.
La impuntualidad afecta la vida de todos los que rodean a uno, pues automáticamente todo lo que seguía cambia de horario y los que llegaron a tiempo tienen que esperar sintiendo que su derecho ha sido violado, su tiempo no ha sido respetado. Se comete una falta de respeto llegando fuera de hora.
El tiempo y su recorrer es subjetivo. El no hacer nada nos hace que el tiempo luzca que corre como la miel, mas si estamos ocupados, atareados, motivados, podría lucir que nos hipnotizaron y pararon el tiempo. El ejemplo de la relatividad de Einstein en la que la persona está sentada sobre una hornilla caliente, es ejemplar.
Al nacer vamos lentamente ajustándonos al “momento” o “tiempo” de nuestros padres. Ellos nos van llevando a dormir más de noche y estar más despiertos de día. Nos confeccionan un horario de 6 am a 8 pm, donde solemos despertarnos con hambre y nos acostamos con el estomago lleno normalmente de leche con o sin cereal..
Dentro de este horario se va haciendo el hábito, nos enmarcan la hora del almuerzo, la merienda normalmente con frutas y la cena. Otro elemento es habituarnos a una hora de baño, ya sea a media mañana, al acostarse o ambos.
Ese horario se va cumpliendo ordenadamente con plena organización habitual familiar. Parte de todo este proceso será el hacer nuestras necesidades físicas a una hora habitual y lugar para ello que no sea el pañal.
Si los padres fallan en este horario, el hábito no se da, se pierde todo el proceso con su repercusión futura al ser adolescente, adulto.
Después de aprendido, ya es continuar con nuestras actividades sin saber leer el reloj, pero hay un reloj interno que nos despierta, nos adormece y nos pide comer, ese reloj nos dice que ya es hora de...
Desde la infancia debe establecerse normas y costumbres que establezcan un horario para cada actividad familiar. El vivir en una comunidad ordenada es realmente más agradable.
Al crecer en la niñez nada suele cambiar., aunque nos percatamos que los sábados y domingos nos cambian las normas, son más suaves, pero hay cosas que no son diferentes como comer, bañarse y dormir. Nos dicen que estamos de fin de semana o de vacaciones.
Como radar vamos captando las acciones de los que nos rodean y entre esto está el corre corre para salir de la casa sin desayunar o dejar todo para última hora. Aquilatamos que nuestra familia suele llegar antes que los demás, junto a los demás o de ultimo y así imitamos al crecer.
La puntualidad conlleva ser disciplinado, ser ordenado, ser responsable y por tanto ser eficiente. Lo contrario es ser irresponsable, perezoso, desordenado, ineficaz, olvido, desconocer el uso de un reloj, de una alarma ya sea en su celular u ordenador o en el propio reloj. Recordemos que los ordenadores y los celulares entre sus funciones es dar la hora exactamente. Si los padres no practican la puntualidad, será imposible que los hijos la aprendan.
La puntualidad, como ya dijimos, está relacionada con otras virtudes y valores humanos como el orden, la responsabilidad, la precisión, la exactitud.. La formalidad puntual versus la informalidad, la impuntualidad, el desorden, la inexactitud, dejadez, negligencia, indolencia, desidia.
Parte de la Educación Familiar está el trabajar en orientar sobre el orden, la organización, previsión; buscar el método más adecuado para lograr que la puntualidad se haga una costumbre. De esta forma, la educación para los hijos será más natural y directa porque el ejemplo es lo que realmente hace la diferencia. Los hijos, a su vez, tienen maneras desde pequeños de ser puntuales en sus acciones, levantándose "a la primera" a tiempo, con un despertador o con ayuda de un adulto, tener su ropa lista y útiles desde una noche antes, estar listo para desayunar y hacerlo, llegar temprano a la escuela, hacer sus deberes de la escuela, bañarse, estar a la mesa con su familia, llegar a tiempo a sus citas en actividades extracurriculares y reuniones con sus amigos. Terminar el día acostándose a la hora acordada.
Los padres deben practicar la virtud y el sacrificio de ser ellos los primeros en ser puntuales, dando ejemplo de vida. Si los hijos no ven que sus padres son puntuales ellos tampoco lo serán. Los padres, en primer lugar, deben dar ejemplo de cómo vivir la puntualidad: al levantarse y estar listos a tiempo, al llevar una agenda, tener las comidas listas, llevar a los niños temprano a la escuela, llegar a tiempo al trabajo, no retrasarse en llegar a la casa o recoger a los niños, llegar a las citas...
Ya en la escuela si los hijos llegan tarde, la responsabilidad real reside en los padres o tutores. Pero dentro de la escuela hay horarios de clase, recreo, de exámenes, de entrega de deberes y entonces ahí la escuela debe reforzar la puntualidad, no premiar la irresponsabilidad y dar un mensaje claro del valor de ser puntual. Trabajo entregado tarde afecta la entrega a tiempo de los resultados de evaluación a la dirección de la escuela y ésta a su vez a la entrega a los padres; todo por un irresponsable tardío.
Son nueve o diez años de entrenamiento para poder ser puntuales, organizados y ordenados, de ahí nace la disciplina, el hábito de estudio, el dormir el tiempo necesario, digestiones normales por alimentación adecuada y a su hora evitando gases; la mente organizada y ordenada, la limpieza en las acciones porque no se hacen al ultimo momento. Son nueve o diez años de Educar en la familia, de educación doméstica para ver los frutos a largo plazo. Para cosechar hay que sembrar.
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