Hay veces
que quisiera entenderme.
Por qué hay
días que estoy a flor de piel, sumamente sensible. No que me irrite y mal
conteste, sino llorón, no hay otro epíteto que se me ocurra. Llorón, lagrimeo
de una vez.
Sé que este
mes de junio me suele poner así. No quisiera, pero es así. Se ha vuelto cíclico.
Nos
quedamos con recuerdos, con imágenes. Situaciones que pensé había olvidado
vuelven, regresan, y se presentan frente
uno. ¿ De dónde salieron?
Hay veces
que quisiera volver al pasado, quizás no cambiar resultados, pero sí corregir,
corregir miradas, corregir silencios, corregir afirmaciones, corregir negaciones, corregir
espaldas, corregir huidas, corregir y ya no se puede, es muy tarde, todo es muy
tarde.
El silencio
interno no existe, al menos para mí. Bullen las ideas, los recuerdos, las
palabras. La música los acelera, los olores los avivan, las tardes, las noches
hacen todo presente. Y uno se sonríe solo y mira a los lados por si me ven. Uno
llora solo y se esconde, a nadie le gusta que lo vean llorar, uno se vuelve
frágil, o luce frágil. Pero uno sí ha llorado en este mundo, con razón, sin razón,
de impotencia, de que sé yo.
Los años de
pronto galopan sobre uno. Te aplastan, sientes que los cascos galopando se
hunden en tus espaldas, te ves en el suelo pisoteado, gimes, esperas y luego te
levantas, miras a tu alrededor y te dejas caer, de rodillas y te inclinas ante
no se quien, te inclinas y pides y reconoces lo poco que eres y te quedas en
esa posición hasta que sientes que te dicen, levántate, y lo haces y ¿ahora qué?
Nadie te responde. Sabes que ya pasó, respiras, miras hacia arriba, no dices
nada, solo sabes que hay que continuar y continúas.
Si pudiéramos
cambiar el pasado. Si pudiéramos darle a “delete” a algunas cosas. Si pudiéramos…
pero ya es tarde. La música cambia de época y te sientes como pelota de metal
de un lugar a otro como en las máquinas de juego de mi época. Ella te lleva de
aquí a allá y a más allá y regresas para hundirte en el vacío, en el de la
esquina derecha o el de la izquierda, qué más da, te caes.
Hoy solo
faltan días, para ese momento. Todo iba bien
y de pronto el abismo.
Me
preguntan cómo estás y contesto no me puedo quejar, no, no me puedo quejar, pero en mis adentros me
quejo conmigo, con todo mi yo.
No sé si me
entienden. Yo sé que quisiera entenderme, yo, pero no logro hacerlo.
Contradicciones. Van, vienen, se regresan y se vuelven a ir y luego su celaje.
Bueno, en
definitiva, me levanto cada mañana y sigo; hago lo que sé hacer, pensar, pero sigo. Sigo
caminando, a veces no muy derecho, encorvado, pero un paso lleva al otro. Total,
al final solo quedan estelas en la mar en este caminar que ya fueron dibujados
por Serrat- Machado.
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