Si hay un tema por el que he discutido en esta vida es este: la mujer debe ser primero esposa y luego madre, el ser madre es producto del amor entre dos, el hijo es fruto del amor por tanto el fruto no es más importante que el árbol, es importante, pero no más.
Claro, eso es lo que yo vi en mi madre. Una mezcla de mexicana cubana de su época. Pero más importante que eso es que ella no se casó porque quedó embarazada, no se casó para salir de la casa, no se casó para sentirse libre, no se casó para tener una vida sin problemas económicos, no se casó por regalos y palabras bonitas, no se casó para ascender socialmente, no se casó por conveniencia de ningún tipo o por acuerdos de familia; ella se casó enamorada, se casó por amor y siguió estando enamorada a pesar del tiempo y los vaivenes de nuestras vidas.
En el exilio fue el soporte, el bastón de la familia. Cuando joven, recién casada, trabajó en una fábrica hasta que mi papá pudo subir económicamente y ella quedar más tiempo con nosotros. En Chicago tuvo que volver a una fábrica para colaborar con los gastos comunes.
En ella no había esto es mío, esta es mi cuenta, mi dinero; no, todo era común como en toda comunidad cristiana, nada es de nadie, todo es de todos.
Cuando enfermábamos, y yo era más enfermizo que mi hermana aunque ella tuvo sus pequeños accidentes que superaban con creces mis enfermedades; ahí estaba ella. Papá llamaba y llegaba más temprano esos días.
Pero si todo era normal y mi padre la llamaba para que se juntase con él, a salir, cenar, bailar o lo que fuese; ahí se iba ella y nos dejaba en la casa. Había tiempo para nosotros, pero el tiempo con mi padre era sagrado.
La familia paterna dominaba la materna. Puede que el hecho de que mis tías de parte de madre vivieran en el piso arriba de nosotros hacia que las viésemos como parte de un todo, pero las tías abuelas, las que criaron a mi padre y sus hermanos tenían un puesto principal, primordial. Ella hacia lo indecible para que se sintiesen lo mejor posible en honor a él.
Cuando salimos de la isla, ella se quedó con él. No sabíamos si nos veríamos de nuevo o no, pero esa fue su decisión, al lado de él.
Yo no puedo hablar de otras mujeres, pero mi madre es mi ejemplo y sé que si hay amor y este permanece, debe ser como ella hizo: esposa-madre y no madre-esposa.
No tengo más argumento sobre el tema, sólo el ejemplo de Noemí, así se llama ella.
En estos últimos meses he descubierto que le debo a mi madre más cosas de las que yo me imagine, lo he descubierto ahora al escribir, recordar, valorar el pasado. Aún cuando estoy medio desesperado sin darme cuenta grito,” ¡mamé por favor!” , “!Ay mamá!”.
Me consta que fue una abuela extraordinaria de los tres míos y de los dos de mi hermana, una madre sin igual; así que imagínense que clase de mujer y esposa ella era. Una chaparrita de un corazón inmenso.
En el fondo la diferencia está en la razón por la cual uno se casa. Yo creo en el amor, y creo en el estar enamorado. Soy fruto de eso.
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