jueves, 3 de octubre de 2013

En el autobus

Cuando en mayo del 61 llegamos mi hermana y yo a la ciudad de Miami, el servicio de autobuses era envidiable. Sabíamos que en el South East,  detrás de una tienda  cuyo nombre busco y rebusco,  pero no logro recordar pudiendo ser el  “5 and 10 cents Store, Woolworth”,  que daba su salida posterior  a la calle primera donde había una parada de autobuses  y que cada x tiempo,  tal como estaba publicado en la pared, aparcería el ómnibus del numero requerido y con la ruta especificada, y no fallaba, totalmente puntual. Los autobuses eran limpios, amplios y con aire acondicionado. Para nosotros que veníamos de la isla era una gran novedad.

Yo siempre me he sentado en las filas detrás de la puerta trasera, quizás por el hecho desde atrás puedes observar todo lo que acontece delante. Ahora cuando viajo a Cap Cana me siento hacia el medio, pues delante están los niños que lloran y atrás los enamorados y los jóvenes bulliciosos, por lo que me siento al medio, sobre una de las ruedas. Esta costumbre la obtuve desde que Italia se quedó interna en Santiago en una de las crisis y yo iba y venía en Metro, nunca me ha gustado coger carretera solo en el auto.  Bueno, el caso es que en Miami me sentaba siempre  atrás ya no solo porque quería estar atrás,  sino porque era atrás donde me tocaba sentarme o estar de pie,  aunque delante estuviesen todos vacíos, esto era  dado  el color de mi piel, no blanco, hispano, latino, no blanco. Hoy la gente ni lo recuerda, pero era así.

Gracias a que mi maleta no llegó de la isla conmigo, y no tenia qué ponerme surgió la necesidad de que yo trabajase, recordemos que llegué de 14 años a la Florida, y aun no logro recordar tampoco, ya se me olvidan las cosas, hay que escribir urgentemente antes de doblar la esquina, cómo o quién me dio una dirección para yo ir en ayuda de una persona en sus casa. Mi tía Georgina no fue porque mi primo Manolo no sabía de esto.

El caso es que me fui a pie hasta la parada de autobuses que mencioné antes, unas trece cuadras más o menos de donde vivía y busqué el autobús que iría a Coral Way tal como  explicaban en la pared. Me entré en el bus según su número y lo que decía el letrero, pagué al chofer y me senté atrás. Busqué y busqué con la mirada la dirección que tenia apuntada y no vi nada, acababa de llegar a Miami, andaba solo y ni idea donde estaba . El autobús se paró al final de su recorrido, quedando solo el chofer y yo. El chofer tenía que esperar unos minutos para poder volver a hacer el recorrido porque no se le permitía  hacerlo ni antes ni después, era puntual el servicio. Fumó un cigarrillo nerviosamente al verme  y lógicamente hablamos. Preguntó qué hacía,  a dónde iba, qué pasaba. Se suponía que por la fecha y la hora debía estar en la escuela, principios de junio en la mañana. Y le expliqué que había llegado de la isla, que me habían llamado para un trabajo, y no sabía donde era. Le enseñé el papel con la dirección y me dijo, eso está muy al principio de cuando doblamos y tomamos esta avenida.

Termino de fumar ansiosamente y me dijo, vamos. No me dejo pagar de nuevo y esta vez no me dejó ir para atrás,  sino de pie cerca de él para que  me guiase y explicase con facilidad . El chofer estaba más nervioso que yo. Llegamos a la bifurcación, se detuvo y me explicó hacia donde caminar y que me fijase que en Miami los números de las casas eran progresivos y los números iniciales eran los de la calle y los otros de la casa, por ejemplo 2201, significa calle 22, casa 01.  Y gracias a este señor aun desconocido para mi, diría que retirado de alguna fuerza armada por su forma,  llegué a donde me esperaba una señora mayor, portorriqueña quien necesitaba que le limpiaran y luego le pintaran. El trabajo fue por tres días, pero con eso compré ropa que no tenia.

Resulto ser esa zona la que luego me cansaría de recorrer por los próximos tres años, ya que el Directorio Revolucionario Estudiantil tenía sus oficinas en Coral Way y cercana a la  avenida donde vivía  la señora.

Gracias a las instrucciones dadas, luego me atreví a coger otros autobuses y llegar a mi destino como fue el caso de ir solo al Mercy Hospital a ver al Padre Rippol sj quien  estaba interno en el mismo,  y de ahí salió el yo estudiar en Belén becado y todo lo otro que luego surgió, como estar aquí en RD.

Mi primo y yo solíamos caminar las 13 cuadras hacia el down town,  para luego por diez centavos, un dime,  tomar el autobús que nos llevaría a Miami Beach y en la zona que hoy es South Beach, nos quedábamos e íbamos a la playa por el día entero recogiendo a mi hermana antes, ya  que ella  se quedaba en un hotel de la 6ta y Ocean Drive con la tía-prima de mi papá,  Adelaida. Esos eran tiempos felices, muy felices a pesar de todo.

Pienso que entonces yo  era más atrevido que ahora, hoy día me he vuelto más conservador, más inseguro en la calle, pueden ser cosas de los tiempos o de la edad, o ambas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario