Cuando en mayo del 61 llegamos mi
hermana y yo a la ciudad de Miami, el servicio de autobuses era envidiable.
Sabíamos que en el South East, detrás de una tienda cuyo nombre
busco y rebusco, pero no logro recordar pudiendo ser el “5 and 10
cents Store, Woolworth”, que daba su salida posterior a la calle
primera donde había una parada de autobuses y que cada x tiempo,
tal como estaba publicado en la pared, aparcería el ómnibus del numero
requerido y con la ruta especificada, y no fallaba, totalmente puntual. Los autobuses eran limpios, amplios y con aire
acondicionado. Para nosotros que veníamos de la isla era una gran novedad.
Yo siempre me he
sentado en las filas detrás de la puerta trasera, quizás por el hecho desde
atrás puedes observar todo lo que acontece delante. Ahora cuando viajo a Cap
Cana me siento hacia el medio, pues delante están los niños que lloran y atrás
los enamorados y los jóvenes bulliciosos, por lo que me siento al medio, sobre
una de las ruedas. Esta costumbre la obtuve desde que Italia se quedó interna
en Santiago en una de las crisis y yo iba y venía en Metro, nunca me ha gustado
coger carretera solo en el auto. Bueno, el caso es que en Miami me
sentaba siempre atrás ya no solo porque quería estar atrás, sino
porque era atrás donde me tocaba sentarme o estar de pie, aunque delante
estuviesen todos vacíos, esto era dado el color de mi piel, no
blanco, hispano, latino, no blanco. Hoy la gente ni lo recuerda, pero era así.
Gracias a que mi
maleta no llegó de la isla conmigo, y no tenia qué ponerme surgió la necesidad
de que yo trabajase, recordemos que llegué de 14 años a la Florida, y aun no
logro recordar tampoco, ya se me olvidan las cosas, hay que escribir
urgentemente antes de doblar la esquina, cómo o quién me dio una dirección para
yo ir en ayuda de una persona en sus casa. Mi tía Georgina no fue porque mi
primo Manolo no sabía de esto.
El caso es que me fui
a pie hasta la parada de autobuses que mencioné antes, unas trece cuadras más o
menos de donde vivía y busqué el autobús que iría a Coral Way tal como explicaban en la pared. Me entré en el bus
según su número y lo que decía el letrero, pagué al chofer y me senté atrás.
Busqué y busqué con la mirada la dirección que tenia apuntada y no vi nada,
acababa de llegar a Miami, andaba solo y ni idea donde estaba . El autobús se
paró al final de su recorrido, quedando solo el chofer y yo. El chofer tenía
que esperar unos minutos para poder volver a hacer el recorrido porque no se le
permitía hacerlo ni antes ni después, era puntual el servicio. Fumó un
cigarrillo nerviosamente al verme y lógicamente hablamos. Preguntó qué
hacía, a dónde iba, qué pasaba. Se suponía que por la fecha y la hora
debía estar en la escuela, principios de junio en la mañana. Y le expliqué que
había llegado de la isla, que me habían llamado para un trabajo, y no sabía
donde era. Le enseñé el papel con la dirección y me dijo, eso está muy al
principio de cuando doblamos y tomamos esta avenida.
Termino de fumar
ansiosamente y me dijo, vamos. No me dejo pagar de nuevo y esta vez no me dejó
ir para atrás, sino de pie cerca de él para que me guiase y
explicase con facilidad . El chofer estaba más nervioso que yo. Llegamos a la
bifurcación, se detuvo y me explicó hacia donde caminar y que me fijase que en
Miami los números de las casas eran progresivos y los números iniciales eran
los de la calle y los otros de la casa, por ejemplo 2201, significa calle 22,
casa 01. Y gracias a este señor aun desconocido para mi, diría que
retirado de alguna fuerza armada por su forma, llegué a donde me esperaba
una señora mayor, portorriqueña quien necesitaba que le limpiaran y luego le
pintaran. El trabajo fue por tres días, pero con eso compré ropa que no tenia.
Resulto ser esa zona
la que luego me cansaría de recorrer por los próximos tres años, ya que el
Directorio Revolucionario Estudiantil tenía sus oficinas en Coral Way y cercana
a la avenida donde vivía la señora.
Gracias a las
instrucciones dadas, luego me atreví a coger otros autobuses y llegar a mi destino
como fue el caso de ir solo al Mercy Hospital a ver al Padre Rippol sj quien estaba interno en el mismo, y de ahí salió el yo estudiar en Belén becado
y todo lo otro que luego surgió, como estar aquí en RD.
Mi primo y yo
solíamos caminar las 13 cuadras hacia el down town, para luego por diez
centavos, un dime, tomar el autobús que nos llevaría a Miami Beach y en
la zona que hoy es South Beach, nos quedábamos e íbamos a la playa por el día
entero recogiendo a mi hermana antes, ya que ella se quedaba en un hotel de la 6ta y Ocean Drive
con la tía-prima de mi papá, Adelaida.
Esos eran tiempos felices, muy felices a pesar de todo.
Pienso que entonces
yo era más atrevido que ahora, hoy día me he vuelto más conservador, más
inseguro en la calle, pueden ser cosas de los tiempos o de la edad, o ambas.
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