jueves, 10 de julio de 2014

La espalda.

Me encanta  ver fotografías del reino animal, de la vegetación, los bosques,  de la flora y su riqueza de colores, los paisajes naturales, el efecto del tiempo sobre la misma naturaleza;   fotos de la naturaleza,  salvaje, virgen, espontánea, propia de nuestra evolución como planeta, como un todo. No es que le de menos valor a la construcción y arquitectura realizada por el  hombre,  pero siempre será producto del hombre y no de la natura como tal.

Si existe alguna foto o video que me place ver es la de los gorilas, orangutanes, chimpancés cuando se reúnen o forman pareja, no necesariamente de sexo distinto, y uno le arrasca la espalda al otro, le saca los piojos, y se los va comiendo. Se turnan. Tu a mi y yo a ti.  Un simple arrascar la espalda y uno ve la cara de placer en ese acto que solo puede ser comunitario, de mas de un miembro, pues uno solo no puede realizarlo, no alcanza a la totalidad de su propia espalda.

Viendo la película de Tarzán como dibujo más que animado, computarizado; volví a identificarme con este acto comunitario, el de la espalda.

He visto que algunos simios solitarios  usan un árbol y se arrascan la espalda contra el mismo ya que  no hay otro ser que le ayude. No se si será similar el hacer uso del filo de la puerta para  rascarse la espalda, o el secarse con la toalla con fuerza y así  sentir el placer de  la espalda siendo  arrascada, puede que sea útil  el uso de un cepillo largo para bañarse la parte que uno no ve de si mismo; desde el cuello hasta donde la espalda pierde su nombre.

Bueno, como ven, a mi me gusta que me arrasquen la espalda, dentro del proceso evolutivo eso quedó en mi memoria genética de parte de mis ancestros peludos. Cuando me levanto en la mañana camino encorvado cual orangután y luego lentamente voy pasando a Homo habilis preparando el café y ya bebido el néctar de los dioses negros, poco a poco me logro erguir  normalmente, casi recto y paso entonces  a ser Homo Sapiens un día más.  Una transición diaria de minutos o segundos recordando nuesro ayer.

Todo esto lo cito a colación de que una compañera  mencionó que a mi no me gustaba que me tocasen físicamente y al decirlo, simultáneamente me estaba tocando con sus uñas mi hombro, que es parte de mi espalda, y sin saberlo  me estaba proporcionando un gran placer, no necesariamente erótico, sino un placer ancestral.

En ese momento espontáneamente dije; “depende del sitio que me toquen y cómo me toquen”, y lógico, todos los ahí reunidos me imagino pensaron en  lo erótico, pues así sonó al salir de mi boca, y hasta rojo me puse, según me fue dicho, pero hay un aviso de placer añejado en algún resquicio del cerebro  al sentirse tocado a lo largo de  la espalda.

Hay escenas eróticas en que plasman a la mujer arañando con fuerza y dejando su firma uñistica sobre el territorio dorsal. Por algo será que es filmado y es disfrutado, o asi parece..
  
Piénsenlo, sean honestos y descubran que en eso también tu, yo, nosotros nos parecemos a los simios. No obstante  el animal que se parece más a nosotros anatómicamente sea el cerdo. Puede que por eso en la Biblia cuando un espíritu maligno sale de un cuerpo este se introduce en un cerdo y quizás es  por esta razón es que  los israelíes o judíos no comen carne de puerco ni sus derivados, son malignos.

Uno no sabe si  nos comemos un espíritu diabolico conjuntamente al degustar la masa de un puerquito bien sazonado y cocinado lentamente en una caja china.  Ya divague.

Yo diría que el éxito de los masajistas está en que le dan a la espalda su ir y venir, con rocas tibias o calientes sobre la columna vertebral o no, con codos o con pura manotas, y su aceite aromático sobre  toda  la espalda. Uno se deja llevar y se extasía con ese proceso dando rienda a un placer del cuerpo sin que nadie pueda decir que sea pecaminoso, si es que eso existe. 


Cuando lei sobre las zonas eróticas o erogenas  del cuerpo no recuerdo que la espalda estuviese incluida, fue hace mucho que uno solia  leer de esas cosas y ya la memoria dobla la esquina, pero sin duda debe estarlo, y si no, anótenla.

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