Qué pena que
no se bailar, que pena, me sigue dando
pena, más aún cuando quien me ve, sabe que soy caribeño y más aún de la isla. Y ahí viene el
estereotipo, ¡!!un cubano y no sabe bailar!!!
Suelo
contestar que la revolución no me dejó bailar y entiendo que los “otros” no
entienden. No han vivido una revolución y menos aún ésta, ya que ellos se imaginan que la revolución cubana fue todo
bueno, maravilloso, un paraíso en la tierra, nada que lamentar y dicen que si me lamento
es porque mi familia y yo éramos parte
del régimen pasado. ¡Qué pena que piensen así!!
Los “otros”
no entienden que a los 10 años cumplidos
se dió el ataque al Palacio Nacional por el Directorio del 13 de marzo. A partir
de ahí, mi disco interior se concentró en eso llamado revolución, en ese entonces a
favor. El resto de mi pre adolescencia fue en eso, revolución, y llegó el 59
con doce años y todo sigue siendo revolución a favor y quise ser de la brigada
juvenil y se respiraba y se ... en fin, la revolución era todo, aún a favor.
Luego llega
el 60, yo con trece, y sigue la revolución, sigue el dar clases a obreros,
sigue el ser parte de la dirigencia de la Juventud Católica, y viene el 8 de
septiembre y el Obispo Eduardo Boza Masvidal , la manifestación religiosa, ya en contra, pero
sigue la revolución. Bailar cuándo, bailar dónde, no, solo hay revolución, a favor o en contra, pero
revolución.
Llega la
invasión por Bahía de Cochinos y ya
tengo 14 y por poco caigo preso, y sigo en la revolución, pero en contra con el
Directorio y salgo exiliado aún con catorce y qué tiempo hay para bailar. No, solo hay tiempo para trabajar, y estudiar y
revolución, más aún ahora en contra, ya
en el exilio no solicitado, o pedido sólo está ahí y somos dirigente revolucionario, ahora en
contra.
Llegan los
15 años de edad. Todas las tardes después de la escuela es revolución y las noches,
los fines de semana y es revolución,
aunque en contra. Se da el ataque al Blanquita por los nuestros, y se da octubre y la crisis de los cohetes y
el FBI, la CIA y se muere JFK, y sigue todo confuso.
Se dan los 17 años y me gradúo y se me ocurre pasar a
ser parte de la Compañía de Jesús y ahí no se bailaba, sí se cantaba, pero no se bailaba. En los 66
y sigo en lo mismo, Patria o Muerte, Vencieron ellos.
Y cuándo,
¿cuándo iba a aprender a bailar?. Llegó Venezuela y mis 19 y mis 20, luego Santiago y mis 21 y 22
y ya seguí mi curso de vida en contra de la corriente.
Marisol
Almonte trató de enseñarme en Santiago a que me moviera con el merengue de entonces, pero ya
era tarde. Juan Luis me salvó un poco, pero no,
que pena, no sé.
Pero honor
a la verdad, en mi época se bailaban boleros, la música en los “proms” era
suave, mejilla con mejilla y un, dos y tres y un dos y tres. Lucho Gatica, Neil Sedaka, Bobby Vinton, Paul Anka,.. Suave, suave. Luego
fue el maestro Solano.
El danzón y
el son eran para los viejos. Ya el mambo y el cha cha estaban, de eso si, no sabía. No había merengue en ese momento de
mi vida. La Salsa vino mucho, mucho después. Luego, que pena, no sé.
Quiero
quedar bien tirando el problema al uniforme verde olivo, a lo que eso significó y significa. Pero qué
pena, no sé. Y Patria o Muerte, “ellos” ganaron, los seudo revolucionarios
ganaron. ! Qué pena todo!
“Qué pena
que pase el tiempo y me siga dando pena.” (Niña Pastori canta)
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