sábado, 27 de julio de 2019

Estereotipo a modificar. Num. 251


Soy baby boomer. Con la educación, las creencias, las costumbres propias de mi isla salpicada por la cercanía de la península a 90 millas. Lo extranjero en mi viene de la cercanía de la  península, más aún por haber vivido en ella, y no de la metrópoli del norte como sería el caso de la dominicanidad.

Eso significa que mis estereotipos sobre la mujer, la XX, la dama, cuyo nombre usaré así. La Dama; son  de esta época, matizado por mi vivir, y andar haciendo caminos, con una visión abierta, liberal, como lo es propia de mi familia y la sociedad que me ha tocado vivir.

Se habla de cambiar estereotipos sobre nuestra visión de la Dama, pero hay estereotipos que yo me niego a cambiar, la Dama dejaría de ser lo que me atrae de ella. Perdería su imán.

La mirada cautivadora, suave o dura, pero cautivante. La mirada que es en lo primero que atrae mi atención de toda dama. Mirada sonriente, adolorida, sufrida, contagiosa, no importa como sea su mirada siempre será un anzuelo si contiene lo que llamaría feminidad, una mirada propia de su género, propia de su persona, de su naturaleza como dama. Eso yo no lo cambiaría.

Su poder de control, de hacer entender con dulzura o con firmeza cuál es su deseo y yo, prefiero el personal yo  para no generalizar, tratar de cumplir su deseo, si es factible,  llenar ese cometido. El saber tener dominio del mundo sin demostrarlo, el saber que es la dama la real mandamás del hogar.

Las atenciones, la preocupación sincera ante los seres que le circundan. El detalle de una flor, la decoración propia de su feminidad, copiable por otros, pero no igualable. No yo no eliminaría ese estereotipo.

Su sabiduría aterrizada y por tanto sus consejos aterrizados, su visión de las acciones a realizar en un futuro totalmente en el aquí y el ahora, práctica, no idealizada por la niñez encubierta, disfrazada  en mi yo. No, yo no cambiaría ese estereotipo que me complementa, egoísta que soy, no,  no la eliminaría.

El saberme protegido por su cariño, su sentimiento, noble, abierto, sus brazos, no, como voy a querer cambiar ese momento de re confort en mi espíritu, en mi ser como un todo. No, no cambiaría ese estereotipo tampoco.


Lo propio de todo ser dentro de la naturaleza y de su mismo género: cuidar, criar, educar, alimentar, velar por su cría no importa cómo, no importa cuánto tiempo, no importa nada. Cuchillo en boca, los sacrificios personales solamente la dama lo sabe. El punto es: los suyos son cuidados como gallina con sus polluelos.


Su amor y dedicación por la natura, incluyéndonos a todos nosotros como parte de esa naturaleza.

Dada, entregada por una causa, por unos valores, religiosos o no, libre, independiente en el diario vivir. Esos arquetipos, no veo razón de cambiarlos. Es más, pienso que hay que promover, nunca eliminar.

Puede que en mi educación se respeta a todo ser vivo, se ama la belleza que otro ser vivo te puede proveer. En mi cultura se es contrario al uso de la violencia ante cualquier  ser vivo, más si es con quien sólo te da amor, seguridad, valor, razón de ser. Quizás porque en mi entorno todos somos iguales y en caso de decidir la dama es más que yo, solamente la dama puede compararse a Dios, creando. 

Quizás porque en mi caminar mis compañeras de trabajo como maestras, orientadoras, psicólogas, conserjes, administradoras, servicio al público han sido damas. Siempre me he sentido como María, bendito entre todas las damas.

No, no encuentro  estereotipos que desee modificar.


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