domingo, 28 de julio de 2019

Haberte zafado de todo. Num. 252.


Escribir es una forma de trascender, de ir más allá del tiempo y posiblemente también del espacio, pues trasciendes fronteras, rompes muros de silencio y mis miedos ya no son solo míos, son de todos.

Al releer descubres tu pensamiento en el ayer, cómo pensabas entonces y aparecen ante ti   aspectos que han cambiado, aunque  otras no parecen haber evolucionado del todo. Es como si hubiese escrito hoy, pero en el ayer. Vigente hoy y en el ayer. El ayer de pronto ya no es ayer, sino un continuum en el tiempo y el espacio.

Puede que un poco más, sin tener la intención, entras en la mente de alguien y le dejas tu semillita que quizás germine sin nadie darse por aludido, pero ahí va como polen y hago paralelo mental entre mis manos al escribir y las abejas trabajadoras, esparcir la vida, la procreación; en este caso de ideas, vivencias, sentimientos.

Ampliar las fronteras de la soledad  dejando  de estar solo, creando un puente o un túnel subterráneo entre los otros y yo. Los otros, ustedes;  yo, mi mente y corazón. Los secretos dejan de serlo. Las vivencias son compartidas. Pasamos al nosotros abandonando el simple yo.

Hay un poco de fe en todo esto. Fe de que realmente lo lean,  mediten, piensen, critiquen, no quede guardado en un espacio dentro de la nube.

Fe de que lo entiendan desde mi cristal, fe de haber escogido las palabras adecuadas. Fe de que se dé la conexión tarde o temprano.

La profundidad al escribir me da miedo de que yo mismo no me entienda y me quede en el fondo del abismo lleno de palabras huecas, sin sentido, discordantes. Me imagino las palabras eblliendo tal burbujas dentro de un recipiente lleno de agua en el proceso de ebullición, salpicando y quemando al descuido.

Mas sin embargo, al final, te deja una sensaion de paz, de ecuanimidad, el haber vertido tus ideas, tu vida presente  en un  papel. Haberte zafado de todo.


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