Uno se repite una y otra vez. Entre esas repeticiones está el de que todas las mujeres Ruices mueren de cáncer y los varones del Corazón. Realmente no sé si es verdad, pero mi tía Lía, tía Georgina y de ultimo mi tía Elena murieron de cáncer. Desagradable y triste forma de irse.
El papá de mi primo Manolito, que no es Ruiz, murió del Corazón; Nino, que tampoco es Ruiz, murió de un ataque al Corazón, mi tío Rafael, que si es Ruiz murió del corazón, y mi papá. Sólo dos Ruices, pero con eso basta.
Yo me imagino a mi primo Manolo (quien no conoció realmente a su padre) esperar con ansiedad la edad en que su papá murió, pensando que por esa misma fecha se iría de este mundo de un ataque al Corazón. Pienso que así hizo porque eso fue lo que yo hice. Cuando cumplí los cincuenta empecé a esperar, en silencio, sin decir palabra. Cuando pasaron los cincuenta y tres, dije: pase la prueba! Eso no significa que descarte que me vaya al otro lado al igual que los Ruices, del Corazón. Que bueno seria eso! Te imaginas, durmiendo, soñando y despiertas con tus seres queridos.
Me imagino a Italia, a mi mamá, a mi suegra Nana, recibiéndome. Las mujeres recibiéndome. Siempre he sido más conversador con las mujeres que con los hombres. Los temas se me agotan con los hombres. No soy deportista, no hablo ni de golf, ni de baloncesto, ni de balompié ni de pelota. No soy mujeriego así que no hay anécdota que contar, y si las hubiese se callan como todo un buen caballero, y las que he oído me dan lástima, pena, y hasta vergüenza. Mi papá le dio un ataque, el primero, hablando de política y ya yo sé que ese tema no se toca, al menos con los que piensan distinto a uno. Los varones no hablan de religión, de los hijos, de educar, de platos para cocinar… En el mejor de los casos lo que hago es preguntar mucho y así la conversación se me hace interesante de preguntas sobre temas que nunca viví, ni viviré.
Mi papa murió un lunes, después de haber ido el sábado al cardiólogo, y este decirle que estaba perfecto. Yo no creo en ir al médico, desde entonces. Voy cuando no me queda más que ir o sufrir.
Mamá había ido al trabajo en la factoría y, como es usual entre nuestra familia, llamaba por teléfono para avisar que había llegado al trabajo. No contestó. La Gorda salió corriendo, menos mal que no resbaló en la nieve de ese primero de febrero. Lo encontró tirado en el piso hacia el teléfono, brazo hacia el mismo, no pudo, no le dio tiempo. El frío, el saber que ya había cumplido con su parte en la vida, yo recién me había casado el viernes, el caso es que el Corazón dejó de latir. Se fue, luego regresó, pero ya es otro cuento.
De qué murió mi abuelo, no sé, yo me imagino que del Corazón y lo añadí a la lista. De que murió mi tío Enrique, miliciano de la revolución, no sé, nunca supe, no me interesó. Vivía lejos de nosotros, en la otra esquina de la isla, no era muy comunicativo, no estudió, no creció como Rafael y mi Viejo, era miliciano y yo anti miliciano, no procreó (que yo sepa), se habrá casado? Bueno, lo más es seguro que se murió como los Ruices, de un paro de ese musculo jodón, y lo añadimos a la lista.
Le achacamos al Corazón ser el portador del amor. Cuando ya no podamos amar más, el nos dirá que es hora de partir, mientras tanto ahí está, dando golpes, a veces se siente, se enfada, se molesta y resuena, otras ni me acuerdo que esta ahí. De todas formas, cuando ya no pueda amar el me tocará y dirá, vámonos, para qué estamos aquí, ya estoy cansado de hacer mi trabajo, es maravilloso saber que así será, el me avisará y veré a mis mujeres esperándome al cruzar la luz, que maravilloso Corazón…maraviloso!
05 de octubre 2010
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