Se
fue mi tía monja, se fue la tía monja de
los Estrella Sahdalá, se fue Sor Paulina, y Gisela de nombre de bautizo.
En el blog, el 13 de diciembre del 2010,
escribía sobre mis familias y mencioné a
la familia de Don Manuel Sahdalá y luego a la familia Estrella Sahdalá donde
manifestaba mi unión afectiva con las dos familias mencionadas.
Pienso
que no debo dejar que Sor Paulina se vaya sin al menos decir algo de su persona
y de su presencia en mi vida, es decir, lo que tengo a flor de boca, a flor de corazón.
Sor
Paulina era una revolucionaria total, orgullosa de ser dominicana entre tantas
españolas, orgullosa de ser de Santiago, orgullosa de su familia, de sus
hermanos, alguno mártir, alguno manteniendo la imagen de orden y disciplina después
de haber sido humillado, alguna ejemplo de ser maestra intachable y ejemplo de
vida, y orgullosa de cada uno y cada una
haciendo su labor día a día dentro de un marco de honestidad, pulcritud,
sensibilidad social.
Revolucionaria
como líder de las Mercedarias en el territorio, desde modificar el atuendo que
usaban a más corta, menos tela y que se viese un poco el cabello; hasta el buscar siempre el contacto con la
sociedad, con los más necesitados a
nivel escolar o de salud, no importa el
nivel económico de la población con quien les tocaba trabajar al momento.
Gracias
a ella entré en el Sagrado Corazón a dar inglés, fue la puerta de entrada que
encontró, y luego Economía, y lo más importante para ella: la orientación en
horas de la tarde a las alumnas que así lo desearan, voluntariamente. Me dejó
que se hiciese un periódico bastante liberal de parte de las jóvenes de
bachillerato, el trabajar en la Asociación de Estudiantes y su participación en
la vida del colegio, una exposición de aspecto de crítica social, el poner música en el recreo con
canciones con algún mensaje, y lo más importante para mí, confió plenamente en mi persona, en mi vocación educadora.
Ella
me conoció por medio de Tía Julie, Tía Nancy, Tía Yolanda quienes vivían en
aquel entonces en la avenida Estrella Sahdalá donde
yo era asiduo visitante y por medio de Mabel, la sobrina, hija de Don Guaro, mi amiga. Ya le había dado
clases en La Salle a Eduardo, hermano de
Mabel. Luego estando en el Sagrado completé la familia con Julie hija de Oscar y de Rosa Margarita la
más pequeña hermana de Mabel y Eduardo. En la misma Salle luego a Salvador y Danilo Antonio. Pienso que a
todos los que eran escolares viviendo en la ciudad en aquel entonces fui su
profesor. Los de Cesar y Salvador estaban
en la capital.
Sor
Paulina estaba pendiente de mi café cuando iba, y hasta la merienda en la
tarde, no que ella lo hiciese, sino que ya había dado la orden.. Aun tengo un cenicero
de piedra-mármol que ella me regaló, sabía que fumaba mucho en aquel entonces,
aunque nunca dentro del colegio.
Me
dejó ser creativo en las clases, ser diferente e incluso organizar los cursos
de otra forma. No llegue a dar la asignaturas filosofía y psicología, pues estas quedaban en manos de un sacerdote
que a su vez era como el capellán de ellas.
No
obstante, y esto lo repito y lo he repetido muchas veces, por el orgullo que
aun me da, ella me invitó a que en una
semana santa, en ocasión de reunirse
todas las monjas mercedarias del país en el Sagrado, yo les diese un retiro espiritual basado en el
Vaticano II y así lo hicimos.
Ella
me acompañaba a una especie de dinámica de grupos o retiros que hacíamos con las jóvenes en una
casa prestada en Jarabacoa, buscando
reflexión, conocimiento personal e integración
como grupo. En La Salle hacia lo mismo con el Hno. Pedro
Fernández.. Esto me ayudó darle
el mismo material, aplicado de forma distinta a novios y novias por separado, y hoy varios son esposos y esposas. Esa situación sin
igual, difícil que se repita, valga la
redundancia.
Por
medio de ella fui a la ciudad de Montecristi algunos fines de semana al colegio
de las Mercedarias en esa ciudad. Casi
me hago mercedario en ese tiempo Estamos hablando de los años 72 al 77 más o
menos.
Cuando
Sor Paulina salió del colegio, fue traslada, yo volví a la Salle a tiempo
completo, dejé de cruzar la calle a cada rato.
Ella
y yo hablábamos mucho, siempre inquieta que pudiese lucir nerviosa, pero
escuchaba atentamente y no se le iba ni un detalle, más aun, no se le olvidaba.
Rara vez la vi triste o apesadumbrada, la palabra “triste” no es la correcta
con ella.
Se
nos van yendo, nos vamos quedando atrás, pero no dudo que sea de las que me
espere cuando yo vaya y cruce. Se me fue
mi tía monja aunque Sabrina de la Cruz me decía hoy: “se te fue tu madre
monja”. Es bueno tener un buen recuerdo de alguien así y saber sin dudas, que
hoy eres mejor persona, ser humano, gracias a ella.
Mayo
28, 2013
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