miércoles, 29 de mayo de 2013

Se fue.

Se fue  mi tía monja, se fue la tía monja de los Estrella Sahdalá, se fue Sor Paulina, y Gisela de nombre de bautizo.

En  el blog, el 13 de diciembre del 2010, escribía sobre mis familias y  mencioné a la familia de Don Manuel Sahdalá y luego a la familia Estrella Sahdalá donde manifestaba mi unión afectiva con las dos familias mencionadas.

Pienso que no debo dejar que Sor Paulina se vaya sin al menos decir algo de su persona y de su presencia en mi vida, es decir,  lo que  tengo a flor de boca,  a flor de corazón.

Sor Paulina era una revolucionaria total, orgullosa de ser dominicana entre tantas españolas, orgullosa de ser de Santiago, orgullosa de su familia, de sus hermanos, alguno mártir, alguno manteniendo la imagen de orden y disciplina después de haber sido humillado, alguna ejemplo de ser maestra intachable y ejemplo de vida,  y orgullosa de cada uno y cada una haciendo su labor día a día dentro de un marco de honestidad, pulcritud, sensibilidad social.

Revolucionaria como líder de las Mercedarias en el territorio, desde modificar el atuendo que usaban a más corta, menos tela y que se viese un poco  el cabello;  hasta el buscar siempre el contacto con la sociedad, con los más  necesitados a nivel escolar o de salud,  no importa el nivel económico de la población con quien les tocaba trabajar al momento.

Gracias a ella entré en el Sagrado Corazón a dar inglés, fue la puerta de entrada que encontró, y luego Economía, y lo más importante para ella: la orientación en horas de la tarde a las alumnas que así lo desearan, voluntariamente. Me dejó que se hiciese un periódico bastante liberal de parte de las jóvenes de bachillerato, el trabajar en la Asociación de Estudiantes y su participación en la vida del colegio,  una exposición  de aspecto de crítica  social, el poner música en el recreo con canciones con algún mensaje, y lo más importante para mí, confió plenamente  en mi persona, en mi vocación educadora.

Ella me conoció por medio de Tía Julie, Tía Nancy, Tía Yolanda quienes vivían en aquel entonces en la avenida Estrella Sahdalá  donde  yo era asiduo visitante y por medio de Mabel,  la sobrina,  hija de Don Guaro, mi amiga. Ya le había dado clases en La Salle  a Eduardo, hermano de Mabel. Luego estando en el Sagrado completé la familia con  Julie hija de Oscar y de Rosa Margarita la más pequeña hermana de Mabel y Eduardo. En la misma Salle luego  a Salvador y Danilo Antonio. Pienso que a todos los que eran escolares viviendo en la ciudad en aquel entonces fui su profesor. Los de Cesar y Salvador  estaban en la capital.

Sor Paulina estaba pendiente de mi café cuando iba, y hasta la merienda en la tarde, no que ella lo hiciese, sino que ya había dado la orden.. Aun tengo un cenicero de piedra-mármol que ella me regaló, sabía que fumaba mucho en aquel entonces, aunque nunca  dentro del colegio.

Me dejó ser creativo en las clases, ser diferente e incluso organizar los cursos de otra forma. No llegue a dar la asignaturas  filosofía y psicología,  pues estas quedaban en manos de un sacerdote que a su vez era como el capellán de ellas.

No obstante, y esto lo repito y lo he repetido muchas veces, por el orgullo que aun me da,  ella me invitó a que en una semana santa, en ocasión de  reunirse todas las monjas mercedarias del país en el Sagrado,  yo les diese un retiro espiritual basado en el Vaticano II y así lo hicimos.

Ella me acompañaba a una especie de dinámica de grupos o  retiros que hacíamos con las jóvenes en una casa prestada en Jarabacoa,  buscando reflexión, conocimiento personal  e integración como grupo. En La Salle hacia lo mismo con el Hno.  Pedro  Fernández.. Esto me ayudó  darle el mismo material, aplicado de forma distinta a novios y novias por separado,  y hoy varios son  esposos y esposas. Esa situación sin igual,  difícil que se repita, valga la redundancia.

Por medio de ella fui a la ciudad de Montecristi algunos fines de semana al colegio de las Mercedarias en esa ciudad.  Casi me hago mercedario en ese tiempo Estamos hablando de los años 72 al 77 más o menos.
Cuando Sor Paulina salió del colegio, fue traslada, yo volví a la Salle a tiempo completo, dejé de cruzar la calle a cada rato.

Ella y yo hablábamos mucho, siempre inquieta que pudiese lucir nerviosa, pero escuchaba atentamente y no se le iba ni un detalle, más aun, no se le olvidaba. Rara vez la vi triste o apesadumbrada, la palabra “triste” no es la correcta con ella.

Se nos van yendo, nos vamos quedando atrás, pero no dudo que sea de las que me espere cuando yo vaya y cruce.  Se me fue mi tía monja aunque Sabrina de la Cruz me decía hoy: “se te fue tu madre monja”. Es bueno tener un buen recuerdo de alguien así y saber sin dudas, que hoy eres mejor persona, ser humano,  gracias a ella.


Mayo 28, 2013

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