domingo, 11 de agosto de 2013

Nosotros los Padres , Nos Ponemos Viejos


Desde que llega la criatura al hogar, después que pasa la euforia del nacimiento, la tensión de si todo salió bien, las olas de flores felicitando a la madre; nos cae un peso en la espalda, más bien sobre los hombros, nos achicamos de pronto por la responsabilidad, por las malas noches, al ver el nuevo fruto que va despertándose.

Ya nada es igual. Hay un adaptarse a la nueva situación, a pensar en tres y no en dos. Cuando eran dos se dormía, donde cogiese el día, se comía cualquier Cosa. El espíritu de aventura se adormece. De pronto somos más caseros, más sedentarios, más temerosos del futuro y ya no sólo importa el presente sino asegurar el futuro. Por primera vez uno piensa la posibilidad de dejar de existir, de dejar abandonado el nuevo miembro de la familia; su educación nos empieza a atormentar la vida, los accidentes, los robos de niños.

Empezamos a leer noticias de males acaecidos a otros niños, y sentimos como si fuesen nuestros, los padecemos  igual que sí fuéramos nosotros los padres de los niños en desgracia.

A medida que crece el niño o la niña volvemos a ver muñequitos, a fijarnos en los juguetes y a recordar nuestros días, aquellas esperas de Reyes, el Niño Jesús; y cual ancianos revivimos aquellos  días y lo contamos, nos sonreímos y a veces se nos humedecen los ojos. Y ellos siguen creciendo y pasamos a ser "chaperones" de cumpleaños. A no saber qué hacer ante esas situaciones nuevas de aburrimiento.

Cuántas cosas hacemos con tal de ver una sonrisa, una mirada alegre y destellante. Como quien no quiere las cosas; nos sentimos suegros de las niñas o los niños que llaman a la casa y empezamos a hablar de los futuros nietos que aún faltan años por llegar, pero que tal vez la "nueva ola juvenil" nos adelante el día con la sorpresa, un acto inesperado. Qué viejos nos ponemos!!


Jorge R Ruiz, publicado
Jueves 21 de Diciembre de 1989, El Siglo,  Pagina. 15








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