jueves, 12 de septiembre de 2013

Nos estan brechando.

Pienso que desde que somos seres humanos siempre ha existido el instinto de meter las narices donde no nos llaman, escuchar lo que otros dicen, ver lo que otros hacen y quizás hasta divulgar todo lo anterior a un tercero.

Nos asustamos  porque nos dicen que por los medios actuales los gobiernos nos acechan. Siempre hemos tenidos calieses, dentro de un “cepillo” que corra las calles o fuera de las mismas, o ¿por qué cuando queremos decir algo importante o personal o de familia nos alejamos donde solo la naturaleza nos oiga o cerramos las puertas y bajamos la voz?

Es difícil que cuando uno abre la ventana y de pronto ve una escena “interesante” en casa del vecino,  no quedarse viendo, observando, detallando, según sea el caso. Y si la escena es repetible a cierta hora del día, el esperar con todo entusiasmo el acechar.

Ahí tenemos el caso del fotógrafo profesional que se dedicó en USA a tomar fotos de sus vecinos en posiciones agradables como de rodillas limpiando, desayunando, durmiendo, acurrucándose. Usó un lente a distancia y buscó, buscó y tomó fotos y luego las presentó en una exposición siempre sin dejar ver la cara de sus vecinos a distancia y mantener la “privacidad” de sus modelos, ellos ajenos a todo.

En las ciudades con edificios altos es común que las personas tengan telescopios no para ver las estrellas, sino escudriñar a sus vecinos, o  con catalejos que ya es más obvio. No obstante, a nosotros nos gusta sentarnos en el portal, en el balcón, en la acera y llevarle la vida a todo el que pasa y si aparece  una cara desconocida dejamos todo y la atendemos con la mirada escudriñadora, quizás hasta nos levantamos un poco disimuladamente del asiento hasta que desaparece de nuestro propio radar.   

Dejamos en el cuarto de los hijos aparatos que nos permitan oírlos y así determinar lo que hacen por si algo anormal ocurre. Ya no nos basta lo anterior y ponemos cámaras que lo vigilan a él o a ella y a la niñera. Incluso desde el trabajo podemos vigilarlos en nuestra computadora. Hay escuelas que como un plus venden que siempre hay una cámara en el aula y puedes ver desde tu casa o trabajo a tu hij@ en clase, y determinar el comportamiento del hijo o hija y del profesor o profesora.

Yo recuerdo en Santiago como había superiores míos que se ponían en el pasillo a oír lo que yo hablaba en clase. Y en la época del Doctor al levantar el teléfono sentíamos en mi casa que alguien más nos escuchaba. En esa época uno se puso paranoico esquizofrénico ya que hasta veía y sentía que te seguían. El paletero te llevaba tanto tu vida que hasta se atrevía a preguntarte por  Y  o Z que hacia tiempo no veía cerca de uno, de hecho yo supe del accidente de un compañero jesuita  por un paletero que me lo comunicó; él en la 30 de marzo y el accidente por Gurabo, a  varios kilómetros de distancia.

En la Sarasota con Churchill viene uno de los jovenzuelos a limpiar el vidrio del auto y le digo: “no tengo menudo” y me contesta: “maestro, no se preocupe, me lo debe, ¿usted no es el que siempre está parqueado en la Lincoln, en el colegio?”  Estamos siendo vigilados.

¿Quién de nosotros no se ha puesto en Google a buscar su casa, su calle?  ¿Quién no ha tratado de saber por dónde anda un ser querido  gracias  el GPS?

Como la ropa hoy día delata lo que uno tiene debajo de la misma, ya ni nos fijamos como hacíamos antes cuando hasta ver un  tobillo nos hacia latir el corazón. Ya lo normal es ver de reojo o de forma directa la cantidad de inicio de nalgas o rayitas tanto en varones como en damas a medida que uno camina por el supermercado. Otra es ver toda gama de colores de calzones íntimos y el caso es que los vemos, los vitillamos con menor o mayor intensidad dependiendo  del caso en cuestión.

No olvido la profesora o más bien la situación, en que ella no se sentó muy bien que digamos y yo puber-teenager; aunque tocase el timbre  para  recreo, tuve que esperar un rato para poder levantarme. Problema de ver lo que es ajeno.

Las series de televisión nos han enseñado que muchas personas son buscadas y encontradas usando las cámaras de vigilancia que pululan en todas partes y las cuales uno no sabe que te toman y guardan para un futuro. Estamos en un supermercado y hay lámparas que no son lámparas, sino cámaras escondidas y te graban, te acechan.  Ahora nos avisan que van a poner cámaras en el gran Santo Domingo, así como en  Moca por su propio ayuntamiento.

Los espías siempre han existido. Avisan cuando el enemigo se aproxima, su potencialidad, el robo de armamento, ideas. Así como el espionaje industrializado tan popular en un pasado reciente entre los del este y los occidentales, y luego las replicas más económicas. Acechando lo nuevo y robar la idea, la información.

Leo en las noticias que una cigüeña que venia de Hungría a Egipto fue capturada porque tenía un GPS y podía ser un instrumento de espionaje. La soltaron más tarde para que siguiera su traslado anual, su migración anual. Ojalá que pueda haberse unido al resto y no haberse quedado sola y rezagada y por tanto, en peligro. El pánico al espionaje. (¡Oh, no! Leo ahora que la pobre cigüeña fue digerida por una familia cercana al ella quedar sin rumbo.)

Ya cada vez hay menos privacidad. Antes seria que nos vigilasen por una ventana entre abierta, el cerrojo de las puertas, un hoyo en la pared; ya hoy el celular nos delata donde estamos, y por medio del mismo pudiesen oírnos, vernos. Es más, gracias a los celulares actuales, desconocidos nos toman fotos, nos graban, nos oyen sin nosotros percatarnos, ya todos nos hemos vuelto unos paparazzi.  Los programas de noticias promueven cada vez más que uno sea un paparazzi para su estación o cadena de televisión.

Así que no hagamos un drama que hasta el satélite puede encontrarnos, enfocarnos, leer el número de la placa, ver lo que hacemos, grabarlo y luego usarlo. Si usted no quiere ser espiado, retírese del mundo bajo árboles frondosos sin usar nada electrónico y sobre todo, sea un don nadie, trate de pasar desapercibido,  pues si usted es importante para alguien como quiera te rastrearán y te acecharán.

Y no pregunto quién no ha sido un fisgón, acechador, vitillador, husmeador, entrometido u algo parecido alguna vez en su vida,  porque ¡para qué preguntar lo obvio!




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