Los domingos, cuando no hay trabajo, orientaciones, talleres, se han convertido en un día entre la Divinidad y yo. Hablamos, y hablo. Él habla, yo me escucho a mí mismo. Nos entendemos.
Hago labores del hogar como lavar la ropa de cama mientras hablo con Él/Ella, Divinidad. Me enseñaron que era varón, luego suelo decir Señor y continúo yo solo en mi hablar compartido, y nos entendemos.
A veces imito a Don Polín, mi suegro e. p. d., y grito: ¡Ay, mamá! Pero ayer se me fue ¡Ay, papá! Y me dije: Debo hablar con Jorge Armando, y no sé por qué.
Parte del domingo es leer libros que Ricardin, mi hermano de vida, me ha prestado en mi visita casi anual a nuestra Meca, Miami. Hoy terminé uno de ellos. Detrás de mí, música; esta vez varios artistas y gozo de la selección que Spotify me hace cada semana, y me asombra cuanto sabe de mis gustos personales y ancestros, en el tiempo.
Hoy escogí oír a Víctor Víctor. Es, después de Juan Luis Guerra, el artista criollo que más escucho. Deben saber ya que mi preferencia en música es instrumental y en inglés, si es cantada. Cosas del pasado, de la historia que cada uno guarda en su hipotálamo.
Vitico, para mí, era el enamorado de Zobeida, luego el novio de Zobeida, más tarde el esposo de Zobeida, y ya el papá de los hijos de Zobeida; uno de los cuales lleva el mismo nombre que el primero de los míos, IAN. Primero Zobeida y luego Vitico.
Cuando Italia murió y me mudé cerca del colegio, hice del Supermercado frente a mi nuevo lar, mi “barrio” y ahí me lo encontré, al ir a tomar café y de una vez me mencionó que Zobeida le había hecho saber de la ida de Italia. Mundo pequeño.
Por Celia Cruz conocí una canción, Te Busco. Esta canción fue parte de mi regreso a mi realidad solitaria.
Al cielo una mirada larga
buscando un poco de mi vida.
Mis estrellas no responden
para alumbrarme hacia tu risa.
buscando un poco de mi vida.
Mis estrellas no responden
para alumbrarme hacia tu risa.
Olas que esfuman de mis ojos
a una legión de tus recuerdos.
Me roban formas de tu rostro
dejando arena en el silencio.
a una legión de tus recuerdos.
Me roban formas de tu rostro
dejando arena en el silencio.
Te busco perdida entre sueños
el ruido de la gente
me envuelven en un velo.
Te busco volando en el cielo
el viento te ha llevado
como un pañuelo viejo.
el ruido de la gente
me envuelven en un velo.
Te busco volando en el cielo
el viento te ha llevado
como un pañuelo viejo.
Y no hago más que rebuscar
paisajes conocidos
en lugares tan extraños
(que no puedo dar) que no puedo dar contigo.
paisajes conocidos
en lugares tan extraños
(que no puedo dar) que no puedo dar contigo.
En cualquier huella te persigo (voy tras de ti)
en una sombra te dibujo (al recordar)
huellas y sombras que se pierden (en la soledad)
la suerte no vino conmigo.
Te busco perdida entre sueños
el ruido de la gente me envuelven en un velo.
en una sombra te dibujo (al recordar)
huellas y sombras que se pierden (en la soledad)
la suerte no vino conmigo.
Te busco perdida entre sueños
el ruido de la gente me envuelven en un velo.
Sorpresa fue que la misma Celia me hace saber que esta canción es de Vitico. Y en ese entones que no dejaba de buscar por paisajes desconocidos, pues se fue como un pañuelo viejo.
Mi cabecita mientras me bañaba me lleva de Vitico a Siete Días con el Pueblo en 1974, en época del Doctor Balaguer y me conecto con Chico González, de Villa González. Era parte del grupo de 7 días, su voz fuerte dedicaba poemas de sonido totalmente político y su “Francisco Alberto, Caramba!” formaba parte del grupo Expresión Joven.
Chico, no obstante, me dedicó varios poemas, no políticos, en mis serenatas a quien luego fuese mi esposa, junto a “Ramón Leonardo” con su voz y su guitarra.
Nos solíamos juntar en la Calle Jacuba de Santiago de los Caballeros, en casa de Danielito Henríquez, Danicel (Danilo de los Santos), Chico, Ricardin Rubiales y yo. El grupo Fiordano de pintura de la PUCMM, casi en su totalidad, de ahí que Orlando Menicucci también apareciese. Los demás que iban, también iban y se iban.
El primer día que salí de la Compañía de Jesús y dormiría en la pensión de Dona Ninín por primera vez, estando en la Cabaña Montecarlo camino a Licey, Chico me induce a jugar al PUM, fallas y te tomas un trago de ron Bermúdez, en aquel entonces; lógicamente perdí, perdí y caí. Vergüenza me dió llegar a la casa por primera vez, la de la calle Eladio Victoria, el estar sentado frente al inodoro. ¡Qué vergüenza!
Cosas de Chico que te imbuía, te conquistaba con su chivita y su sonrisa.
De pronto, dejamos de ver a Chico en un octubre 22 años atrás. O se hizo perder o lo hicieron perder, en esa época que era tan fácil que te perdieran y no pudiéramos saber lo real, la verdad. No olvidamos a Francisco Augusto González Silverio y sus ocurrencias. Dios lo quiera como nosotros a él, y lo tenga donde se merece, como nosotros lo guardamos en nuestro recuerdo y corazón.