martes, 12 de abril de 2011

No me reconozco.

Al ver las fotos me cuesta creer que ese cuerpo sea el mío. Yo no me siento tan feo y acabado.

Es verdad que todas las mañanas el espejo me lo dice, pero a medida que avanza el día me voy viendo menos feo, no noto mis manchas y canas.  Al mojarse el cabello se esconden. Arrugas, aun no tengo, mi cutis aun es de un bebe, pero que viejo me veo en las fotos. No habrá alguna forma de retocarlas como hacia un fotógrafo cubano que había en la Calle Pastoriza frente al Colegio  Babeque, que retocaba tanto la foto que ya uno no era ese que aparecía fotografiado, o seria que desde entonces ya yo era tan feo?
No, no estoy diciendo esto para que ahora me digan, “Don Jorge usted no es tan viejo, ni tan feo”, pero en el fondo me están diciendo viejo y feo solo le ponen el “tan”.

La mente se capta así misma de una manera, pero que va… la realidad es otra.

En las mañanas en el espejo cuando alzo la mirada veo a mi mama’ y con los cabellos como si tuviesen electricidad.  Lo primero que hago es bajar esos cabellos y procedo a cepillarme los dientes. Lentamente mi mama’ va desapareciendo y voy apareciendo yo, pero ese no soy yo, es el reflejo de un yo que no es el que siente o piensa.

Lo peor es cuando uno aun se cree muchacho y estima que puede saltar o encaramarse, tirarse al suelo y pararse sin más, ¡que equivocado estoy! No, el cuerpo, este caparazón que tengo ahora ya no es el mismo, se ha encogido, se ha… que se yo! Mi mente corre y corre; mi cuerpo parece que  se arrastra, como es eso posible? Mi mente por aquí, y mi cuerpo por allá atrás. Mi mente como águila y mi cuerpo como serpiente.

Cuando me dicen,” Don Jorge usted se ve igualito”.  Yo solo contesto, “tratando” y pienso, “Si ¡tú supieras!”.

Cuando veo personas mayores haciendo esto y aquello con agilidad, reconozco que yo nunca fui deportista, quizás por eso mi cuerpo me está reclamando, no lo añoñe, solo  cuide de mi cerebro y ahora  se está desquitando. Nunca es tarde para comenzar, pero lo que cuesta es el poner el pie en el piso, y ponerse el primer zapato, eso sí cuesta, no porque duela, no, es la vagancia que le entra a uno. Peor es vestirse, y decir: “voy a salir” oyendo todo ese tránsito y coro de cláxones.

Es verdad que hay ex estudiantes que lucen  mayores que yo en edad, pero eso no debe ser mi consuelo.  “Mal de muchos consuelo de tontos”.

Deja ver como yo convenzo a mi mente para añoñar al cuerpo no solo con la comida light, sana, sin grasa,  casi vegetariana, yogurt, avena, cereales, guineos, nísperos,...  O como la añoño no solo con su te verde, o negro y su vinito, así con  de vez en cuando su friita vestida de novia con clamatico.

Deja ver como mi mente se encarga de levantarme el ánimo para levantar las piernas o en este caso para bajarlas de la cama y empezar a caminar. Hay un amiguito que se pondría feliz si lo hago más de una vez a la semana, mi sombrita inseparable, Tom.

Para serles sincero no me soporto, yo deseo que me devuelvan el otro caparazón, no lo pude guardar y no sé donde esta’ ni quien lo retiro de mi camino. Ya los psicólogos me dirán, que tengo que aceptarme, se habrán aceptado ellos primeros? Tú no puedes pedir al otro lo que tú no haces con el ejemplo.  Mi papa decía siempre, “haz lo que el cura dice, no lo que él hace”, y eso se aplica también a los médicos, psicólogos, psiquiatras y demás de esa calaña.

Bueno, voy a intentarlo, pero no prometo nada. No lo de aceptarme, eso imposible, sino lo de mejorar mi aspecto, mi salvavidas, ejercitarme…uf!, solo de pensarlo ya me canse’.

28 del 03, 2011

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