domingo, 17 de abril de 2011

Playa Giron

Playa Girón.

No sé cómo empezar. Aún estoy en shock. Me acabo de dar cuenta, “realized” que han pasado 50 años

 Lo supe al conectarme con la televisión de la isla, ellos están celebrando su victoria. Yo, sólo sé recordar, y llorar, ¡Oh, Dios!  ¿Qué pasó?  Se nos cambió la vida. Todo fue diferente a partir de ese momento. Ese triunfo, ese fracaso, me cambió la vida, a mí, a mi hermana, a mis padres, a mis amigos  y a tantos que no conozco. Es difícil explicar lo que uno siente por dentro, es doloroso, como si me hubiesen arrancado el corazón sin anestesia.  Medio siglo. ¡Qué rápido se dice!

El sábado 14 de abril en la tarde iba al cine en Miramar. Mi amigo y yo vimos unos aviones volar muy bajo. Evidentemente no eran del gobierno revolucionario. Como todos estábamos esperando la invasión, pensamos que era parte de ella.  Era un secreto a “Sotte Voce” de que vendría una invasión organizada en Miami con el respaldo de los norteamericanos.  La ciudad  estaba  llena de ametralladoras  checas de cuatro bocas. En todos los edificios altos, en todo el malecón, podíamos ver sacos de arena apilados y en el medio la ametralladora. Eran milicianos con su camisa azul y pantalón verde con  su boina, los que las usaban sentados y movían los cañones de un lado a otro buscando en el aire. Las armas que se veían para esa fecha eran de la Europa del Este. En marzo del 60 estalló un barco de nombre francés con armas del occidente que llegaban al puerto de la ciudad.  Ese fue el detonante de que las cosas estaban cambiando. Esa explosión. Ahí nos enteramos que llegaban armas para la milicia, ya antes había dicho “que armas para qué”, y llegaban nuevas  armas. Luego empezaron a llegar más armas, esta vez del otro lado del mundo.

Nos fuimos corriendo a la casa, estábamos lejos.  En la  madrugada del día 15 de abril, un fin de semana a eso de las 6 a.m.  era madrugada para cualquiera a esa hora, me despertó el ruido de los aviones bombarderos  al pasar casi rasando mi casa camino al Campamento de Columbia.  Me acerqué a la ventana y pude verlos pasar. Venían cruzando el rio Almendares, debieron haber sido vistos antes, pero no me parece que haya sido así.  Ahora, y no antes es que vine a oír las   ametralladoras,  sonar hacia arriba y hacia abajo, se veían las luces o “trazers” por el cielo aún obscuro.   Corrí despavorido donde mis padres, bajé la escalera de mi cuarto, nos reunimos con mi hermana en el cuarto del medio, el de ellos. Era el cuarto más seguro en caso de que lo que subía cayese.  ¿Había llegado la esperada invasión? No, solo eran aviones para eliminar el posible apoyo aéreo en un futuro. Luego supimos que sucedió lo mismo en otras dos ciudades. La alerta fue inmediata, todos se movilizaron, inclusive  la recogida de personas que no fuesen pro gobierno.

Mucho más tarde mi madre me confesó  que ella había  recibido una llamada para mí,   no me  había dicho nada. Algo le dijo que no me lo dijera.  Me habían  llamado  para reunirme en un sitio específico.  Ella no dijo nada, no fui.  Luego supe que todos los que habían acudido a la cita  estaban detenidos en el Palacio de los Deportes. Eran miles los detenidos. Salió en televisión.  No supe si agradecerle a mi mamá o reclamarle, aún no sé.

El 16 se hizo un acto político enterrando a los muertos por el ataque.  El 17 llegaron las fuerzas esperadas por varios sitios de la isla, pero no con todo lo previsto; no hubo apoyo a última hora de los organizadores.  JFK. mandó a no dar apoyo aéreo, a no dar apoyo después que los habían mandado, a no apoyarlos después que ya los habían desembarcado. Los había abandonado. Por eso se pensó en un momento que a JFK los de Miami lo habían asesinado en Texas. Había razón para ello, se sintieron abandonados y traicionados.

Esa no fue la única de JFK, en octubre del 62, en la crisis de  los cohetes rusos en la isla apuntando  hacia el norte, hacia tierra firme, en que  casi tuvimos una tercera guerra mundial;  Nikita y Kennedy  llegaron a un acuerdo.  Quedó el cerco económico que nadie hoy día apoya, esa es la excusa que ellos tienen para que todo esté económicamente mal. Sólo quedó el cerco, el embargo, nunca más apoyaron nada.  Si hubo algo de fuera de la isla hacia ella, después de esa fecha, diría que ha sido con  recursos propios de los implicados.

Luego  de la derrota o de la victoria, vino toda la campaña de propaganda. La victoria. ¡Patria o Muerte, venceremos!  Los arados y los tractores a cambio de los invasores presos de la Brigada 2506. Se hizo el intercambio.  Hubo una celebración con John F.K. en el “Orange Bowl”  con los invasores liberados.  Aplausos al que abandonó. Aplausos al que traicionó. Discursos van y vienen. Estuve ahí. Fuimos  los del Directorio Revolucionario Estudiantil, DRE,  a protestar contra JFK, no se hizo, no recuerdo por qué no lo hicimos. Debimos haberlo hecho.  Muchos de los brigadieristas  de la invasión pasaron al ejercitó de los USA, gran cosa!   MARTI, ¿qué habrías dicho tú de todo esto?  No hemos aprendido aún que la isla debe ser de los isleños, de más nadie. Ni caviar, ni hot dogs, ni Won Ton, ni arepas.

Después de eso, la moral cayó, la nuestra.  Se sentía el alma arrastrándose. Las miradas fijas en el suelo. Empezamos a irnos, salir de la isla. A mi hermana  y a mí nos  fueron mis padres un mes y nueve días más tarde, un 26 de mayo del 61, viernes.  ¿Habrá sido lo mejor? Irnos. Salimos no buscando  mejor vida como los últimos, salimos no por razones económicas, salimos para evitar el adoctrinamiento comunista, salimos por lo poco que sabíamos de la Rusia de Stalin, por lo poco que sabíamos de los hijos sin sus padres  siendo parte del estado y no de una familia,  salimos por razones ideológicas, filosóficas, religiosas, las que ustedes quieran, pero salimos;  ¿hicimos lo correcto?  Abandonar.

¡Coño!  50 años, medio siglo. ¡Cómo duele el recordar el sufrimiento, las lágrimas correr por el rostro, la impotencia  reflejada en su cara y sus manos mordidas por la frustración, por el silencio mudo de mi padre!  Nosotros éramos revolucionarios. Nosotros no éramos batistianos. Mi padre casi muere en el Laguito en tiempo de Batista por sus ideales de justicia y libertad social, política y económica que siempre defendió desde la época del ABC contra Machado. No era  que a última hora fuésemos  una familia con ideales patrios.  Mi padre casi lo lanzan  desde el techo de la CMQ simulando un suicidio antes de salir de la isla, para morir luego  en el frio Chicago por un corazón lloroso, amargado, sufrido, cansado, abatido. “Sin patria, pero sin amo”  ¡Como duele saber…, sentir…!   ¡COOOÑÑÑÑOOO!

15 abril del 2011

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