Ya son treinta años. Comenzamos con lo que teníamos, nuestras
únicas herramientas y recursos: nuestros corazones y nuestros cerebros.
Se inicio en un segundo piso en la Lincoln cerca de la John
F. Kennedy donde otra escuela funcionaba, la de Orpha Luna. Semiprestados nos
ubicamos. 13 estudiantes de séptimo y octavo fueron los iniciadores. Dos
profesores contratados y nosotros dos.
Al segundo año nos mudamos a Naco, detrás del Vesuvito. Se
amplió la Media y se comenzó la Básica. Fuimos reconocidos como colegio ese
mismo año.
Al tercer año nos mudamos a donde estamos. Nos entregaron un
cascaron vacio de edifico. Sin puertas, ni ventanas. Se tuvo que hacer la instalación eléctrica, la de los baños y la del agua corriente, todo nuevo. Nada
existía después de dos años cerrado y abandonado. Lo poco que entraba se fue
invirtiendo año tras año en hacerlo más agradable. Abanicos en aulas, aire
acondicionados, pizarras blancas sin tiza. Pocos estudiantes en cada aula en
una época de 40 y 50 por aula en casi todas las escuelas y colegios del país. Atención
casi individualizada o personalizada y de ahí nuestro lema: “un camino para cada persona”.
Llegamos a tener 320 estudiantes y recibir autonomía
académica de una vez, antes que muchos
otros centros educativos más viejos que nosotros. Fuimos los primeros en tantas
cosas!! Ingles a todos los niveles,
Francés desde el quinto curso, mandarín en Media, cómputos desde el pre
escolar. Atención familiar, de tal forma que para muchos pasamos a ser parte de sus
familias: a recibir los secretos antes que los padres; y a su vez, a los padres confiarnos sus
dolores y alegrías.
Vamos para la
promoción 27. Por acá pasaron los hijos e hijas de artistas de la época, de
mandos militares, de personas del gobierno, de grandes empresarios, de personas
respetables y confiables, así como consular extranjero. Sin descartar personas
humildes y queridas por todos los de la
comunidad.
Estudiantes de otros países, como de Italia, México, España, Venezuela, Alemania,
Centroamérica, Bélgica, USA, Haití.
Hola Jorge. Cuanto tiempo! Un saludo afectuoso como siempre.
ResponderEliminarCuando se dice treinta años ha llovido mucho. Es mucho el batallar, muchos los pequeños triunfos y fracasos en el trayecto...son muchos los capítulos cerrados y muchos los senderos abiertos para esas generaciones a quienes ustedes les han servido de puente hacia la superación, hacia la esencia del porvenir y hacia un mejor entendimiento del presente para conquistar el futuro. En treinta años no solo nos cambia el rostro, sino que cambian nuestros intereses. Cambian también los gobiernos, los modelos socioeconómicos, y con ellos nuestras posibilidades y hasta nuestra percepción de la vida misma. Y a todo eso hay que irse adaptando para poder ayudar a otros a adaptarse.
Treinta años moldeando mentes; mentes muy motivadas y mentes menos motivadas, pero a ambas hay que moldearlas, pues esa es la meta, esa es la misión.
La tarea de educador es una tarea titánica. Desgraciadamente no todos la entienden y no todos la valoran. Sin embargo todos nos beneficiamos de ella.
Como en todo en la vida, aquí también hay altas y bajas. Y si ahora estas en bajas, no es mas que una onda del ciclo. De alguna forma todo volverá a su nivel; pues cuando se persigue una meta con vocación y perseverancia no hay obstáculo que no sea vencido.
Como dice Julio Iglesias: treinta y tres años nada mas son media vida. De manera parece que te quedan misiones que cumplir. Cuando disfrutas lo que haces no tienes que trabajar, dicen por ahí.
Te felicito por esa lucha titánica de treinta y tantos años. Los beneficios económicos son los menos en esta carrera. En cambio la satisfacción personal vale mas que el dinero. Y para terminar te dejo con una cita de Joan Manuel Serrat: “ Todo pasa y todo queda pero lo nuestra es pasar… pasar haciendo camino, camino sobre la mar…”
Sigue tus instintos; y buena suerte.
Te aprecia,
Angel