sábado, 5 de abril de 2014

Dicen...

Dicen que tengo buena memoria, pues logro recordar cosas de hace un buen tiempo, pero es que hay hechos que marcan y quedan en algún lugar de mi cerebro y luego brotan. Supongo que otras quedan enterradas, bien enterradas.

Lo más remoto que alcanza mi memoria  es el día en que me monte en un autobús verde, no muy nuevo, el  cual me llevo a la escuela por primera vez. Al llegar, bajarme del autobús y llorar y llorar hasta que una profesora me rescato.  Tendría 4 años de edad según mi conteo; hice  Kinder y Pre-first juntos ese año escolar.

Si lo que mas recuerdo es de cuando tenia cuatro años de edad y he hechos ejercicios de “regresión” personal con toda la intención de refrescar mi memoria, entonces un ser común,  normal puede que recuerde a partir de mucho después y eso significa que Jorge Eduardo posiblemente no me recuerde en esta etapa de su vida un día del mañana; solo me conocerá por fotos. Ese dato me “angustia” un poco.

¿Que recuerdo de mi estar en la isla? De eso se trata este escrito.

Lo ultimo que recuerdo es  sentado en el avión de PanAam mi hermana llorando  y yo nervioso, sin saber que hacer, ni pensar. Íbamos a lo desconocido y en parte entendía que me  tocaba ser el  adulto. Tenía 14 años  de edad cumplidos un mes antes.

Lo primero a mi mente: la escuela,  yo llorando;  lo ultimo: en el avión saliendo hacia lo desconocido y dejando atrás todo, y llorando sin que se viesen las lagrimas.

En esos diez años, ¿que recuerdo?  Viene lo negativo con más facilidad que lo agradable.

-          El día en que me montaron en un carro de policía para llevarme preso, ya en la época revolucionaria.
-          La noche en que la mano derecha de mi padre, vestido de miliciano con su pantalón olivo y camisa azul, comandaba a un grupo que reviso mi casa con todo detalle,  totalmente, menos el garaje, gracias a Dios, no fue al garaje.
-          La noche de septiembre del 60 en que hacia guardia de orden en la manifestación anticastrista con la Virgen de la Caridad del Cobre y bajo el mando de Monseñor  Boza Masvidal, Obispo de La Habana y la milicia que  sentía detrás de mi con sus armas preparadas y yo apretado.
-          La mañana en que estando en la iglesia con mi madre, la fuerza revolucionaria nos cerco y no nos dejaba salir apuntándome con una ametralladora 50 cuando me dirigía a la salida. Salí, lleve mi bicicleta a casa y regrese a estar detenido voluntariamente dentro del santuario con todos los demás.
-          Las puertas de tres  autos del G2 cerrarse al unísono en una noche cualquiera y darnos cuenta que no era a nosotros a quien visitaban, sino al vecino del frente.
-          La mañana del lunes 17 de abril en que los aviones nos despertaron ametrallando el campamento de Columbia relativamente cercano a nosotros.
-          La tarde en que mi tía política casada con mi tío Rafael vociferaba a favor de Castro y nos intimidaba a denunciarnos de no seguir las pautas revolucionarias.
-          La mañana en que me robaron mi bicicleta en mis narices.
-          La despedida a mi tía Lía enferma de cáncer y sus predicciones sobre cada uno de nosotros: afuera de la clínica se oía  una manifestación pro el gobierno, no  se si fue en mayo del 59 o del 60.
-          El ataque a Palacio el 13 de marzo del 57 y su fracaso. 10 años tenia
-          Cuando Camilo Cienfuegos no apareció de su vuelo en avión, perdido en el mar, octubre del 59.
-          Mi caída de la bicicleta y mi barbilla ensangrentada, la caída de mi hermana en bicicleta, también ensangrentada. Mi vida alrededor de la bicicleta.
-          Un huracán que pasamos todos juntos en el cuarto en medio de la casa, sin luz, y oyendo la radio de baterías. En esa misma habitación de noche en diciembre del 58 escucharíamos las trasmisiones desde la Sierra Maestra de Radio Rebelde y su consigna 03C.
-          Mi estar en la clínica un mes ingresado por principio de tifus.
-          El quedarme con mis tías mexicanas cuando mis padres solían salir con mi hermana al Tropicana, al  yo no poder ir.

De lo positivo diría

-Los quince años de mi hermana y su fiesta: en la casa.
-Las salidas los sábados en la mañana de mi padre y yo en autobús público y a pie por la Habana Vieja, entre otros visitando .los sitios acorde a su trabajo de publicista.
-Las croquetas prepradas y ls galletitas preparadas en el club de playa.
-La batida de frutabomba (lechoza) con leche  en el bar de la esquina antes de acostarnos;  parte del ritual de la “pandilla”.
-La pandilla del barrio con mi garaje de cuartel y el portal de mi casa como centro de todas las amigas de mi hermana.
-Los juegos de pelota en la esquina en el solar vacío.
-Las escapadas en bicicleta al zoológico del Vedado, al aquarium en Miramar; y mis idas y venidas al super, la bodega, al colegio, al zapatero; siempre sobre mi bicicleta.
-El poder escoger mi bicicleta J.C. Higgins en Sears con el permiso telefónico de mi papa.
Las visitas al Rancho Luna con la familia, y los viernes al buscar a mi papa que solían terminar en una cafetería o restaurant o en el barrio chino.
-Las clases que daba de noche a los obreros en Belén.
-Los paseos en auto por la central de trenes, por el Prado, pasando los túneles ya sea bajo río o bajo la bahía.
-Las visitas a mi cuarto a quedarse por un tiempo de mi tía abuela Lía, por parte de padre y sus conversaciones.
-El que Nino, mi cuñado, me invitase a comer ancas de rana al Ecloc  en la esquina de casa y me dijo que eran alitas de pollo.
-El cine de los sábados y  cuando  acompañaba a mi hermana y su novio como chaperón entre semana  y veía películas  más adultas.
-Mi caminar lloviendo con mi mama por la calle.
-El piano de mi mama y su tocar en horas de la tarde.
-El club de Playa con mi hermana en Miramar.
-Mi colegio, mis amigos, mis profesoras (todas hembras), la pandilla del barrio.
-Mis primeros enamoramientos platónicos y no tan platónicos.
-La sopa de ajo y el pollo casi quemado con su pan de ajo y aceite verde de mi tía Paquita.  Solo yo lo comía.
- Nuestras visitas a casa del tío Rafael en la playa de Tarara.
-Mi ver TV con mi familia femenina, mi madre y hermana; y los juegos de pelota con mi padre, el del equipo de los Tigres del Marianao y yo de los Alacranes del Almendares; así como la serie de  Perry Mason.
-Un pueblo feliz al recibir en enero 8 a las Fuerzas Rebeldes en camino a Columbia y luego  en diciembre  de ese año 59 celebrar en las calles de los barrios las Navidades, todos unidos.

No se, podría seguir escudriñando en mi mente, pero en el fondo esto es lo que suele salir  con facilidad y en parte es lo que he escrito de una manera u otra en estos casi 200 escritos ya realizados en la “esquina del olvido de dj”.





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