Dicen que
tengo buena memoria, pues logro recordar cosas de hace un buen tiempo, pero es que
hay hechos que marcan y quedan en algún lugar de mi cerebro y luego brotan. Supongo
que otras quedan enterradas, bien enterradas.
Lo más
remoto que alcanza mi memoria es el día
en que me monte en un autobús verde, no muy nuevo, el cual me llevo a la escuela por primera vez.
Al llegar, bajarme del autobús y llorar y llorar hasta que una profesora me
rescato. Tendría 4 años de edad según mi
conteo; hice Kinder y Pre-first juntos
ese año escolar.
Si lo que
mas recuerdo es de cuando tenia cuatro años de edad y he hechos ejercicios de
“regresión” personal con toda la intención de refrescar mi memoria, entonces un
ser común, normal puede que recuerde a
partir de mucho después y eso significa que Jorge Eduardo posiblemente no me
recuerde en esta etapa de su vida un día del mañana; solo me conocerá por fotos.
Ese dato me “angustia” un poco.
¿Que
recuerdo de mi estar en la isla? De eso se trata este escrito.
Lo ultimo que
recuerdo es sentado en el avión de
PanAam mi hermana llorando y yo nervioso,
sin saber que hacer, ni pensar. Íbamos a lo desconocido y en parte entendía que
me tocaba ser el adulto. Tenía 14 años de edad cumplidos un mes antes.
Lo primero
a mi mente: la escuela, yo llorando; lo ultimo: en el avión saliendo hacia lo
desconocido y dejando atrás todo, y llorando sin que se viesen las lagrimas.
En esos
diez años, ¿que recuerdo? Viene lo
negativo con más facilidad que lo agradable.
-
El
día en que me montaron en un carro de policía para llevarme preso, ya en la época
revolucionaria.
-
La
noche en que la mano derecha de mi padre, vestido de miliciano con su pantalón
olivo y camisa azul, comandaba a un grupo que reviso mi casa con todo detalle, totalmente, menos el garaje, gracias a Dios,
no fue al garaje.
-
La
noche de septiembre del 60 en que hacia guardia de orden en la manifestación anticastrista
con la Virgen de la Caridad del Cobre y bajo el mando de Monseñor Boza Masvidal, Obispo de La Habana y la
milicia que sentía detrás de mi con sus
armas preparadas y yo apretado.
-
La
mañana en que estando en la iglesia con mi madre, la fuerza revolucionaria nos
cerco y no nos dejaba salir apuntándome con una ametralladora 50 cuando me
dirigía a la salida. Salí, lleve mi bicicleta a casa y regrese a estar detenido
voluntariamente dentro del santuario con todos los demás.
-
Las
puertas de tres autos del G2 cerrarse al
unísono en una noche cualquiera y darnos cuenta que no era a nosotros a quien
visitaban, sino al vecino del frente.
-
La
mañana del lunes 17 de abril en que los aviones nos despertaron ametrallando el
campamento de Columbia relativamente cercano a nosotros.
-
La
tarde en que mi tía política casada con mi tío Rafael vociferaba a favor de
Castro y nos intimidaba a denunciarnos de no seguir las pautas revolucionarias.
-
La
mañana en que me robaron mi bicicleta en mis narices.
-
La
despedida a mi tía Lía enferma de cáncer y sus predicciones sobre cada uno de
nosotros: afuera de la clínica se oía una manifestación pro el gobierno, no se si fue en mayo del 59 o del 60.
-
El
ataque a Palacio el 13 de marzo del 57 y su fracaso. 10 años tenia
-
Cuando
Camilo Cienfuegos no apareció de su vuelo en avión, perdido en el mar, octubre
del 59.
-
Mi
caída de la bicicleta y mi barbilla ensangrentada, la caída de mi hermana en
bicicleta, también ensangrentada. Mi vida alrededor de la bicicleta.
-
Un
huracán que pasamos todos juntos en el cuarto en medio de la casa, sin luz, y
oyendo la radio de baterías. En esa misma habitación de noche en diciembre del
58 escucharíamos las trasmisiones desde la Sierra Maestra de Radio Rebelde y su
consigna 03C.
-
Mi
estar en la clínica un mes ingresado por principio de tifus.
-
El
quedarme con mis tías mexicanas cuando mis padres solían salir con mi hermana
al Tropicana, al yo no poder ir.
De lo
positivo diría
-Los quince
años de mi hermana y su fiesta: en la casa.
-Las
salidas los sábados en la mañana de mi padre y yo en autobús público y a pie
por la Habana Vieja, entre otros visitando .los sitios acorde a su trabajo de
publicista.
-Las
croquetas prepradas y ls galletitas preparadas en el club de playa.
-La batida de
frutabomba (lechoza) con leche en el bar
de la esquina antes de acostarnos; parte
del ritual de la “pandilla”.
-La
pandilla del barrio con mi garaje de cuartel y el portal de mi casa como centro
de todas las amigas de mi hermana.
-Los juegos
de pelota en la esquina en el solar vacío.
-Las
escapadas en bicicleta al zoológico del Vedado, al aquarium en Miramar; y mis
idas y venidas al super, la bodega, al colegio, al zapatero; siempre sobre mi bicicleta.
-El poder
escoger mi bicicleta J.C. Higgins en Sears con el permiso telefónico de mi
papa.
Las visitas
al Rancho Luna con la familia, y los viernes al buscar a mi papa que solían terminar
en una cafetería o restaurant o en el barrio chino.
-Las clases
que daba de noche a los obreros en Belén.
-Los paseos
en auto por la central de trenes, por el Prado, pasando los túneles ya sea bajo
río o bajo la bahía.
-Las
visitas a mi cuarto a quedarse por un tiempo de mi tía abuela Lía, por parte de
padre y sus conversaciones.
-El que Nino,
mi cuñado, me invitase a comer ancas de rana al Ecloc en la esquina de casa y me dijo que eran alitas
de pollo.
-El cine de
los sábados y cuando acompañaba a mi hermana y su novio como chaperón
entre semana y veía películas más adultas.
-Mi caminar
lloviendo con mi mama por la calle.
-El piano
de mi mama y su tocar en horas de la tarde.
-El club de
Playa con mi hermana en Miramar.
-Mi
colegio, mis amigos, mis profesoras (todas hembras), la pandilla del barrio.
-Mis
primeros enamoramientos platónicos y no tan platónicos.
-La sopa de
ajo y el pollo casi quemado con su pan de ajo y aceite verde de mi tía Paquita. Solo yo lo comía.
- Nuestras
visitas a casa del tío Rafael en la playa de Tarara.
-Mi ver TV
con mi familia femenina, mi madre y hermana; y los juegos de pelota con mi
padre, el del equipo de los Tigres del Marianao y yo de los Alacranes del
Almendares; así como la serie de Perry Mason.
-Un pueblo
feliz al recibir en enero 8 a las Fuerzas Rebeldes en camino a Columbia y
luego en diciembre de ese año 59 celebrar en las calles de los
barrios las Navidades, todos unidos.
No se,
podría seguir escudriñando en mi mente, pero en el fondo esto es lo que suele salir
con facilidad y en parte es lo que he escrito
de una manera u otra en estos casi 200 escritos ya realizados en la “esquina
del olvido de dj”.
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