Vino con el día de Reyes, un 6 de enero del 1914. No siempre fue gorda, pero todo indica que yo al nacer le provoque que engordara y no regresara atrás, así como su espalda quedase adolorida por siempre.
La parte religiosa de mi persona viene de ella. Es quien me acercó a la música, a la cocina, a los animales, a la naturaleza en general. Si hice la primera comunión fue por su insistencia ya que era ella quien me llevaba a la catequesis mientras participaba en sus ensayos del coro. El que yo fuese luego catequista en la Iglesia de San Agustín me imagino que tuvo su intervención sutil.
Recuerdo con mucha claridad a finales del año 60 o principios del 61 estando nosotros en misa, a las salidas de la iglesia se habían apostado unos militares con ametralladoras antiaéreas de paticas y no dejaban salir a nadie. Yo como había ido en mi bicicleta se me ocurrió que podía perderla, y la recogí. y traté de salir por la puerta trasera. Me dejaron salir. Fui a casa, deje la bici y volví. El militar al verme volver solo dijo que si entraba no salía, y entré. Al cabo de un buen rato dejaron salir a todos poco a poco bajo un registro y dejando todas las monedas que uno tuviese con ellos. En aquella época las monedas eran hechas de metal de valor real, no como ahora. Mamá y yo regresamos. Acusaban a las iglesias de acaparar las monedas y hacer escasear a propósito el uso de las mismas.
La gorda lucia humilde y suave, pero era fuerte de carácter y algo orgullosa, no le gustaba que la confundiesen con las chinas poblanas, las indígenas del pueblo allá en Mérida, evitaba ponerse ropa típica que hoy todos usan, pero para ella eso era prohibitivo. También para ella fue prohibitivo el vestirse de rojo y negro, de una vez se quejaba, esos eran los colores de la revolución.
No piensen que nosotros no estábamos con la revolución, no. A papa lo llevaron al "laguito" en época de Batista y se salvó de chepa. El laguito era una parte de Miramar donde solían aparecer personas ahorcadas que no eran batistianos. Papá había sido del ABC en contra de Machado y mantenía su rebeldía en cuestión de política. Al llegar Fidel a la Habana salimos como todos a recibirlo en plena fiesta a la 42, camino a Columbia donde dió su discurso con Camilo Cienfuegos a su lado y las palomas en el hombro. Cuando Camilo desapareció en el mar misteriosamente, ese día las cosas empezaron a cambiar en mi casa referente a la revolución, Nadie dijo nada, pero son de esas cosas que se sienten. Mi hermana en las navidades del 59 para el 60 regreso diciendo que en Miami se decía que la revolución era comunista, y nosotros nos reímos y dijimos que cómo iba a ser, yo también me reí aunque no tenía idea de lo que era el comunismo.
En los días previos a la invasión de abril llamaron a mi casa preguntando por mí y dejaron el recado de que me juntase en un lugar. Luego supe que se lo calló, no me dijo nada. Los que fueron al punto fueron apresados y llevados al Palacio de los Deportes junto a muchos otros.
En el físico la Gorda no se parecía a mis otras dos tías, Paquita y María, yo la relajaba diciendo que ella era hija del lechero, ella solo se reía. Salió de México, perdón, Mérida, Yucatán hacia la Habana cuando mi abuela María del Carmen murió. No conocí personalmente a nadie de su familia excepto a mis dos tías quienes vivían en el piso de arriba de mi casa, realmente la casa era de ellas. Pude conocer donde ella vivió cuando niña al visitar Mérida, en la avenida principal donde no hay casas, sino residencias con todo su esplendor de entonces.
En la Habana se mudó con Paquita y su esposo Ramón, este último fue como su padre, ya que no conoció al suyo propio. De ahí viene mi nombre de Jorge Ramón, el caso es que tampoco lo conocí, pero en agradecimiento me llamo Ramón en segunda, lo cual no me agrada mucho.
Encontramos en ella todo una madre, pero antes que madre era una esposa. Si mi padre llamaba dejaba todo y ahí se iba a juntar con él. Ella muy realista decía, si no voy yo otra va. Papá no era fácil, eso de vivir trabajando en el mundo publicitario, la radio y la televisión, tiene sus bemoles, y la gorda lo sabía.
El sábado siempre estaban juntos, y nosotros al cine. Los viernes siempre salían a bailar, a tomar, a estar, de vez en cuando nosotros también nos uníamos, sobre todo si era solo a comer. Los domingos ella iba a misa, cantaba en el coro.
Tenía todo listo, la comida, la ropa, lo que cada quien necesitaba y tocaba el piano, no todas las veces que ella hubiese querido, pero lo hacía. Me contaba de Lecuona, su profesor de piano. Cuando Ernesto Lecuona murió estuvo muy triste al igual que la Habana entera.
En un tiempo, antes de yo nacer, trabajo en la fábrica de pasta de dientes Fordham, ahí conoció como compañera de trabajo quien sería la esposa de Fulgencio Batista, pero nosotros no mantuvimos ningún contacto, al contrario. En esa época como ella trabajaba había una niñera, Martha, que cuidaba de mi hermana. Ya en mi época, las cosas estaban mejor económicamente hablando y ella se encargo de mi a tiempo completo.
En el exilio fue compañera de mi padre en todo momento y volvió a trabajar en una fábrica de Chicago, allá conoció a varias mexicanas igual que ella y se juntaban. Había renunciado a ser mexicana y se hizo cubana, y cuando quisimos salir a México nos fue negada la entrada, un mexicano en aquel entonces no podía dejar de ser mexicano así sin más, y se quedó siendo cubana, luego residente americana, no se nacionalizó estadounidense.
Ella de una u otra manera estuvo en la crianza de mis tres hijos, con unos más y con otros menos. Dudo que ellos la olviden, sobre todo los varones, porque ella tenía debilidad con los varones, incluyendo a Alex, el hijo de mi hermana y mi ahijado, no tanto de Christie, mi sobrina. Nunca supe por qué ese favoritismo y claro conmigo por igual versus mi hermana.
Ella fue la maestra en cocina de todas las ayudantes que tuvimos en especial de Aracelis que ya hacia la comida cubana con sus bistés, habichuela negra, ropa vieja, picadillo…y la yucateca como el pollo con jamón y almendras, las lentejas con plátano maduro… igual que ella.
Recibía a todos con cariño, y amor. Dispuesta siempre a brindar algo: un cafecito con espuma, un mojito, sus famosos tacos, galleticas preparadas o una pasta de lo que apareciese. Todos sabíamos que no estaba bien cuando no quería levantarse, sino acostarse, o no quería salir o comer, una andariega de primer orden y de muy buen comer, no era para quedar en cama o rechazar una fruta o un dulce.
Se fue un 22 de marzo, su número favorito. Se había casado a los 22 un 22 de febrero.
La verdad que estos articulos tuyos me fascinan, por lo costumbrista y realista que son
ResponderEliminarY otra vez volvió y me gustó igual!
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