Nos
arropan, es un hecho. Donde quiera que uno visita, camina, anda por esos
campos, por esas calles y avenidas, ahí están. Muchas veces los reconocemos de
solo verlos, por su piel, su forma de vestir, la forma de recoger el cabello de
sus mujeres, la blanca sonrisa de sus dientes; otras veces nos es difícil
identificarlos, no sabemos si son o no son, hasta que hablan con la rapidez de
una ametralladora.
Me he
dedicado a observarlos cuando camino y noto que tienden a estar en grupos, no
solos. Pero lo que más me llama la atención es que siempre los veo trabajando.
O subiendo blocks, dándole a la mandarria, hacienda mezcla, vendiendo algo en
la esquina, ya sea esquimalitos, tarjetas de llamadas, frutas, dulces, algo.
Si es
en la acera te venden café, empanadas, víveres,
frutas, flores, chicle, mentas, agua, refrescos.
Visitas un
edificio y quien cuida y limpia es uno de ellos.
El punto
es, que los veo produciendo, buscando su sustento y me imagino que el de otros
más. No están sentados, esperando “lo mío”, que le den, ellos se la buscan. No
están sentados esperando sin más como otros hacen.
Hice un
brinco en mi mente y asocié este ¨arropaje¨ cultural con el que sufrieron los
antiguos habitantes de Miami, Miami Beach, Opalocka, Hialeah, Coral Gables, el
Kendal incipiente, Coconut Grove, Miami Springs, todo un conjunto de ciudades
las cuales lentamente se han ido juntándose una a otra para formar lo que hoy llamamos el Gran Miami.
Imagínense
esos latinos impetuosos, que hablan alto, que les gusta sus tabacos, su ron, su
jugar domino y siempre están trabajando y comprando propiedades y poco a poco
ellos son más y esos latinos que no sabemos por “que carretera entran” como
diría un senador de USA en aquel entonces, nos van arropando. Ya no es la calle
8 su centro de operaciones, sino La Flagler llena de oficinas de grupos
revolucionarios dicen, y luego la Brickel, la Coral Way y la…
Poco a poco
solo se oye hablar en castellano y aparecen las tiendas que dicen “aquí se
habla inglés”. La radio, la televisión, la prensa lentamente pasan a ser de
ellos o por ellos, al frente de las
cámaras o detrás del micrófono. Su música inunda las calles, su rumba
contagiosa avanza de calle en calle.
Surgen los
hijos de estos latinos mal hablados y las escuelas se llenan de ellos. Las
autoridades tienen que aprender el español y empiezan a contratarlos en sus
oficinas para poder atender a esos latinos que no hablan inglés. Los carteros,
los policías, los choferes de autobuses empiezan a tener la tez más oscura y
los ojos menos verdes o azules.
Oímos que
muchos de esos latinos son parte del ejército que va a Viet Nam, y luego son
Marines y Coast Guards, o en el Navy, en la Air Force; pero ya el inglés de
ellos al hablar es mejor y casi todo lo dicen en ese idioma anglosajón. Los
adultos tratan de mantener su religión y costumbres y les cuesta entender la
transformación que sus hijos van teniendo que les empiezan a decir “mom”, “pa”,”daddy”
y no saben que es a ellos a quienes
llaman los más jóvenes. Surge un spanenglish donde les cuesta hablar sin el ah, ah, entre frases.
La cultura
y costumbres de esos latinos arropadores de pronto han sido arropadas por ese
grupo inicial que decidió aceptar esa
“invasión” de trabajadores y de emprendedores, pero que ellos eran ellos y debían
por tanto, todos esos latinos hablar su idioma y celebrar el día de los veteranos como ellos,
después de todo ya ellos tenían cuerpos en Arlington Virginia por igual; que
los Reyes Magos no se celebraba, sino Santiclo, y el día del trabajo no era en
mayo, sino en septiembre, y, y , y; se creó una fusión donde ya nadie discute
que esos bocones están ahí, con su bandera azulada al lado de la de las 13
rayas. Las dos están ahí. Una simbiosis digna de ser estudiada. El pez grande
aprendió a convivir con la sardina y la sardina creció y lucia como si fuese el
pez grande.
Ya hay posible candidato a la presidencia de uno de sus hijos,
otros ya han sido alcaldes, diputados y senadores a nivel estatal y nacional;
jefes de la policía, jueces, …; en fin ya todos son parte del mismo Sistema.
De pronto
regresé, me había olvidado de un hecho que cambia todo. Aquellos latinos habían
logrado su independencia geográfica, política y económica de Europa. Acá había
sido precisamente de esos oscuros de piel de quien uno se había separado y
constituido en nación independiente y la historia se olvida, pero siempre hay
mitos y leyendas que se repiten y repiten y uno olvida que fue precisamente el
lado español quien invitó al lado francés a ocupar el territorio después de ese
intento fallido de finales de 1821.
En el fondo
percibí que mientras allá, en la tierra de los pantanos, se hizo una fusión
donde la bandera de las 50 estrellas prevalece sobre todo; aquí se tiene miedo
de que nuestras costumbres y cultura no sean lo suficientemente fuertes y seamos nosotros los que tengamos que hablar otro idioma, entre otras
cosas.
De pronto
sentí pena, lástima, no sé ya cuál es el epíteto que mi grupo natural usaba,
pena o lástima, de esos blancos ojos claros cuando nosotros latinos mal
hablados y bulliciosos empezamos a llegar poco a poco hasta convertirla en algo
de uno, sin ser de uno. Cuando muchos de ellos optaron por emigrar y dejarnos
el espacio, su espacio; error histórico.
En menos de 50 años, todo fue consumado, el ¨arropaje¨
y la fusión. Solo en 50 años, medio siglo, todo sucedió.