domingo, 3 de septiembre de 2017

En voz baja #227

Me ha tocado vivir antes de tiempo, o sea, quemar etapas de mi vida en el momento que otros ni pensaban en lo que yo estaba pensando o haciendo lo que yo estaba haciendo y claro se queda un vacío de ese espacio lógico de vida que brinqué. Queda como materia pendiente que debo examinar para terminar el curso.

Cuando comparo, y no se debe comparar, con otros, ahí sí es verdad que me percato de que si, muchas cosas no las llegué a vivir como el simple correr, hacer maldades, perder el tiempo, que se yo. Puede que alguien que me conociera de corta edad diga que todo es invención mía, pero si no lo recuerdo, si no hay datos en mi memoria es porque no se dio,  hubo amnesia voluntaria o involuntaria, pues  el archivo está vacío, ¿quién le dio a Delete?

Ese espacio de hoyo negro personal debe tener su razón. Puede que ya fue absuelto, perdonado, con todas aquellas estampas del Papa bendiciendo a uno, quizás alguien pago por mi alguna vela o aquello de la edad Media, ¿cómo se llama?, indulgencias.  Que usted no cree en nada de eso, pues somos dos, pero debe haber alguna explicación. Y al fin al cabo ustedes son los religiosos, no yo. Yo ciertamente no soy religioso. No me gustan las reglas sin sentido. Yo actúo según mi consciencia, contaminada, pero mía.

Yo soy espiritual, creo en la energía que nos une a unos con otros, Creo en que otros me traen energía y otros seres, medio ladrones, me la quieren quitar, mi energía,  y se aprovechan de mi ingenuidad y zas!, pero siempre alguien me dice al oído que me van a robar mi energía y el zas se lo hago yo, dejándolo con el rabo entre piernas, juyendo, sin saber qué ocurrió.

Valoro mi energía y mi espacio. Los que poseen el “tipo” de energía a la mía lo saben, lo sienten, como yo a ellos. Y esa energía sana, amengua el dolor, puede ser como un Rayos X y ve en los adentros del otro. Nunca en mí, en uno mismo. Surgen como inspiraciones, no son buscadas, brotan de mis labios y luego ni sé lo que dije. Pre-siento, veo o he visto a distancia. Con el tiempo las cosas se ofuscan, es como que hasta para eso hay usar  lentes progresivos..

Nada es estático, todo se mueve, nada es igual, y aunque digo que las palabras TODO y NADA no deben ser usadas por ser absolutas, en este caso, SÏ deben usarse. Todo lo que nos rodea no necesariamente es como lo captamos, puede haber distintas formas de ver una misma realidad. Puede haber formas diferentes de darle sentido a esa sin sentido que es la vida y la aprehensión de ella,  solo son elementos fugaces aunque luzca que tenemos una misma percepción.

Como todo cambia nada es igual, es como el rio donde el agua corree y corre,  no llega a ser  la misma.

Lo externo a mí se relaciona a mí y es relativo a mí, soy yo quien le da sentido, lo acerco o lo alejo. Por eso hay personas que atraen para sí mismas sensaciones no gratas y otras desde su mirar, su sonreir, su caminar está imanizando, magnetizando  el ambiente.

Al cumplir 365 días de haber nacido, estamos comenzando un nuevo ciclo de 365 días. Cada ciclo es en espiral, luego se sube y luego se baja para subir más alto. Giramos y giramos, pero no nos mareamos a no ser que nos detengamos y no querramos seguir dándole razón a la sinrazón, a la vida misma, y ahí entra un gran mareo, nauseas, nos caemos, tambaleamos, no sabemos dónde estamos, ni hacia dónde vamos.

Jorge Eduardo me hizo ver que hay 180 días previos a ese nacer donde decidimos venir a este teatro, escogemos nuestros padres y grupo donde encajaremos, preparamos un plan de trabajo por competencias con sus indicadores de logro y todo,  que firmamos con tinta invisible. Son 6 meses de preparación y es que nos olvidamos que debemos prepararnos para cualquier desenlace, decisión, camino o ruta a seguir, incluyendo la difícil tarea de hacer camino al andar. Hay  que meditar, pensar prepararse, ejercitarse, se nos olvida su importancia, el reflexionar antes, durante y después del caminar. Y por supuesto, vivir el hoy, que el mañana nunca será igual al hoy. Este ahora es único y sólo del ahora sabemos que existe siempre desde mi propia perspectiva, de mi realidad, de mi yo histórico, luego cambiamos, porque todo cambia, y ya no  pensamos igual, no vemos las cosas de igual forma y hasta pena nos da el haber pensado de esa otra forma, tan inmadura.

Nosotros no  somos iguales, sólo tenemos los mismos derechos por el simple hecho de ser humano, ser parte de la humanidad, pero no somos iguales, somos distintos, diferentes, únicos.


¿Y qué nombre le pongo a todo esto?  ¿En voz baja con mi ser, susurros?



jueves, 31 de agosto de 2017

Qué pena que pase el tiempo ! #226

Qué pena que no se bailar, que pena,  me sigue dando pena,  más aún cuando quien me ve,  sabe que soy caribeño y  más aún de la isla. Y ahí viene el estereotipo, ¡!!un cubano y no sabe bailar!!!

Suelo contestar que la revolución no me dejó bailar y entiendo que los “otros” no entienden. No han vivido una revolución y menos aún ésta,  ya que ellos   se imaginan que la revolución cubana fue todo bueno, maravilloso, un paraíso en la tierra, nada que lamentar y dicen que si me lamento es porque mi familia y yo  éramos parte del régimen pasado. ¡Qué pena que piensen así!!

Los “otros” no entienden que a los 10 años  cumplidos se dió el ataque al Palacio Nacional por el Directorio del 13 de marzo. A partir de ahí,  mi disco interior se concentró  en eso llamado revolución, en ese entonces a favor. El resto de mi pre adolescencia fue en eso, revolución, y llegó el 59 con doce años y todo sigue siendo revolución a favor y quise ser de la brigada juvenil y se respiraba y se ... en fin, la revolución era todo, aún a favor.

Luego llega el 60, yo con trece, y sigue la revolución, sigue el dar clases a obreros, sigue el ser parte de la dirigencia de la Juventud Católica, y viene el 8 de septiembre y el Obispo Eduardo Boza Masvidal ,  la manifestación religiosa, ya en contra, pero sigue la revolución. Bailar cuándo, bailar dónde,  no,  solo hay revolución, a favor o en contra, pero revolución.

Llega la invasión por Bahía de Cochinos  y ya tengo 14 y por poco caigo preso, y sigo en la revolución, pero en contra con el Directorio y salgo exiliado aún con catorce y qué tiempo hay para bailar. No,  solo hay tiempo para trabajar, y estudiar y revolución,  más aún ahora en contra, ya en el exilio no solicitado, o pedido sólo está ahí y somos dirigente revolucionario, ahora en contra.

Llegan los 15 años de edad. Todas las tardes después de la escuela es revolución y las noches, los fines  de semana y es revolución, aunque en contra. Se da el ataque al Blanquita por los nuestros,  y se da octubre y la crisis de los cohetes y el FBI, la CIA y se muere JFK, y sigue todo confuso. 

Se dan  los 17 años y me gradúo y se me ocurre pasar a ser parte de la Compañía de Jesús y ahí no se bailaba,  sí se cantaba, pero no se bailaba. En los 66 y sigo en lo mismo, Patria o Muerte, Vencieron ellos.

 Y cuándo, ¿cuándo iba a aprender a bailar?. Llegó Venezuela y  mis 19 y mis 20, luego Santiago y mis 21 y 22 y ya seguí mi curso de vida en contra de la corriente. 

Marisol Almonte trató de enseñarme en Santiago  a que me moviera con el merengue de entonces, pero ya era tarde. Juan Luis me salvó un poco, pero no,  que pena,  no sé.

Pero honor a la verdad, en mi época se bailaban boleros, la música en los “proms” era suave, mejilla con mejilla y un, dos y tres y un dos y tres. Lucho Gatica, Neil Sedaka,  Bobby Vinton, Paul Anka,.. Suave, suave. Luego fue el maestro Solano.

El danzón y el son eran para los viejos. Ya el mambo y el cha cha estaban, de eso si,  no sabía. No había merengue en ese momento de mi vida. La Salsa vino mucho, mucho después. Luego, que pena, no sé.

Quiero quedar bien tirando el problema al uniforme verde olivo, a  lo que eso significó y significa. Pero qué pena, no sé. Y Patria o Muerte, “ellos” ganaron, los seudo revolucionarios ganaron. ! Qué pena todo!

“Qué pena que pase el tiempo y me siga dando pena.” (Niña Pastori canta)




viernes, 3 de febrero de 2017

Lo exraño. # 225

Hace unos días, el primero de mes, mi padre cumplió 46 años de irse. Ese día recuerdo que lloré caminando con mi esposa recién casada ese fin de semana y sólo recuerdo que dije haber perdido a mi amigo, y eso era mi padre, mi amigo. Había perdido el que me comprendía, el que sabía antes de yo hablar lo que iba a decir, el que leía mis cartas semanales y me contestaba sin más, contándome todo lo que había pasado esa semana, lo que soñaba y había dejado de soñar.  Juntos poco hablábamos, lejos mucho escribíamos, y a pesar del tiempo, lo extraño.  Ya no hablamos, pero lo llamo de vez en cuando, aunque sé que no volverá, ya volvió.

Luego con el tiempo aprendí que él había regresado, y así el  mismo me lo había hecho saber, había regresado, en mi hijo Jorge Armando. Y de pronto me calmé, ya él estaba de nuevo conmigo, protegiéndome.

Con el tiempo el mismo Jorge Armando empezó a actuar como si fuese mi  padre y yo el hijo. Yo lo dejaba pasar,  pues en el fondo era mi padre.

Pero ahora de pronto, lo extraño, ahora de pronto, me doy cuenta que vivió menos que yo, todo se hace un tollo en mi cabeza.

Bueno, lo que quiero decir, al oír ayer  la ida del padre de  Lorenzo, de que todo se volvió al presente, fue el segundo  detonante, el primero fue el percatarme que Ambiorix, el  padre de Xiroibma hacia diez años de ido en la misma fecha, y de pronto, todo fluye y  sí,  lo extraño en el ayer, en lo vivido, en lo no vivido, sino soñado. Ha pasado  casi medio siglo, y no importa, lo extraño. Y la isla vuelve, se hace presente de pronto, se revolotea todo, lo que pudo ser y no fue, lo planificado en vida para nada y lo sufrido, lo llorado, lo poca cosa que uno se siente antes ese pasado, vejado, y la isla en el ayer. La isla que mi padre me enseñó a amar, la isla que mi padre me sembró en mi corazón, la isla imposible de dejar en el olvido, su magia, su magia.

Extraño de mi padre sus consejos, sus silencios, su  llamarme BOY,  y yo sin saber si hice bien o no con  decisiones tomadas donde yo era el centro y no él, quizás él hubiese hecho  lo mismo, no sé, queda la duda. La angustia de la duda, el no saber. La verdad la sabré cuando me encuentre con él en su yo anterior. Nos juntaremos de nuevo y sin hablar, fluirán las ideas y comprenderé, entenderé y espero poder aceptar, lo que hoy no comprendo, ni entiendo ni acepto en mi interior.

De su regreso en y con  Jorge Armando o no, lo extraño y eso es lo único que ahora sé, casi ahoritica   sé lo manifesté  a mi hermana, 46 años hace dos días y ¿cómo es posible que aún lo extrañe?  Pero es así.

domingo, 7 de agosto de 2016

...latino a todo dar. #224

Leyendo a otros, uno reflexiona y recuerda momentos que no pasaron desapercibidos. Quedaron en archivo. Si quedaron es porque algo hizo que se quedaran.

Yo desde que tengo conocimiento de mi sé que soy cubano, un ser privilegiado de haber nacido en la isla. Al salir de ella descubrí que no solamente era cubano, sino que no era blanco a pesar de la blanquitud de mis glúteos. Que era mulato por el simple hecho de ser de Cuba, o eras negro o mulato, y yo no era tan oscuro, luego mulato.

Aprendí también de que no solo era cubano mulato, sino hispano. No hablaba inglés de nacimiento y era visto despectivamente como eso, hispano, ser incapaz de hablar inglés correctamente. Luego ese término fue cambiado por latino, pero yo sufrí el “spik” de hispano.

Hoy me doy cuenta de que los de la isla al salir en aquel entonces hicimos inicialmente nuestro gueto, nos apropiamos de un sector del “ southwest” de la ciudad de Miami, de ahí lo de la calle ocho. Yo vivía primero con mi tía en la décima avenida con la primera calle, más tarde en la misma avenida con segunda con mis padres al salir ellos de Cuba, y por último  la tercera calle, cuando ya viví  solo al irse mis padres a Chicago relocalizados por el gobierno, y yo quedarme en el sur, en mi gueto.

Viviendo entre nosotros, yendo a misa entre nosotros, con los nuestros, estudiando en Belén, colegio jesuita solo de cubanos, actuando siempre entre los cubanos mulatos-hispanos no me percaté de ser diferente. Los distintos eran los portoriqueños con su deseo de pelear y hacer pandillas. Hasta los rubitos sin color eran distintos a nosotros, pero no los veíamos prácticamente nunca. Sabíamos dónde estaban, pero para qué ir hasta allá?

Los  cines, las cafeterías, las tiendas del “downtown” estaban inundadas de nosotros y nada. No tenía problemas de raza. No necesitaba hablar ningún otro idioma que el antillano aprendido en la isla.

Como caminábamos de un lugar a otro  por la falta de dinero, no sabía de que había asientos para blancos adelante y para nosotros los no desteñidos, atrás. Hasta que tuve que usar el autobús por razones de trabajo primero, y luego porque las distancias eran largas y no me quedaba más que subirme al bus  y después de pagar al chofer sentarme atrás. Como siempre me gustó sentarme atrás cuando salía los sábados con mi padre en la isla, pues me era normal hacerlo, hasta que un día estaba todo lleno atrás y fui a sentarme más adelante y terminé de pie con todos los asientos vacíos delante.

Pienso ahora que eso me dio sensación de sentirme parte de un grupo, un orgullo especial, identidad grupal.

Cuando en esos días salió la película “West Side Story” lloramos con María y nos sentimos portoriqueños y hasta una camisa violeta-morada compré cuando pude, ser parte del gran mundo hispano.

Se agravó todo al ir yo al norte durante el verano. Fui a Chicago donde mis padres y ya ellos vivían en un buen lugar de mexicanos, cubanos y negros, hoy se dice afro-americanos, en aquel entonces, nigers. Era más clara la situación, no eran ellos blancos y yo tampoco.

Me gustaba ir al cine y a la iglesia caminando, seguíamos sin dinero. Y tuve que correr, un grupo de no oscuros me llamó “spik” varias veces y me mandé. Me escondí un buen rato en una farmacia de las de allá que son todo además de farmacia.  Los vi buscándome, pero no se atrevieron a entrar y por cansancio supongo se fueron. A partir de ahí escogía mejor por donde caminar. No tuve más problemas “raciales “que yo hoy recuerde.

Aunque en una biblioteca aprendí que dentro de los hispanos no todos somos vistos igual. Fui a sacar un libro y no tenía identificación. La señora no estaba por darme permiso aunque se extraño del libro que había seleccionado. Ricardín, mi amigo y hermano de la vida, me había enseñado a leer, qué sí y qué no. Parece que el tema del libro  no era normal para mi edad.

Después de yo insistir, lógicamente en inglés, la señora me preguntó si yo era de Puerto Rico y dije con orgullo que era de la isla caimán y sin más me dio el libro y cada semana devolvía uno  e iba por otro hasta que me fui de la ciudad.

Tuve que regresar a Chicago en otro verano a ver a mi  padre en cama por un ataque al corazón el cual rebasó. Coincidió mi visita con los “riots” en los barrios de los negros, y las manzanas o cuadras enteras en fuego, pero eso yo lo vi desde lejos y sentí que era de lejos todo. Parece que el vivir en Venezuela ese tiempo me hizo menos mulato, pero ya era latino a todo dar.



sábado, 9 de julio de 2016

Aferrarse. #223

Uno se aferra a cosas, momentos, circunstancias, personas, situaciones. Por eso la canción que dice “No te aferres”, me llama tanto la atención, pienso que es a mí que me lo dicen.

Pero uno de vez en cuando y de cuando en vez necesita un aferrarse, un ancla. Necesita aferrarse a no sé qué, depende de la situación, de lo que uno está viviendo.

Reconozco que en los momentos medio tristes en mis adentros,  no me comunico, uno se aísla un poco, para qué, para qué decir a otros lo que pasa en lo más íntimo de mi corazón, en el dedo meñique de mi corazón diría Juan Luis Guerra.

En esos momentos prefiero recurrir a la música de la isla. Es como si fuera un salvavidas que te tiran en medio de la mar. Pero no es a Celia Cruz que conocí realmente en el exilio a quien busco. No es al chá chá de mi niñez, ni los boleros que cantaba mi mamá aun  en su lecho de muerte en el hospital. No, recurro a una que nunca baile, a una que nunca realmente oí o escuché allá  en la isla, a una que a pesar de que la ignoraba cuando la tenía conmigo,  me retuerce mis recónditos interiores. Recurro a la Bella Cubana.

Quizás como buen masoquista recurro a ella, pues sé que en sus violines se irán mis lágrimas, sé que con esa clave mi corazón late al unísono, y cuando se explaya su música yo me subo con pecho en alto, erguido hacia el azul del cielo que no es cubano, pero es antillano.

A veces me pregunto porque uno quiere tanto esa isla que solo realmente conocí cuatro años de mi vida. Luché por ella sí cuando tenía 14, 15, y 16,  pero ya a los diecisiete andábamos por otros lares sin mirar atrás. Digo sin mirar atrás porque mientras estuve viviendo en USA, nunca dejamos de verla como una esperanza de vida inmediata. Al salir de USA, hacia lo desconocido, dejamos de verla como lugar de vida, solo como un sitio adorado  de recuerdos vividos y de añoranzas  no vividas.

Cuando casi al final suelen los violines ir y venir yo desearía que no se fuesen, que no anunciaran su adiós

Terminada la pieza  salto al casi hoy, Carlos Varela, Habaname. Soy dichoso de haber conocido mi ciudad caminando con mi padre en esos sábados memorables. Así  rememoro lo vivido al oír  que mi ciudad abrió sus piernas y nací yo. Y pienso que la entrada a la bahía por el morro se abre, y yo estoy en ese mar junto a la costa listo para nacer, como si estuviese dentro de un  útero que me guarda, cubre  y arropa con su agua.

El morro erecto vigilante como clítoris cuidando la entrada de la bahía-vagina,

Por qué me pega esa cubanidad, yo quisiera saber. Quizás en el fondo eso es lo que sé que realmente soy. Puede que la edad influya y nos hace más sensibles, más a flor de piel al repasar la isla. Puede que sea la fruta prohibida de comer, saborear y vivir.

Veo  la Rambla, el malecón, la estación de los trenes, el Prado, las emisoras de radio en pleno trabajo de novelas y las emisoras de TV como grandes almacenes o teatros, el canal  dos, el cuatro el seis; los periódicos con sus imprentas a plena labor; la Opera y sus pastelitos; la 23 y 12 y sus sándwiches realmente cubanos y dejamos de pensar. La nostalgia me paraliza.

Pensando y pensando yo soy consciente de la isla desde que tengo diez años de  edad, desde el ataque al Palacio de Gobierno y muerte por los esbirros de José Antonio Echevarría cerca de la universidad,  por lo que solo en cuatro años tengo guardado en mis recovecos unas calles, unos sabores, unos olores, un todo que me hace ser lo que otros me recuerdan continuamente, casi a diario, que yo soy y  en ese momento día a día me doy cuenta  que evidentemente no he logrado ser un buen camaleón.


viernes, 10 de junio de 2016

Sigo a lo Machado, a lo Serrat pero sigo # 222

Hay veces que quisiera entenderme.

Por qué hay días que estoy a flor de piel, sumamente sensible. No que me irrite y mal conteste, sino llorón, no hay otro epíteto que se me ocurra. Llorón, lagrimeo de una vez.

Sé que este mes de junio me suele poner así. No quisiera, pero es así. Se ha vuelto cíclico.

Nos quedamos con recuerdos, con imágenes. Situaciones que pensé había olvidado vuelven, regresan, y se presentan frente  uno. ¿ De dónde salieron?

Hay veces que quisiera volver al pasado, quizás no cambiar resultados, pero sí corregir, corregir miradas, corregir silencios,  corregir  afirmaciones, corregir negaciones, corregir espaldas, corregir huidas, corregir y ya no se puede, es muy tarde, todo es muy tarde.

El silencio interno no existe, al menos para mí. Bullen las ideas, los recuerdos, las palabras. La música los acelera, los olores los avivan, las tardes, las noches hacen todo presente. Y uno se sonríe solo y mira a los lados por si me ven. Uno llora solo y se esconde, a nadie le gusta que lo vean llorar, uno se vuelve frágil, o luce frágil. Pero uno sí ha llorado en este mundo, con razón, sin razón, de impotencia, de que sé yo.

Los años de pronto galopan sobre uno. Te aplastan, sientes que los cascos galopando se hunden en tus espaldas, te ves en el suelo pisoteado, gimes, esperas y luego te levantas, miras a tu alrededor y te dejas caer, de rodillas y te inclinas ante no se quien, te inclinas y pides y reconoces lo poco que eres y te quedas en esa posición hasta que sientes que te dicen, levántate, y lo haces y ¿ahora qué? Nadie te responde. Sabes que ya pasó, respiras, miras hacia arriba, no dices nada, solo sabes que hay que continuar y continúas.

Si pudiéramos cambiar el pasado. Si pudiéramos darle a “delete” a algunas cosas. Si pudiéramos… pero ya es tarde. La música cambia de época y te sientes como pelota de metal de un lugar a otro como en las máquinas de juego de mi época. Ella te lleva de aquí a allá y a más allá y regresas para hundirte en el vacío, en el de la esquina derecha o el de la izquierda, qué más da, te caes.
Hoy solo faltan  días, para ese momento. Todo iba bien y de pronto el abismo.

Me preguntan cómo estás y contesto no me puedo quejar, no,  no me puedo quejar, pero en mis adentros me quejo conmigo, con todo mi yo.

No sé si me entienden. Yo sé que quisiera entenderme, yo, pero no logro hacerlo. Contradicciones. Van, vienen, se regresan y se vuelven a ir y luego su celaje.

Bueno, en definitiva, me levanto cada mañana y sigo;  hago lo que sé hacer, pensar, pero sigo. Sigo caminando, a veces no muy derecho, encorvado, pero un paso lleva al otro. Total, al final solo quedan estelas en la mar en este caminar que ya fueron dibujados por Serrat- Machado.




miércoles, 11 de noviembre de 2015

Sobre los consejeros escolares. # 221

Casi todos los educadores  buscamos contribuir a la formación de un ser humano integral, un   ser que pueda potencializarse al máximo por si mismo.

 Laboramos por su éxito personal como persona, como profesional, a nivel académico, y  como ente social  productivo, como ente social en armonía y paz con su entorno y consigo mismo.

 Dentro de la maquinaria educativa es a nosotros los consejeros escolares a quienes más se les responsabiliza del alcance de  estos logros por parte de cada uno de nuestros alumnos.

Trabajamos para que nuestros estudiantes .adquieran las actitudes,  habilidades y destrezas necesarias y sean personas de bien en su hogar, escuela y comunidad, pensando en su inserción futura a nivel laboral y social. Trabajamos con los valores, esa parte espiritual de uno, construyendo la parte humana. Prevenimos posibles problemas en el camino siempre como guías no como policías, 

Soñamos con un ambiente solidario, de empatía a la problemática de los menos afortunados a nivel local, nacional y global

Nuestro trabajo es tanto a nivel grupal e individual, de tu a tu, de compañero de viaje en la vida de ese otro ser frente a uno, nunca de conducir a los mismos, respetando su individualidad, buscando su desarrollo a una autonomía en progreso constante, por ser todos nosotros  productos no acabados.

Buscamos el que todos vivamos dentro de un marco de convivencia pacífica donde reine el respeto y la tolerancia, respeto a la diversidad. De ahí el trabajo en el manejo de conflictos y en la toma de decisiones libre e independientemente. Valorando la criticidad y la creatividad y colaborando con  la autoestima de todos los que nos rodean.

Aprendemos, nosotros los orientadores, que es precisamente en momento de crisis y dificultades donde somos más útiles, pero también es el momento en que nuestros estudiantes crecen, se desarrollan, se hacen más mujeres y hombres, más responsables. Somos enemigos de las sanciones y quizás por eso somos llamados como consejeros ante un conflicto disciplinario, pero no nos hacen partícipe de las decisiones al respecto, al igual que no nos suelen llamar a opinar sobre aspectos administrativos;  no obstante, cuando la dirección de la escuela se ausenta, nos dejan a nosotros “la papa caliente”.

Nuestra labor como orientadores coincide plenamente con la misión de AFS como organización educativa dentro de un marco de aprendizaje intercultural donde la Educación es experiencial, no se crea, no se adquiere, se basa en la propia experiencia de la persona.

A veces se nos olvida que cada hogar tiene su cultura propia y la mezcla de estudiantes de distintos hogares, zonas y regiones nos obliga a tratar de nosotros mismos de aprender a cómo lidiar cada caso, cada persona.


El mundo se achica, y las migraciones son en general nos enfrentan a situaciones no antes vista donde la necesidad de comunicarnos adecuadamente es primordial para entender y hacernos entender. 

Comprender a los otros sin caer en estereotipos adecuándonos a cada estilo de comunicación. 

Trabajando, quizás no del todo conscientes, y  edificando un ambiente de convivencia de ciudadanos globales.