martes, 21 de diciembre de 2010

Un@ hij@

Tener un hijo es una responsabilidad demasiado grande.

Es haber decidido libremente  traer al mundo a un ser que no decidió venir. Es haber decidido que de ahora en adelante, no en marzo, sino desde ya, es la figura más importante para los dos y al cual hay que cuidar y mimar, hay que mostrarle cariño y cuido.

Es desde ya una persona que está, existe junto a uno y a veces en medio de los dos.  Se deja de pensar en la pareja y se pasa a actuar en función de él o de ella.  Ya no son dos sino tres. Se ha decidido dejar la felicidad personal a un lado en función de otra persona que aún no conocemos. Soñamos que sea sano, inteligente y tenga tal o  cual cualidad, que se parezca a tal o cual persona. La mujer, con su vocación de madre, siempre será feliz y empezará a recibir toda la atención de todos los que le rodean, hasta que llega el hijo o hija y la atención cambia.

El hombre se siente feliz porque su mujer es feliz y sabemos que es una semilla que llevará nuestro nombre o apellido. El empezará a darse cuenta que pasa a un segundo plano, aunque no se quiera, pero es así. Puede ser un padre responsable o no, partícipe de la vida en familia o no, ya eso dependerá de la formación y sus valores.

La madre tiende a poner al hijo/a en primer lugar, primero se es madre y luego esposa, sin darse cuenta que para haber sido madre primero fue esposa, pero en el fondo después de todo, el hijo/a es familia real, el esposo/a no, fue añadido/a la familia nuclear de uno de los dos.

Las dos familias empezarán a opinar y a meter las narices más de lo que uno quisiese o uno de los dos quisiese, de ahí la importancia  de poner las reglas claras para que nadie salga herido y sólo opine cuando se lo piden.

Un espíritu ha sido llamado para encarnar un cuerpo por el que hay que velar, educar, guiar, orientar y no por un rato como es el horario de escuela, o el de compartir con otros en una reunión familiar, es una labor de 24/7/365 hasta que uno deja este mundo.

Los hijos siempre son hijos no importa la edad de ellos, pueden ser amigos o no, ya el trato dirá, ojalá siempre fuesen amigos. Los amigos se buscan, los hermanos no, los hijos vienen y en el camino sabremos si pudimos ser amigos o no.

Paternidad responsable que se hace más  imperioso cuando uno es educador por vocación.
Se dice que a los nietos se les quiere más que a los hijos, yo no pienso así. Al igual que a todos los hijos no se les quiere igual.

Confío que como ha sido una decisión pensada hayan tenido presente todo lo anterior y más.
Un hijo/a debe ser fruto del amor que sentimos ahora confiando que sea cada vez mayor el amor entre los dos que se unieron para que se sepa aquilatar la responsabilidad compartida de esa semilla que crece y fructifica. Como fue buscado y deseado los felicito. No es lo mismo ser Piscis que ser Aries. Me gusta Jorge Eduardo y Gabriela, ven como opinamos y no me han preguntado mi parecer?

Nada, yo sé que soy complicado, pero eso es defecto de fabricación.

Pueden contar conmigo en lo que deseen siempre que me lo  soliciten y se pueda cumplir.
Un abrazo,

Un nuevo abuelo o un abuelo nuevo?

NOTA: Quise compartir con ustedes uno de los escritos que  escribi a Leticia y a Jorge Armando al saber que esperaban un hijo para marzo. Hoy sabemos que será varón y por tanto su nombre será Jorge Eduardo, o Jorge V.     JA es el IV, yo el III, mi padre el II y mi abuelo el primero.

Julio del 2010

Los Primos

Son tres mis primos, pero solo uno es mi primo.

Albertico, Elenita y Manolito.  Yo, claro, Jorgito.  Todos chiquiticos.

Elenita era un amor en su época, una niña, un amor en dulzura y en belleza.  Manolito y yo estábamos enamorados platónicamente de Elenita.  Cabello rizo marrón, carmelita, brown oscuro.  Su cara tipo corazón. Pienso que fue Leonel Lirio quien una vez nos dijo que las bellezas  femeninas eran de cara acorazonadas.  Leonel es como yo, donde quiera es Leonel Lirio, nombre y apellido, como yo, Jorge Ruiz, el nombre solo no dice nada.

Si Leonel Lirio tiene razón, y de eso él sabe, pues había razón para estar enamorados de  Elenita.
Alberto y su hermana eran hijos de mi tía Elena, profesora, educadora, maestra en Oriente, Frexes y Marañón,  Holguín.   Para allá también se fueron mis otros tíos por parte de padre, Aurora y Enrique. Era como los del interior y los de la Habana, Rafael, Georgina y papa. Georgina luego se fue para Miami mucho antes de la revolución.  Las vacaciones de ellos eran en mi casa,  y las mías?, las mías también eran en mi casa, pero con ellos no había vacaciones, más bien solo con él, Albertico.

Nunca dejo de contar cuando encontré a Albertico jugando con mis aviones de armar de plástico, los de hobby, los que había que sentarse a unir piezas, una a una sobre una mesa y pegarlos sin que se derramase la pega y ponerles las calcomanías y pintarlos con pincel según el croquis que te dan y gastas tiempo y tiempo armando y lo pones sobre el armario con todo orgullo, lo hice. Ah, sí, encontré a Albertico lanzando al aire mis aviones. Que dolor, que coraje, que angustia, que molestia, que volcán había en mí, pero tenía que aguantar todo, era la visita y del interior y en el interior no había hobby.   

¿Mi bicicleta? Mi bicicleta ya no era mía, era de él.  ¿Mis amigos? No sé, por ahí, pero no con nosotros.
Como ven, así como estaba enamorado de Elenita diametralmente lo estaba de mi primo, a ustedes les hubiera pasado lo mismo.

Mi primo  Manolito era diferente, rubio, blanco, medio gordito, pero jacarandoso. Ambos hicimos la primera comunión juntos y solos en la Iglesia San Agustín en  la Sierra, aprovechando que el  estaba de vacaciones en la Habana. Hay fotos bonitas por ahí, los dos angelitos, pero la realidad es que no lo éramos.

La revolución nos hizo trizas como familia, hasta el punto de que mi primo Manolo es mi único primo. Con el estuve los años de la adolescencia ya en Miami, andaba con él, comía en sus casa, vivíamos cerca de su casa, todo alrededor de él y de mi tía Georgina.

Los del interior se quedaron en el interior, juraron por el rojo y el negro.  Sanseacabó.

Cuando visitamos la isla en el 95 vi a Albertico y su señora. Nosotros en el Hotel Nacional.  Advertí que tenía más  de 30 años fuera de la isla  y que quería asumir el golpe de regresar con calma, que no me fuesen a ver el día de llegada, sino mas tarde, no quería ver a nadie,  le  puse día y todo para verme, con tiempo lo dije.  Llegando al hotel ahí estaba, casi quería que dejase el hotel y me fuera con él a la Víbora. Yo en el Nacional, frente al malecón, cerca de lo que yo recordaba, había vivido y él en la Víbora, nunca había ido a la Víbora. Fui un medio día  a complacerlo y  almorzamos.  Albertico no entendió nunca que los aviones no eran para tirarlos, ni tampoco mis sentimientos.

Por eso, mi primo, el único, es Manolito, alias, Manny.   El si me entiende, el si habla el mismo idioma que yo.
Preguntaran por Elenita, hablamos por teléfono, no pudo ir a la Habana, que lastima, o menos mal, así me quedo con el recuerdo grato de su cara acorazonada y su pelo rizo con amplia sonrisa y dulzura a flor de piel.

 29 de octubre 2010.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ricardin

Ricardin es el hermano que no tuve. Los hermanos vienen sin escoger, pero él me escogió a mi. Estábamos en el mismo colegio de Belén en Miami, el en doceavo y yo en decimo, el es mayor que yo, solo tres años.
Me escogió cuando fue a mi casa en la decima avenida, frente a mi casa me pidió pasar a trabajar en el Directorio como tesorero de la preuniversitaria, la pre, le decíamos. Yo, como siempre, me excuse de no poder, el   solo me pregunto’ si sabia sumar y restar, le dije que si, y me disparo’, entonces si puedes. 

A partir de ahí se fue dando una relación hasta hoy del hermano menor que encuentra en el mayor la sabiduría con todos los defectos que esta sabiduría pueda tener, pero es  sabiduría. El hecho de el haber estado en la cárcel por razones políticas, haberse escapado con la ayuda de su padre en el baúl del carro y asilarse en una embajada con su pelo teñido a los dieciséis años  le daba más crédito a mi deslumbramiento del  hermano menor por el mayor.

Ricardin me enseno a leer.  Me prestaba libros,” Las Llaves del Reino” pienso que fue el primero, pero luego me hacia comentarlos, lo que me gustaba y no gustaba.  Me enseno a escuchar música no solo americana, sino americana buena como la de “Chicago”, pero también la de Mozart, Bach, Beethoven que no conocía.  Nunca se me olvidara la “Misa Luba” del Congo, aun la tengo en mi mente, me gusta  la parte del Kyrie Eleison que se repite.

Mis padres se fueron para Chicago detrás de mi hermana y yo me quede en un apartamento en la misma decima avenida con tercera con el y con Jorge Wehbe.  Mis padres me dejaron porque yo deseaba terminar el high school en Belén y por el Directorio. Ellos aceptaron porque Ricardin iba a mudarse por igual. El apartamento se convirtió en la cueva del grupo, y a veces cuando llegábamos Mayito estaba dándose su baño de agua hirviendo y talcos usando una entrada secreta  que él conocía.

Pienso que Ricardin  fue el causante de los tiparillos en mi vida  aunque en una época le dio por fumar pipa de varios olores y sabores .  Nos  juntábamos a beber cerveza Orbit, la más barata,  y hablar con el resto del grupo: Mayito, Pelelo, Albor, Jorge Wehbe, Javier… Hoy día seria vino.  Se especializo en vinos con su propia caba. Conoce el ano, la cosecha, la fruta adecuada y el precio adecuado. Antes era muy del vino tinto, hoy andamos por el blanco por sus efectos en el cuerpo.

Cuando el se fue para Washington a estudiar  yo me quede con sus funciones dentro del  Directorio, la pre, secretario de organización, yo tendría 15 o 16 años.   Volvió, pero volvió para entrar juntos en el noviciado de Haina. Ahí la unión fue mayor.

En Los Teques  fundamos la Federación de Estudiantes Universitarios Venezolanos, FEUV, mucho nombre, pero pocas personas para ser una federación, pero trabajamos y logramos formar gentes valiosas, el en la parte masculina y yo como siempre, en la femenina.

Regresamos a la Republica, a Santiago y estando yo dando una charla en los Caballeros de la Altagracia se me acercaron unos “cabezas calientes de la época”, de los Pepines,  a cuestionar la Iglesia y otras cosas del diario vivir. Eran los inquietos de la época y ahora quizás  en el gobierno actual. Realmente como yo era de trabajar con mujeres, llame a Ricardin y el se reunía con ellos y surgió una amistad  hasta el sol de hoy,  con los hoy no tan calientes de cabeza.

Me toco salir de los jesuitas en un noviembre y  fui a una pensión, la de Dona Ninín,  en la Eladio Victoria, cerca de la calle López donde vivía la familia de Manuel  Sahdala’.  Empecé a experimentar solo un nuevo camino, pero no por mucho tiempo, pues él salió al poco tiempo de la Compañía de Jesús y se fue a la misma pensión.   Compro’ un motor rojo que compartíamos y solía ir mucho a Villa González donde la familia de Chico González.  Una tarde noche llego’ Ricar con el casco en la mano todo abollado y el motor no muy sano que digamos directamente a mi cuarto y me dijo: Jorgito, no sé lo que paso’, estoy aquí.  Buen susto nos llevamos, el solo atino a ir donde yo estaba.

 El conoció a Xiroibma y se relacionaron.  Xiro siempre fue elegante, bella con su porte.  Yo me case’ antes que el.  Para mi desgracia, al regresar de la luna de miel en el carro que el había comprado y prestado para  estos fines, no choque’, sino que me dieron la noticia de que mi padre había muerto ese lunes.  El se preocupo’ de mandarme a Pegi Guzmán para conducir el vehículo, pues sabía de que yo no iba a estar en condiciones  ya que mi padre era todo para mí.

Cuando se dieron los problemas estudiantiles y profesorales en Madre y Maestra en los 70’s fue de los  invitados a salir de la universidad  y cosas de la vida  yo pase a sustituirlo en sus clases de Introducción a la Filosofía   siguiendo sus apuntes y folleto, previo su consentimiento, claro está.

El paso a trabajar a Intec y luego invitado a salir del país en el gobierno del Doctor.  El Doctor también me invito a salir, pero logre quedarme.  Años más tarde yo también entraría a trabajar en Intec y conocí de su labor dentro de la misma, dejo su huella.

Ya en Miami su casa siempre fue mi casa, su abuela Rita lo mas amoroso del mundo y su mama Ritica de las mujeres más dulces y cariñosas con su dureza de madre.  Su padre murió joven, farmacéutico, idealista y trabajador.

Estando yo en la clínica con Italia aun a mi lado en cuerpo, pero no espíritu, solo supe llamar a Ricardin, ¿a quien más?

Hace poco’ trato de darme un cursillo con la ayuda de Xiroibma y Zachary  de  cómo abuelear  y lo que significan  los nietos para nosotros los que estamos en ¨secuencia para despegue”, en lista de espera para alzar vuelo.   Trato’ de que yo viese lo positivo de esa nueva etapa que se aproxima con la llegada de Jorge Eduardo en marzo.

Cuando hablamos, no importa si hace mucho no lo hacíamos, es como si hubiésemos hablado el dia anterior   y  volvemos a conectar. Está al tanto de todos sus amigos y llora cada ida, empezamos a ser menos.   Bueno, en definitiva Ricardin es mi hermano, mi amigo, mi paño de lágrimas, mi faro con todos sus defectos y con todas sus virtudes. El es el realista, el que me hace bajar de las nubes, el que prevé las situaciones, el que adivina  a distancia lo que se siente o se deja de sentir. Antes de despedirse en el verano camino al aeropuerto  me dijo que me preparase que ahora venia la etapa dura de este proceso. No era la que yo acababa de vivir, sino la que se acercaba. No es brujo, no es adivino,  el es solo humano, muy humano.   
  
   20 de octubre 2010 

martes, 14 de diciembre de 2010

Epoca de Navidad.

 Para nosotros hay tres fiestas, Los Reyes Magos el día 6 de enero, el 31 esperando el  Nuevo Añ0  y la Navidad el 24 para el 25, o Nochebuena. Realmente la Navidad es el 25, pero es más importante el esperarlo que el celebrarlo.  Eso de Santa Claus no existía, por muy americanizados que dicen que éramos en aquella época los de la isla. Los Reyes no eran vistos como parte de las fiestas, era solo para los menores de edad, pero como yo era menor, lo incluyo.

En mi casa se reunía toda la familia, bajaban mis tías Paquita y María quienes  vivían en el segundo piso, mi tía Lía, y trato de ordeñar mi mente pero no recuerdo más, pensé en las otras tías de mi papa, Tita y Manana, pero no las visualizo y  nosotros 4.   Realmente tanto el 24 como el 31 eran  reuniones de ancianos, viejos, mayores de edad y mi hermana y yo, al menos eso es lo que sentía en ese momento.  Mi hermana deseando estar en otro lado con sus amigas, y yo aburrido y medio. Esos días mi padre era el anfitrión, era una forma de unir la familia y agradecerles.

El menú el 24 no cambio mucho con el tiempo. Puerco asado en la casa, moro y cristianos, ensalada de lechuga, tomate, pepino y rábano; yuca con su mojo de naranja agria y ajo. Vino; turrón suave, el preferido de mi papa, turrón duro con su revestido que parece una hostia, el preferido mío, también de yema, de membrillo, nueces o coquitos, almendras, avellanas; dátiles e higos. A las 11 30 p.m. a salir para misa de gallo a la Iglesia de San Agustín.  Papa’ nunca iba, yo no recuerdo haber ido siempre.

El 31, pavo relleno hecho en casa, arroz, habichuela negra, ensalada, plátano verde frito o tostones. Los dulces que hubiesen quedado y cidra con sus uvas a las 12.  12 uvas a ser comidas antes de que las campanas dejasen de tocar, como en España, es una tradición española.

No recuerdo nada distinto hasta el 58 incluido, aunque este último año no se puso nada de colores, ni arbolitos, ni nacimiento, nada.  La consigna del 03C se había publicado hasta en la revista Bohemia ese diciembre, nosotros ya lo habíamos oído por Radio Rebelde en la noche.  0 cine, 0 cabaret, 0 compra.  Y parte de todo eso era nada de luces. Nosotros nos reuníamos en el cuarto del medio de la casa para que no se oyese fuera en la calle las trasmisiones de Radio Rebelde, desde territorio libre de Cuba.

En qué momento empecé a armar el arbolito o ayudar a hacerlo no recuerdo, pero el nacimiento era de mi  ingeniería.  Papel arrugado tipo cartucho o funda tratando de hacer un pesebre dentro de una cueva, espejitos como pequeños lagos, luces por debajo del papel que no fuese a quemar, los animales, los reyes y los tres  principales dentro de la cueva, pero el niño hasta el 25 no se ponía. Recuerdo que en una de esas conexiones que yo inventaba  sin que nadie me explicase nada y yo lo más que tenía eran 10 u 11 años, si acaso, se quemaron los fusibles de rosca, como era entonces.  A cambiarlos con más miedo que otra cosa, porque corrientazos de vez en cuando recibía, pero eso de fusibles eran palabras mayores.

La Navidad del  59 no se celebro’.  Lía había muerto para entonces y mi hermana había ido a Miami. El 24 comimos los tres, pienso que Paquita y María ni bajaron, ya María veía menos y menos, era  dificultoso  subir y bajar escaleras.

El 31 los tres fuimos a un cine por la 42,  al salir caminamos poco a poco hasta la casa y tuve la experiencia más maravillosa que he tenido sobre mi pueblo.  Cuando Danny Rivera canta “yo quiero un pueblo que ría y que cante, yo quiero un pueblo que dance en las calles” se me salen las lagrimas sin poder controlarlo, porque yo tuve un pueblo así. A medida que íbamos caminando teníamos que detenernos en casi todas las cuadras.

 Ese año cada cuadra estaba en la calle, se habían organizado de forma que todos comían, bailaban, cantaban, celebraban el nuevo  año. ¡Qué feliz nos sentíamos los tres de ver y participar de esa alegría!  Esa fue la única vez que recuerdo que se hizo, ya luego las cosas cambiaron mucho. Prácticamente de una vez,  en febrero del 60 exploto un barco lleno de armas en la bahía. “! Armas, ¿para qué ?!” había dicho el, pero estaba trayendo armas.

Ya el 60 era esperar la invasión que a Soto Vocee se sabía que vendría, de Navidad, nada, paso’ por debajo de la mesa.  La del 61 ya en Miami, mi primo Manolo  y yo caminando de un lugar a otro, visitando casas de sus amigos, picábamos algo, en nuestras casas no recuerdo que hubiese algo. La siguiente, solo con mis amigos en mi apartamento, mis padres en Chicago.

La época de Navidad no es una época muy feliz para mí,  siempre ha traído su nostalgia, sus recuerdos y diciembre siempre viene con sus problemas económicos debajo del brazo.  Si fuera por mi esos días los eliminaba del mapa, no son de mi agrado, ni antes, ni ahora, solo ese diciembre del 59 con un pueblo que canto’, bailo’ y rio’.  ¡Cuán poco duro’!

29 de noviembre.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Torre de la Libertad

Si van a Miami en la Biscayne Boulevard cerca del parque que se llamaba de las palomas por la cantidad de palomas que dicen las malas lenguas que los exiliados se comieron luego, y ahora es Bayside, casi cerca de la entrada o salida de la pista hacia Miami Beach verán un edificio grande antiguo de color limoncillo-rosa, ese es Freedom Tower, un landscape de la ciudad.

Tengo entendido que la torre fue así bautizada a raíz de las actividades pro los exiliados, en aquel entonces llamados  refugiados políticos, y  conmemora la libertad brindada por el país de las libertades.  Para nosotros la torre se llamaba The Refugee Center, el centro para refugiados, el REFUGIO.

Un edificio que albergaba todas las oficinas para recibir a los que venían de la isla y se les estaba dando el asilo político. Hay compañeros que llegaron por medio  del programa Peter Pan, esto es niños, jóvenes sin familia en el país  que la Iglesia Católica los recibía, los albergaban en casas como la de White Hall en Brickel Avenue.  Otros los mandaban a Opa -Locka a centros no controlados por la Iglesia Catolica, hoy Caritas, ni  tan expertos en el tratar a  jóvenes no delincuentes, siendo su único pecado o delito el  estar solos en una ciudad, un país desconocido y haber dejado atrás todo, incluyendo a sus padres y hermanos o hermanas, su familia.

En el centro de refugiados había médicos, trabajadores sociales  y personas en plan de ayudar para suplir los que las familias no pudiesen. Pasamos a ser parte del Welfare sin danos cuenta. Teníamos un Parole, pasamos a ser asilados, y refugiados del welfare.  Mi tarjeta de refugiado decía que yo era “cabeza de familia”, catorce años cumplidos hacía dos meses, cabeza de…

Cuando mis padres llegaron en agosto 4 de ese año, 1961,  les empezaron a ayudar con un cheque de 75 dólares el cual se iba en pagar el apartamento que alquilamos cerca de mi tía Georgina en la décima del south west .  Nos daban comida que básicamente era harina de maíz, carne tipo spam en latas grandes, huevo en polvo, leche en polvo.  También pasta de dientes, enjuague bucal, Lucky Strike.  Todo duraba unos 15 días.

Luego meses más tarde el centro avisó a mis padres que ya la ayuda no podía ser mantenida por más tiempo y debían escoger a donde ir fuera del área de Miami, para allá serian trasladados  pagándoles el pasaje aéreo y tres  meses  de dinero del Welfare  para que se asentaran, el cual debían devolver  en un tiempo prudente al empezar a trabajar, en el sitio escogido le buscarían trabajo. Ellos escogieron Chicago,  detrás de mi hermana y Nino,  yo escogí quedarme solo en Miami con mis 15, casi 16 años. Las autoridades buscaban una desconcentración de isleños en el área, pero de todas formas Miami se convertiría en la capital del exilio, la nueva Meca a la cual había que regresar o al menos visitar de cuando en vez.  La historia, el tiempo  así lo ha hecho ver.

No cabe duda que sin el apoyo económico del Centro para Refugiados todo hubiese sido más difícil de lo que ya fue.  Mi padre de vicepresidente de la Publicitaria  McCann Erickson pasó a ser empalmador de papeles en una imprenta, de pie las 10 horas, para  caminar sus  12 cuadras de ida y sus 12 de vuelta para ahorrar.  Yo trabajaba en una bomba de gasolina gracias a un pariente de un ex novio de mi hermana, yo aun tenía 15, echando gasolina, limpiando los vidrios, tapando los piches de las gomas, ayudando a mecaniquear.

Ahí aprendí  lo que era un freno, un acelerador y un cloche.  Ganaba $25 a la semana, de lunes a sábados. Ya a los 14 me tocó limpiar baños, y pintar paredes de casas por dentro.  A los trece estaba en Kohly, Marianao, ciudad de la Habana asistiendo a un colegio bilingüe, The Phillip´s School , donde estudié desde Kinder hasta el noveno. ¡Quien lo iba a decir!  Tuvimos que hacernos  hombres antes de tiempo. No nos dejaron ser jóvenes,  algunos dirían que niños.  ¡Cuántas  materias quedaron pendientes por vivir!

2 de noviembre 2010

martes, 7 de diciembre de 2010

Inicia la independencia.

Era muy temprano. No recuerdo como estaba vestido. ¿Que tenía en las manos? , no sé, tampoco  viene imagen alguna de esos detalles.

¿Qué recuerdo?  En el portal de la casa espero, ansioso, nervioso, inseguro. Mi mama está a mi lado. Al rato viene un autobús pequeño, verde con una franja amarilla en el medio. Debo bajar las escaleras y entrar. Me siento detrás del chofer, estoy solo, acompañado de un montón mas como yo, pero que si saben a dónde van y para que, yo no.

Llegamos, todos bajan, yo de ultimo. ¿Y ahora qué?  Entro al edificio y en el primer salón que vi, no el segundo donde había una joven agradable, entro y me siento.  Yo no iba ahí, era otro salón, me niego levantarme.  Llloro, no hago berrinche, pero más o menos. Gane, me dejaron. Empecé obstinado.

Tenía 4 años y medio, septiembre del  51.  Comencé la escuela. Que comienzo tan desastroso, y doloroso, aun lo recuerdo. Por que hacen eso de mandar a uno a lo desconocido, sin prepararnos, sin haber visto el lugar, sin conocer persona alguna. Todo, absolutamente todo de pronto nuevo.

En el recreo salí, comí, no sé cómo, si las compre o que, no acierto a recordar, una galletas saladas en funda transparente y ribetes rojos. Volví al mismo salón, iba a Kindergarten  y termine quedándome en pre- primario. Lo hice bien, no tuve que retroceder.

No hay  dato en mi memoria de forma consciente antes de lo anterior, este lo marco todo.

El próximo recuerdo fue cuando me presentaron a Luisito, mi amigo mayor en edad que yo, cabezón, blanco rubio y ojos azules, hijo de español, una hermana mayor, Lolita. Allá todo era  por diminutivo, Jorgito, Luisito, Lolita. Se acababan de mudar frente a casa y no sé por qué fue mi mama quien me lo introdujo a mi vida.

Mi primera bicicleta era azul con rueditas, yo  la montaba por la acera de la cuadra, nunca en la calle.  Alguien le quito una ruedita para que fuese acostumbrándome.  Mi hermana aparece continuamente en esa escena, enseñándome a montar, el equilibrio y un día arranque con la ruedita arriba, o sea sin rueditas y ya no me pararon. Comía en la bicicleta, dormía en la bicicleta y  la acera se convirtió en calle, avenidas, barrio, club, a donde mi imaginación me permitiese llegar con la edad. Me disfrazaba de Zorro en mi bici, ya roja, la segunda, más grande, una Niágara. Ya no era Jorgito el que iba ahí, sino el Zorro, y cuidado si me llamaban Jorgito, no oía. En el 59 me la robaron por bonachón y vino la tercera, una JC Higgins, todo un motor siendo una simple bicicleta, ese era mi mayor tesoro.

Luces adelante, y atrás, frenabas y se encendían las luces de atrás, un dinamo para las luces y sus baterías, niquelada, unos tremendos muelles y las gomas anchas y de banda blanca, parrilla delante para los mandados, parrilla atrás para poder montar a alguien cómodamente.  Mi padre me la compro en Sears, pero bajo la condición de que debía ir al colegio en bici aunque lloviese y con el dinero de la guagua pagar la mensualidad de la bicicleta y así se hizo.  Realmente el no fue a comprarla, fui yo porque me habían robado la roja, y me enamore de la JC Higgins, y  lo llame al trabajo, hablamos, convencí, convenció y le pase el teléfono al vendedor y me la llevaron a casa en un  camión. Cuanto costo, no sé, pero pienso que todos los cuartos del mundo.

No sé si esa libertad en la bicicleta fue lo que provoco que los Reyes Magos me dejasen una noche del 5 para el 6 de enero un saco de carbón, y más nada. Yo les había dejado  su botella de ron que amaneció  vacía, con tres vasitos, su cubo de agua y su hierba para los camellos y a mí me dejaron el carbón.  Bueno, yo salí ese día 6 con mi carbón a pintar todas las aceras, a jugar a los ceritos, al Tic Tac Toc, a la brincadera con un pie del uno al nueve, y que se yo… Luego supe que quien se porta mal le dejan los Reyes carbón, yo aun no se qué fue lo que hice mal, pero goce el carbón.

La escuela, mi bicicleta y mi amistad con Luisito marcaron el inicio de mi independencia de mi familia, de mi mama, más que nada. La bicicleta me abrió caminos y libertad de movimientos, Luisito al ser mayor me abrió otros caminos y la escuela, bueno esa escuela si me hizo aprender, me hizo investigar, abrir mi campo de acción, me hizo ser lo que hoy soy en un gran por ciento, fue una muy buena zapata para seguir construyendo.

Comencé mi camino a la pandilla del barrio, a mis compañeros de escuela, a conocer por mi mismo lo que me rodeaba en aquel entonces. Pienso que les salí demasiado independiente a mis padres. Si ellos se arrepintieron de eso, nunca me lo dijeron, supongo que lo sufrieron, solo eso, lo sufrieron en silencio, así es que sufrimos los padres.

23 de noviembre 2010

jueves, 2 de diciembre de 2010

Aun recuerdo los sabados. Num. 4

Todavía recuerdo los sábados.   Mi hermana cumplió 15 en noviembre  y estos fueron celebrados en mi casa. Las amigas de mi hermana, todas que yo recuerde, lo celebraron en un club, en nuestro caso mi papa voto la casa por la ventana. Hubo que sacar todos los muebles para que pudiesen bailar en la sala, hubo un grupo musical modesto  y el toca  discos; mucha  picadera de croquetas, cangrejitos, pastelitos y las bebidas con mozos que iban y venían por la casa, que no era grande, para mí era inmensa en aquel entonces, pero no, era pequeña, diminuta para tanta gente. Al otro día  las amistades  dijeron que se habían divertido mas en esta fiesta que en las otras, al menos eso grabe.

Alrededor de los 15 de mi hermana yo relaciono la época de Lucho Gatica con La Barca, El reloj; Nat King Cole, Los Cinco Latinos. Todo romántico.  También relaciono el ataque de los estudiantes universitarios del Directorio al Palacio Presidencial en época de Batista y la muerte de José Antonio Echevarría cuando intentaba entrar a esconderse en la universidad por una pared lateral. Su imagen el piso también la grabe. Fue en el 57.

Al cumplir mi hermana los 15 yo andaba por los 7, puede que sea coincidencia, pero relaciono sus quince con mis salidas con mi papa los sábados, de ahí que les conté lo de los quince.  Dicen que a los siete años uno  entra a la edad de la razón, el caso es que todos los sábados en la mañana mi padre y yo salíamos temprano caminando por nuestra  cuadra  hasta la esquina por donde pasaban los autobuses casi cada 30 segundos, uno diferente y ahí tomábamos la 22 o la 28 hasta 12 y 23, cerca del cementerio y donde preparaban los sándwiches cubanos por excelencia. No íbamos ni al cementerio ni a comer sandwiches, sino a tomar otro autobús dependiendo a donde fuéramos a ir luego. Hacíamos una trasferencia.

Visitábamos unas propiedades en las que había invertido para nosotros para cuando creciéramos, unas casas en construcción. No recuerdo para nada donde era.  También íbamos al canal 4 cerca de la universidad  o a la CMQ y no hacía falta transferencia. También visitábamos el periódico El Mundo, si mal no recuerdo, y por supuesto a la oficina de publicidad McErickson en el Malecón donde  trabajaba  y era vicepresidente; debajo,   en el edificio, se vendían autos y entre ellos el Excel de corta duración en el mercado. A veces me enseñaban distintas caratulas, trabajos o cajetillas de varios colores y yo seleccionaba la que me gustaba y decía por que me gustaba y anotaban. Cuando lo veía publicado o en TV me daba un gusto interno saber que yo lo había escogido.  Pasábamos rato en la oficina y de ahí se terminaba en la bodega, a unas tres cuadras, donde se juntaba a jugar cubilete y beber sus cervezas o high ball y yo a picar galleticas preparadas y refresco.

El recorrido  que mas me gustaba y aun adoro es cuando íbamos al centro de la ciudad por Galiano y San Rafael, pienso, no estoy seguro y en la Opera abajo había una cafetería que vendían constantemente pastelitos de carne, cangrejo, pollo, camarones,… por acá le llaman turquitos.  También caminábamos por la Habana Vieja, el Prado. Me fascinaba estar con mi padre y salir con él, era una forma de participar de su vida.  Claro, no permanecíamos mudos todo el tiempo, sino el me explicaba, me mostraba y compartía su vida, su forma de pensar.

Llegábamos siempre puntuales para el almuerzo de cada sábado cerca de la 1 de la tarde.

En Miami no salimos mucho, o no salimos. De esa época lo que mas recuerdo es a mi padre llorando, mordiéndose la parte superior de los dedos y sentado en un butacón viejo, de terciopelo rojo.  Yo  llegaba de la calle y  lo vi, le pregunte qué pasaba y solo me contesto que no tenía dinero, se sentía mal y no había ni para un cigarrillo. El siempre fue fumador empedernido de cigarrillo negro hasta que le dio su primer golpe de corazón.

Al  pasar por Chicago en el verano, antes de venir para Dominicana en el 64 volvimos a salir los sábados. Ya muy distinto.  Caminábamos por la cuadra no buscando el autobús sino el tren elevado que pasaba como a tres cuadras del apartamento. Ahí  subíamos las escaleras para  montarnos en el tren hasta el Loop o centro de la ciudad.

Ya no había oficina, de hecho nunca conocí donde él trabajaba como ascensorista de esos ascensores de palanca y cerrar la reja, para luego ser contable y terminar siendo jefe de contabilidad de una firma de publicaciones.  Eso es otro cuento.   El deseaba mostrarme a donde él iba todos los días antes o después del trabajo, no sé como la encontró, porque dio vueltas, dobla aquí y allá, ahí estaba una capilla pequeña con muy poca luz y personas.  Iba todos los días a estar un rato con Dios. No le gustaba que lo viesen estar con Dios, me lo imagino llorando y mordiéndose los dedos de vez en cuando ya sea por una cosa u otra. Estar vivo es más difícil que no estarlo, y el poco a poco se moría internamente, pienso que lo sentía así, mas aun si yo me iba y los dejaba solos, a él y a mi madre.  Uno de joven es egoísta con los que quiere, no aquilata su cariño y valor. El tiempo nos enseña. El no murió físicamente de una vez, es que lo sentía, se apagaba, uno se cansa de luchar, caer y levantarse, el cuerpo lo siente. Todavía no era hora,  le faltaba dos ataques al corazón y luego el definitivo.

A otro sitio que me llevo fue a una iglesia grande, como las de allá y se daba la misa y desde el comienzo hasta el final dos sacerdotes daban la comunión continuamente a personas que entraban comulgaban y se iban. Eso me impresiono, no sabía que había en aquel entonces tanta gente joven que salía del trabajo en hora del lunch y como parte de su  almuerzo, el cuerpo de Cristo.  

No había pastelitos de guayaba, pero si una cafetería que frecuentaba a tomar algo y entramos. Nada especial, nunca como en la isla. No puedo dejar de decir que en esas salidas entendí por que le dicen a Chicago la ciudad de los vientos. Había,  momentos en que nos teníamos que agarrar  uno al otro para que el aire no nos tumbara al cruzar las calles o caminar pegados a las paredes de los edificios. ¡Ya me imagino eso en invierno!

Aprovecho en esos días a que escuchase con detenimiento una canción de Dean Martin que a él le gustaba y se oía en aquel entonces, “Everybody Loves Somebody”.  La parte que preferia era    “if I had it in my power I would arrange for every girl to have your charm…every boy would find what I found in your arms”.
Puede que fuese  una forma de  hacerme ver que existía otro tipo de amor y no solo el camino que yo estaba escogiendo en aquel entonces. Hoy día esa canción es el “timbre” de mi celular. Los sábados aun me gusta comer mis turquitos, en su honor, por supuesto.       

  17 de noviembre 2010