martes, 21 de diciembre de 2010

Los Primos

Son tres mis primos, pero solo uno es mi primo.

Albertico, Elenita y Manolito.  Yo, claro, Jorgito.  Todos chiquiticos.

Elenita era un amor en su época, una niña, un amor en dulzura y en belleza.  Manolito y yo estábamos enamorados platónicamente de Elenita.  Cabello rizo marrón, carmelita, brown oscuro.  Su cara tipo corazón. Pienso que fue Leonel Lirio quien una vez nos dijo que las bellezas  femeninas eran de cara acorazonadas.  Leonel es como yo, donde quiera es Leonel Lirio, nombre y apellido, como yo, Jorge Ruiz, el nombre solo no dice nada.

Si Leonel Lirio tiene razón, y de eso él sabe, pues había razón para estar enamorados de  Elenita.
Alberto y su hermana eran hijos de mi tía Elena, profesora, educadora, maestra en Oriente, Frexes y Marañón,  Holguín.   Para allá también se fueron mis otros tíos por parte de padre, Aurora y Enrique. Era como los del interior y los de la Habana, Rafael, Georgina y papa. Georgina luego se fue para Miami mucho antes de la revolución.  Las vacaciones de ellos eran en mi casa,  y las mías?, las mías también eran en mi casa, pero con ellos no había vacaciones, más bien solo con él, Albertico.

Nunca dejo de contar cuando encontré a Albertico jugando con mis aviones de armar de plástico, los de hobby, los que había que sentarse a unir piezas, una a una sobre una mesa y pegarlos sin que se derramase la pega y ponerles las calcomanías y pintarlos con pincel según el croquis que te dan y gastas tiempo y tiempo armando y lo pones sobre el armario con todo orgullo, lo hice. Ah, sí, encontré a Albertico lanzando al aire mis aviones. Que dolor, que coraje, que angustia, que molestia, que volcán había en mí, pero tenía que aguantar todo, era la visita y del interior y en el interior no había hobby.   

¿Mi bicicleta? Mi bicicleta ya no era mía, era de él.  ¿Mis amigos? No sé, por ahí, pero no con nosotros.
Como ven, así como estaba enamorado de Elenita diametralmente lo estaba de mi primo, a ustedes les hubiera pasado lo mismo.

Mi primo  Manolito era diferente, rubio, blanco, medio gordito, pero jacarandoso. Ambos hicimos la primera comunión juntos y solos en la Iglesia San Agustín en  la Sierra, aprovechando que el  estaba de vacaciones en la Habana. Hay fotos bonitas por ahí, los dos angelitos, pero la realidad es que no lo éramos.

La revolución nos hizo trizas como familia, hasta el punto de que mi primo Manolo es mi único primo. Con el estuve los años de la adolescencia ya en Miami, andaba con él, comía en sus casa, vivíamos cerca de su casa, todo alrededor de él y de mi tía Georgina.

Los del interior se quedaron en el interior, juraron por el rojo y el negro.  Sanseacabó.

Cuando visitamos la isla en el 95 vi a Albertico y su señora. Nosotros en el Hotel Nacional.  Advertí que tenía más  de 30 años fuera de la isla  y que quería asumir el golpe de regresar con calma, que no me fuesen a ver el día de llegada, sino mas tarde, no quería ver a nadie,  le  puse día y todo para verme, con tiempo lo dije.  Llegando al hotel ahí estaba, casi quería que dejase el hotel y me fuera con él a la Víbora. Yo en el Nacional, frente al malecón, cerca de lo que yo recordaba, había vivido y él en la Víbora, nunca había ido a la Víbora. Fui un medio día  a complacerlo y  almorzamos.  Albertico no entendió nunca que los aviones no eran para tirarlos, ni tampoco mis sentimientos.

Por eso, mi primo, el único, es Manolito, alias, Manny.   El si me entiende, el si habla el mismo idioma que yo.
Preguntaran por Elenita, hablamos por teléfono, no pudo ir a la Habana, que lastima, o menos mal, así me quedo con el recuerdo grato de su cara acorazonada y su pelo rizo con amplia sonrisa y dulzura a flor de piel.

 29 de octubre 2010.

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