jueves, 26 de mayo de 2011

Medio Siglo. Num 8

50, cincuenta, L, quincuagésimo.

 En otro momento escribí sobre el 26 de mayo, (La SALIDA), ahí contaba lo que sucedió, lo que vivimos.  Hoy ya es un pasado que repercute,  que taladra, y a su vez nos arropa.

Había terminado el primero de bachillerato, el noveno grado.  Habíamos tenido que ir a examinar al centro educativo público o Instituto de Marianao, mi municipio, cerca del campamento de Columbia, hoy día Ciudad Libertad, en la 41 avenida. Esa avenida Batista la había inaugurado estando nosotros viviendo en el Reparto Kohly, en la 42ª, esquina 38, o entre la 41 y la 38. Costumbres de entre qué y qué para saber llegar al destino.

Mi tía Lía ya había muerto el año anterior. Mi familia se dividió, ni nos veíamos o hablábamos. La oficina de publicidad donde trabajada mi papá, la McCann Erickson, donde él era vice presidente había sido intervenida por el Estado.  Las empresas que ellos anunciaban como la Standard Oil, la Coca Cola, Partagas, Gillette ya eran del estado o  se habían ido del país.

El  día primero de mayo, día del trabajo, se declaraba Marxista Leninista, aclaró que siempre lo fue. Yo nunca lo he creído. Primero porque el Partido Socialista Popular se unió a última hora a la revolución en la Sierra Maestra, segundo, porque siempre he pensado que el marxista era Raúl, no Fidel, un idealista. Tercero porque los americanos lo fueron arrinconando y cerrando puertas; y ellos buscaron las que podían abrir, la del otro lado aunque más lejos: rusos o soviéticos, chinos, coreanos del norte. Puede que me equivoque, pero aún no me  he convencido de lo contrario.

Las escuelas o colegios privados fueron intervenidos por el estado, toda la educación iba a ser pública sin los valores religiosos que predominaban hasta la fecha. Ya se había comenzado con éxito el programa de alfabetización masivo sobre todo en el campo, a nivel rural.

Ya existían las Patrullas Juveniles o de adolescentes  uniformados  haciendo ejercicios militares y de servicio público.  Las milicias, ejercito voluntario, ya habían debutado exitosamente en Playa Girón o ante  la invasión de Bahía de Cochinos.

 Camilo Cienfuegos no estaba, desapareció misteriosamente. El Che aún tenía su lugar, si no me equivoco en el Banco Central y los billetes tenían su firma: CHE.  Fidel de Primer Ministro y Raúl en las Fuerzas Armadas. Los combatientes del Escambray, del Directorio Estudiantil u otros grupos revolucionarios habían sido aplastados o  asimilados, unificados en el 26 de julio y luego en el Partido Único.

De mi cuadra, donde yo vivía, varios se habían ido dejando todo atrás. El G-2 al otro día o el mismo día venia e intervenía la propiedad del que se fuese. Desde mi ventana pude apreciar varias veces este suceso, siempre me ha quedado el ruido de puertas abiertas al unísono y cerradas  todas juntas,  esperando la orden de la batuta del jefe de orquesta y ¡plan,plan!  Los amigos ya se habían ido o estaban en eso, irse.

Todo sucedió rápido de un momento  a otro, sin esperarlo, de sorpresa, como el día en que la moneda cubana cambió de forma y valor pudiéndose sólo cambiar en banco una cantidad específica, pasada la cantidad se perdía, excepto los fondos que estuviesen en ese momento dentro del banco los cuales recibirían mejor trato. Se evitaba la acumulación de dinero debajo del colchón.

Los sacerdotes y monjas extranjeros y algún que otro cubano como el Obispo Boza Másvidal fueron invitados  a salir de la isla y embarcados hacia el extranjero, a Miami a España. Sus escuelas e iglesias, posesiones en general, pasaron al estado, intervenidas.

En meses, el panorama era otro. La situación de nosotros como familia era otra. ¿Cuál?, no sé, no tuve tiempo de percatarme, todo fue acelerado, pero era otra.

Los americanos ya no eran los amos y señores de todo, los de la Europa del Este empezaron a llegar. Mi familia siempre pensó que íbamos a ser cubanos y sólo cubanos, sin amo y con patria. Por eso se luchó, se apoyó y se sufrió.

Esa era la realidad nuestra y sólo nuestra;  la de una parte de mi “familia”, la que se mantuvo revolucionaria, era otra. Otros también  podrán opinar distinto, en fin,  eso es lo que yo recuerdo, eso es lo que viví, pienso que padecí  y como fue mi vivencia, es subjetiva, es la mía, mi óptica, desde mi torrecita o atalaya.

Hace 50 años, en menos de 24 horas, en otro país, otro idioma aunque lo dominase, en otra cultura, en otro mundo que nunca fue mío, nunca ha sido mío y nunca será mío.

Ambivalencia en el trato al llegar; muy bien  por un lado y como parias, eso éramos, por el otro. Con ayuda del “Welfare” por un tiempo,  y  con fotos tomadas con numeritos al frente por el otro lado. Con el sello de exiliado, y con el tener que sentarnos atrás en el autobús porque nuestro color de piel no era el de la leche.  Mártires por haber dejado la isla, y “spicks” de insulto por una población al que le invadían su territorio unos latinos, no hablantes de su idioma.

26 de mayo de 1961, Pan American, 11 30 a.m.  Del aeropuerto José Martí  al aeropuerto de Miami.  14 años  de edad, mi hermana 21.  Mis padres se quedaron temporalmente en la isla. Mi corazón se quedó allá, pensándolo bien, aunque yo no quiera que así sea, permanece anclado allá.


“Nunca podré morir, mi corazón no lo tengo aquí,… cuando salí…dejé mi vida, dejé mi amor, dejé enterrado mi corazón.”

2011, 50 años después.

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