No quiero que se me olvide. Tengo que escribirlo antes de que sea tarde. Las serenatas y las mañanitas, ¿cual experiencia me fue más grata? Ambas son producto de La Salle de Santiago, o más aun, de Herminio Domínguez, Juan Bautista Espaillat, Flavio Darío Espinal y Alberto Castaños conmigo. Nos auto llamábamos el CEN, ellos adolescentes y yo el profesor.
Herminio siempre era el que inventaba. Alberto cantaba, el resto escuchaba, Juan Bautista desafinaba si abría la boca, yo declamaba o era quien dedicaba la canción. Fuimos a muchas casas, cerca del EDEN, por la Esmeralda, por los Jardines, bueno, a muchas.
Mi carrito verde Datsun era el móvil. La hora, siempre después de las 11 p.m. Punto de reunión, mi casa. Nadie se imaginaba que el maestro era el que dedicaba canciones, yo si’ goce con eso, me volví adolescente. ¡Cuánto daría por volver a esos momentos!
Navidad o la pre navidad significaba reunirse en mi casa de la Zurza a eso de las 10 p.m. y un carro o dos más detrás del Datsun verde. La bebida en mi baúl, regla numero uno: yo administraba el líquido y el que se pasaba se iba para su casa o lo llevábamos. Regla numero dos: todos detrás de mí, yo marcaba la velocidad.
Herminio hacia la ruta. Primero se recogían a las chicas, para que les dejasen ir a las mañanitas, yo debía bajarme del carro para que los padres me viesen y le dieran el permiso. Luego empezábamos a ir casa por casa cantando, me recuerdo de Burrito Sabanero, Si no me das de beber lloro, Ábreme la puerta, y ya, no recuerdo más. Realmente no era muy grande el repertorio.
Siempre viene a mi mente con alegría el recibimiento que nos daban en casa de los González, era como si nos estuvieran esperando.
La noche se nos iba bajando del auto, cantando, refrescando la garganta, y llevándonos con nosotros a quien habíamos despertado para luego subir al auto e ir a otra casa. Hacíamos una parada estratégica, no muy tarde, en el Colegio de La Salle, y el Hermano Pedro nos abría la puerta, le cantábamos y nos íbamos a seguir recogiendo gente.
La actividad terminaba cuando las “marchantes” o vendedoras venían a la ciudad a vender sus productos y empezaba a amanecer. Pero era la actividad de despertar y recoger porque terminábamos siempre con un sancocho en casa de alguien que convencía a su mama para recibirnos a esa hora y la casa que se me quedo’ grabada es la de Heriberto Hernández aunque no sé porque pienso que en casa de Carlos Fondeur una vez lo hicimos, pero dudo.
De ahí a dejar las muchachas en su casa y que me viesen los padres, para luego dejar a los otros.
Empezábamos dos o tres carros y terminábamos de quince a veinte autos, todas en fila, sin prisa, en orden, sin excesos, con una camaradería única. Era impresionante, conmovedor.
Luego a dormir y posiblemente lo repetíamos al otro día. Esa fue la época en que me deje’ la barba, no tenía tiempo para afeitarme. Yo no quisiera olvidar esa época, y ya hay detalles que se me olvidan. Aunque aun huelo el pan cuando recogíamos a Angela, a Ricardo su hermano?” No sé a quién. Como esos tiempos, no los he vuelto a vivir.
Gracias a todas ellas y todos ellos que me hicieron parte de sus vidas y mi vida parte de la de ellos. Un intercambio, una hermandad, ¡que dichosos fuimos!
7 de mayo del 2011.
Sencillamente...EXTRAORDINARIO...!!!
ResponderEliminarDe todo lo que me perdí en esa época, por el férreo temperamento de papi, lo cual al final, no servía de nada...