martes, 16 de noviembre de 2010

Los Amorios

Mary Tere la amiga intima de mi hermana vivía frente a nosotros en Kohly, el reparto,  en un edificio de apartamentos.  Ella tenía amores eternos con Federico. Yo  la encontraba lo más bella del mundo, la veía desde lejos, ¿qué podía hacer?  Un bicho de 7 u 8 años y ella una adolescente bien formada. Cuando entre en la pubertad la diferencia se sentía menor, siempre desde mi punto de vista, pero no el de ella que solo se reía con mis miradas al descuido.  Hace unos meses la visite, visita familiar, sigue siendo todo una mujer.

Casi en frente de nosotros  vivía una familia con dos hijos. El varón, menor que yo, andaba para arriba y para abajo conmigo en la bicicleta y su hermana mayor, era otra cosa. Su padre era funcionario del nuevo gobierno, la madre siempre en casa confiaba en mí hasta la tapa, por eso su hijo andaba conmigo para arriba y para más arriba. Una vez, unos vecinos que vivían entre ellos y el edificio de Mary Tere, me denunciaron  por haberles roto las instalaciones de agua. El gobierno revolucionario  estaba instalando la línea de gas en la cuadra  justo al lado de la tubería de agua,  alguien dio un picazo y como no había agua en servicio a esa hora, no se dieron cuenta del hoyo en cuestión. Nosotros pusimos piedras para evitar el géiser. El caso es que termine dentro de una perseguidora, patrulla de la policía, ya que los oficiales muy cortésmente  me fueron a buscar a mi casa. Todos los vecinos viendo el caso. Cuando la señora me vio en la patrulla salió a defenderme, a su trabajadora del servicio le dio un ataque en el piso con patadas y todo, como epiléptico. El caso es que lograron sacarme del carro policial y no me llevaron.  Gracias a la mama de María Cristina volví a respirar y mi mama también.

Como podrán darse cuenta, tenía todas las de ver a María Cristina cuando quisiese aunque era más fácil que ella fuese a verme a la escalera de mi casa y ahí hablábamos y nos enamorábamos hasta que vino un fuego inmenso en la 41. Se veía el fuego desde la casa y  era a solo cuatro cuadras. Las llamaradas ahí   ¿qué hace un varón ante eso?, ir a curiosear. Deje a María Cristina plantada en mi escalera y bici en mano, a ver el fuego. Ese fue el final de las visitas de María  Cristina.

Todas las tardes pasaba ese Ford gris del 56 placa 40870 para ir a la calle 38, detrás de nosotros la 42ª. Inmediatamente tomaba mi bici y cogía la 38 en contraria para verla bajar. Delgada, rubia, pelo largo, distante. Nunca supe su nombre, ella ni se daba cuenta de mis piruetas, o se hacia  la que no,  pero sigue siendo la rubia del Ford gris.

Detrás de mi cuadra había un garaje donde se guardaban vehículos y detrás vivía una familia de apellido Fernández.  Eran varios hijos, entre ellos dos hembras, la más pequeña,  Josefina.  Nada que pueda  abundar mucho salvo que al salir yo de la isla mantuvimos un intercambio de cartas bastante fuerte y oh, sorpresa, un día tocaron a la puerta y ahí estaban las dos hermanas.  Caminamos y caminamos los tres, al otro día ella iba para Nueva York. Lo escrito se quedo escrito, las promesas quedaron ahí, mas no volvimos a saber el uno del otro.

Mi primo Manolo me hizo conocer a Rita, la alemana, no sé si era alemana o no, pero así le decíamos. La conocí en el verano donde estudie “maquniiilla” typewriter, en el Ada Merritt, el   junior high cerca de donde vivíamos por la 6 avenida y tercera calle.  Yo privaba en buenon con mi tiparillo en la boca y siempre bajo la tutela de mi primo Manolito, el que sabía qué hacer. Le pedí amores, negado, solo me ofrecía amistad y yo de bien entrenado dije que no podía verla como amiga así que o todo o nada, me quede con nada y me fui como un cohete.  Recapacite. La insistencia es un arte y el hablar por teléfono otro, y de esto   mi primo Manolito no me enseño nada, sino que lo improvise y todos los días llamaba, ella lo tomaba, hablábamos y a esperar hablando la canción, Goobd bye my love, pleasent dreams…  Mi tía Georgina me hizo dejar el teléfono, mucho tiempo hablando, decía,  gracias a ella  empecé a visitarle,  cerca del rio, por la Flagler y… cayo, la insistencia. Tanto la busque para luego dejarla por Haina, que cosas, eh! Una vez fui a buscarla, vestido de negro y mi cuellito blanco en el medio  y todo, cosas de las “materias pendientes”, pero ya el barrio era diferente y nunca la encontré.

Maria era un amor, debe seguir siendo un amor, en Los Teques, Venezuela.  Me volví  loco, perdí los estribos, pero cosas de Dios, no podía, que dolor, que incertidumbre, pero las cosas de Dios predominaron.

 Miled tiene razón, si viese  hoy a esas maravillas puede que ya no lo sean. Me dijeron que María Cristina vivía en Nueva York y estaba  no muy visible, las caderas demasiado pronunciadas para ser modesto. Maria de Venezuela, la busque cuando fui, hable con su hermana, ella se había mudado de pueblo para Barquesimeto  casada, me reiteraron que muy bien casada con un medico.

¿De  Dominicana?  No, de por acá, nada que contar, es mejor así.

15 de octubre 2010, en honor de Miled  Ramia que me hizo recordar. 

jueves, 11 de noviembre de 2010

La Salida.

Un viernes 26 de mayo por Pan Am. El día antes los sacerdotes y monjas de la isla habían sido expulsados y estaban por el Hotel Everglades en el “downtown”.   Varios días antes todos los colegios privados habían sido intervenidos y pasados al estado. El primero de mayo anterior la revolución se declaraba marxista leninista.  El 17 de abril la invasión desde Centroamérica había llegado y fracasado horas más tarde al no contar con el apoyo aéreo prometido por los organizadores de la acción armada. Los invasores estaban presos y eran cambiados por tractores y arados los cuales fueron expuestos como trofeos  a  la entrada del Estadio de la Tropical en la calle 42, a una cuadra de mi casa. Era el año 1961.

Un viernes 26 de mayo en vuelo comercial desde el aeropuerto José Martí a eso de las 11 de la mañana después de ser revisados de arriba abajo y de abajo a arriba y a mi hermana en cuarto privado un poco más de lo ella hubiese deseado, nerviosos, dejando a mis padres atrás sin saber cuando los veríamos, dejando todo atrás sin saber las implicaciones que esto conllevaba, solo siendo participes.  Nueve días antes hicimos filas largas, inmensas, que doblaban las cuadras  en la Habana Vieja para ser vacunados, todos éramos personas que íbamos a salir y todos lo sabíamos, pero nadie se hablaba, era con un mutismo total, solo los que pasaban a pie  nos recordaban que éramos gusanos . Esa madrugada salimos  a vacunarnos, que nadie nos viera, pero la vigilante de la cuadra, del servicio doméstico de alguien y   del Comité de Vigilancia,  estaba en el techo del edificio azul y blanco de enfrente a casa, nos vio y anotó.

Un viernes 26 de mayo abordamos el avión. El dinero llego el 24 enviado por mis tías de Miami. El día anterior, el 25, fuimos al Vedado, por la Rampa,  a comprar los tickets. Nos sentamos atrás del lado izquierdo del avión y desde la ventanilla se veía el edificio, no sabíamos que era la última mirada, no sabíamos que todo sería distinto. Mi hermana solo era un lloro, yo nervioso tratando de hacer el papel de hombre. Llegamos casi de una vez a Miami, cerca de las 12 y algo. Pasamos a migración y ahí nos pararon. Las nuevas autoridades entendían que yo tenía 7 años más de edad, no 14 y mi hermana no era mi hermana, sino mi esposa.  ¡Qué estupidez! Cualquiera que viese una foto de nosotros en aquel entonces sabía que yo era un enclenque, imberbe y mi hermana toda una bella mujer de 21 años. Ni para atrás ni para adelante. Interrogatorios solos, acompañados los dos. Nada. Cerca de las cinco de la tarde nos dejaron salir. Mi hermana con su maleta y yo sin nada, no llegó. La recibí 42 días después, cuarenta y dos días más tarde, cuatro y dos días later, other day. Yo con mi traje marrón, se estilaba viajar con traje, saco y corbata en aquel entonces. El lunes temprano teníamos que reportarnos a tomar huellas, fotos  en la Biscayne.  Nos dieron un PAROLE. ¿Qué hice con la ropa?  Simple. Lavarla todos los días y secarla detrás de la nevera o Frigidaire como decimos los de por allá. En el primer trabajito saque y compre lo necesario como medias, ropa interior y unos zapatos negros con hebilla, me recuerdo de la hebilla plateada  al lado.

Un viernes 26 de mayo ya casi de noche llegamos al hotel América en el downtown, al lado justo del Everglades,  la tía Adelaida era la manager, pasaríamos la noche ahí y al otro día yo iría donde mi tía Georgina,  mi hermana seguiría con Adelaida. Se entendía que como Manolo estaba en la casa yo me iba a sentir mejor así, y así fue.

Un viernes 26 de mayo mi primera comida en territorio extranjero fue en una fonda cerca de la iglesia del Gesù y como era viernes no se comía carne y comí bacalao a la vizcaína con arroz y plátano maduro. Puede ser que por eso me gusta el bacalao.  Mi hermana no comió o cenó, aun ella estaba inquieta, supongo que pensando en Nino, la registradera a la salida y el susto a la entrada a ese país. Las campanas del Gesù sonaron el miércoles siguiente  a media mañana, la noche antes habían matado a Chapitas, así lo conocíamos nosotros,  Trujillo había muerto. 

Ese viernes 26 de mayo no hay manera que deje de martillarme.  Mis padres decidieron mandarnos fuera con todos los papeles de la Patria Potestad  y todo, por si no nos volvíamos a ver.  Salimos para no ser parte de un posible adoctrinamiento. Salimos sin saber muy claro  lo que hacíamos e íbamos hacer en un futuro.  Salimos  ese viernes 26 de mayo de 1961 a las 11 de la mañana por Pan American vuelo…

2 de noviembre 2010

martes, 9 de noviembre de 2010

Lupita

¿Cómo llego Lupita donde mi?   Yo tendría 7 años, y fue un amor a primera vista. Siempre dormía con ella y en cierto sentido aun lo hago. Es lo único que saque de la isla además de lo de mi primera comunión y la corbata de graduación  de séptimo curso, color  verde botella. Es lo único que está en mi cuarto del  aquel entonces, un poco deteriorada por el tiempo.

Puede que vino con mis tías María y Paquita de unos de sus viajes a México, a ver la familia, ellas permanecieron siendo mexicanas, no cambiaron la nacionalidad como mi mama y por esa decisión de dejar de ser mexicana nos quedamos en Miami y no pudimos ir a la ciudad de México a vivir.

En el fondo mi mama decía que ella no era Mexicana, sino Yucateca, de Mérida. La razón de ella ir a la isla siendo una casi adolescente fue porque mi abuela, María del Carmen había fallecido y no podía quedarse sola.  A los varones de su familia, ni a hermanos ni a su padre Santiago, conoció. Nadie me ha dicho, pero siempre he sospechado que dejaron de existir en la revolución.  No la de Pancho Villa, ni contra Don Porfirio Díaz, sino a favor de la Republica de Yucatán, pero los aztecas del DF les ganaron y los mayas de Yuca pasaron a ser de por siempre mexicanos. Esa no fue la misma suerte que corrieron los países de Centroamérica  que si pudieron separarse de México, puede  ser gracias al Dios vecino del norte que necesitaba las frutas y vegetales del área sin control, Yucatán no recibió esa “ayuda”. Si hubiesen previsto el éxito de Cancún de seguro les hubiesen “ayudado”.

Lupita es morena, linda, de ojos obscuros, su tez es suave,  sientes que te ve, te retrata en un instante.  Hay algo angelical en ella que confías de una vez y le cuentas sus intimidades aunque ya ella las sabe  desde antes de comenzar a hablar, recuerden que dije que ella retrataba a uno .

Su vestido azul celeste  y blanco, no hay verde y rojo mexicano, ni con angelitos a sus pies, ni estrellas pintadas. Eso son adiciones hechas  por algún español de mal gusto que no entendía que una adolescente india morena pudiese vestir un vestido sencillo  y lucir preciosa,  tuvo que retocarla. Los estudios científicos así  lo han demostrado, una tinta y colores desconocidos aun su procedencia, y otros propios de la época posterior.

Pienso que sí, que fue en un viaje, que incluso me trajeron un traje de charro bien caluroso, picaba, pero que elegante uno se veía con su sombrero y por supuesto por ahí andan las fotos que lo atestiguan, un pequeño charro guapetón.

¿Cómo se que Lupita me escucha?  Bueno, mi cabeza me lo dice.

Cuento siempre que un día en mi cuarto en la isla, siendo un casi púber, o fue en cuarto de primaria cuando la profesora de matemáticas me dio un boche delante de todo el mundo por no saber la división ya que  había estado  enfermo y no podía  asistir a clases, y hasta Tete, mi vecina y subdirectora fue a ver qué pasaba por tantos gritos y ladridos  ante un flaquitín indefenso como yo parado delante de la pizarra,  o fue en quinto cuando nos pasamos hablando en clases de la perra Laika y del Sputnik por no sé cuanto tiempo en que estuve enfermo y cuando  volví a clases aun se hablaba de los rusos en el espacio, y eso que los rusos aun no habían llegado para adueñarse de la isla. El caso es que yo era enfermizo. Le propuse un mal día a la Lupe que si había hecho algo no correcto me castigase y cosas de la vida, por casualidades quizás, estuve en la clínica un mes con principio de tifus por tomar agua de la llave o pluma del diminuto jardín donde tenía mi cosecha de tomates, ajíes picantes  y tilo. El  Doctor García, el médico de la familia quien iba a domicilio, así lo decreto. Estuve aislado.  De ese mes solo recuerdo unas nalgas llenas de postillitas de tantas inyecciones y una leche tibia muy sabrosa  en la tarde, un  cuarto solo para mí de color verde que daba a la calle y podía oír el ir y venir de los carros y las guaguas, muchas guaguas,  y mi mama, papa llamaba mucho, solo pasaba  al  anochecer.

Bueno Lupita o quien fuese, se la lucio, ¡un mes!

¿Que habré hecho yo para un mes?  O me tomaron en cuenta lo de mis vidas pasadas también.

Ya saben, el respeto a Lupita creció y a obedecerla no más.

Veía  las películas en blanco y negro sobre ella, así como las de Marcelino Pan y Vino .  Marcelino hablaba con Jesús y yo con su madre morena adolescente, así que estábamos a mano, Marcelino y yo.

Descubrí  el otro día que detrás de su fotografía tenía una lista hecha a mano de todas las personas que yo le había asignado para que velara y protegiese. Espero que nadie de la lista haya pasado un día en la clínica como yo. No voy a decir sus nombres por si acaso.

El 12 del 12 es su día, a nivel de toda América, es la única versión de la madre de Jesús que no es invención del hombre, ella misma se invento en el manto del indio Juan Diego. Las fotos tienen detalles de su ojo donde están las imágenes de las personas de la época reflejada, ya eso yo lo sabía, mi imagen debe estar también en su Corazón.

¿Sera por eso que los mayas terminan su calendario el 12 del 12 del 12? ¿Quién sabe?  Hay tantas coincidencias como mi mes en la clínica…

Si  necesitan una madre dulce, tierna, suave, mimosa, joven, linda, humana, morenita, Indiana…les presto  la mía, a mi Guadalupe, Lupe, Lupita.  Quizás también la acaricien como yo y se le humedezcan  los ojos al hacerlo.  Eso de saber de que ella siempre esta ahí para cuidarme, no es fácil!

09 de octubre, 2010.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Nino

A Nino lo conocimos en la isla. Trabajaba en una  fábrica famosa de gomas para autos como ingeniero. No era ingeniero, pero estudiaba ingeniería. No termino, como tantos que dejaron su vida a mitad de talle por culpa de las circunstancias que otros escriben y unos la sufren.

Pasaba con su oldsmobile gris verdoso del  57 hacia su casa o apartamento que compartía con su mama y hermana. Su padre vivía en el interior, más bien se quedo en el interior y ellos emigraron a la capital. , Mi hermana acechaba cuando pasaba y luego había una llamada.

Como se  conocieron, no sé. Como se enamoraron, no sé. Solo sé que sabia de esos amores porque los había visto juntarse en casa de una amiga de mi hermana cerca del parque donde yo iba a montar bicicleta.  Yo vivia en una bicicleta.

A mí me convenía ese noviazgo, pues me llevaban al cine a ver películas de adultos. Nunca se me olvidara  Orfeo Negro, brasileña, y otras como Un Gato sobre el Tejado Caliente que su musical era todo un éxito en Radio Kramer, la emisora que yo escuchaba.  El Apoderado Potemkin también la vimos y otra que no recuerdo el nombre pero me impacto, fue sobre la Guerra mundial vista desde el lado japonés. Era la época de que las películas no americanas empezaron a llegar a los cines.

Nino era mayor que mi hermana y su falta de cabello y seriedad lo hacía más serio. No recuerdo que se riera, pero se sonreía  a cada rato con un “jum” entre labios y se le cerraban los ojos.

Yo diría que a pesar de mi corta edad él y yo nos empatamos.

Nunca puedo dejar de olvidar cuando me invito en su auto a comprar pica pollo al lado del supermercado que estaba en la 41 y 42. Era le época también en que la revolución buscaba hacer uso de los productos nativos. Nos sentamos al mostrador, casi de una vez   nos trajeron los muslos empanizados dentro de una cesta plástica roja y procedimos a lo que íbamos. Note que los muslos eran tiernos, sabrosos, pero  el hueso era diferente, pero como  estaba bueno no dije nada. Cuando terminamos de comer regresamos y ahí es que el me confiesa que había comido ancas de rana. Nino era muy culto.

En el exilio hablábamos mucho, comentábamos textos que hubiésemos leído, investigaciones que el conocía. Escuchaba música instrumental. Era callado, en líneas generales, reservado, pero le gustaba compartir temas “inteligentes”

Cuando llegaron de Miami los dólares para salir de la isla un miércoles 24 de mayo mi padre lo llamo. Fuimos  mi hermana y yo el 25 con él a Pan Am donde un amigo que trabajaba allá para comprar los pasajes para al otro día, viernes 26.  Mi hermana desconsolada. Yo chocado, todo se hizo a mi espalda, no participe de nada. En la noche fuimos a despedirnos de mi tío Rafael, el nos llevo, caramba mi tío Rafael!, pero eso es otro caso.   
No recuerdo si él nos llevo al aeropuerto o si fue Manuel el de la piquera, línea taxis, solo recuerdo a mi hermana en mar de lágrimas porque dejaba a Nino atrás. El salió de la isla después que mis padres y paro en mi casa antes de ir a Chicago a donde se dirigió a vivir. Como imán se llevo a mi hermana días más tarde donde se casaron. Nosotros no pudimos asistir. Luego mi hermana arrastro a mis padres ante la presión de las autoridades de desalojar la ciudad de los nuevos emigrantes.  Más tarde, como todos, regresaron a Miami  donde murió.

No murió de una vez, no. Nino era digno de estudiar. No podía caminar, pero todos  los días corría en el terreno frente a su casa. No podía ver, pero vivía de hacer dibujos de gabinetes ayudado de una lupa. Le gustaba cocinar, hacer asados y su famoso chofan o arroz frito.  Tenía muchos amigos, todos bebían, contaban anécdotas  y el no bebía  tanto, movía el vaso, solo se sonreía.

Un medio día me llamaron diciendo que Nino había muerto, yo  estaba en la Universidad. Los que todo lo ven me dijeron que estaba trabajando en las afueras, Opa -Locka quizás, le dio un fuerte dolor en el pecho, lo llevaron a emergencia, pero era tarde. Sufrió un infarto, forma feliz de  morir.

Fui a acompañar a mi hermana, hable en su velatorio, no recuerdo lo que dije, puede que  parte de lo que acabo de decir. Nos quedamos con algunos datos que luego repetimos como si nadie los conociera.
Alex, mi sobrino-ahijado y yo, nos encargamos de empaquetar y regalar a la iglesia sus pertenencias y, a la biblioteca  sus libros.

Es difícil hablar de mí sin tener a Nino presente. De eso hace  tanto tiempo, en los 80’s   Hoy Nino esta con mi mama, en la misma morada física, pero sé que no andan juntos en la otra morada, el regreso.

05 de octubre 2010

martes, 2 de noviembre de 2010

Crema de esparragos.

Esta noche pedía sopa.  Las noches piden sopa, hay menos calor.

Busque una de las Campbell. Encontré una crema de espárragos. Inmediatamente vino mi tía Georgina a la escena.

Mi tía Georgina, al igual que Paquita, mi otra tía, pero de madre, no como Georgina  que era de parte de padre, no sabía cocinar, eso de cocinar cocinar, no.  Pero todos los viernes yo caía de paracaídas a cenar en su apartamento de la decima avenida, con primera del South West.

El menú no variaba mucho. Los bistecs más ricos del mundo, con su arroz y su sopa Campbell de espárragos o de green pea, creo que la sopa es la que variaba.

Ir  a cenar significaba comer la carne de la semana, solo esa noche, viernes y siempre viernes comía carne. Supongo que como se cobraba los fines de semana, pues ese era el día. Mi tía Georgina trabajaba en la lavandería a dos cuadras de la casa.

Ella y mi casi tía Adelaida fueron las que mandaron los dólares para que mi hermana y yo saliéramos de la isla y luego mis padres. Mi hermana se quedo a vivir con Adelaida en la playa, Miami Beach y yo en el South West con Georgina. Realmente debió ser al revés porque la debilidad de Georgina era mi hermana.

Cuando mis padres salieron tres meses después que nosotros pasaron por la playa, pero terminaron mudándose, mudándonos a dos cuadras de Georgina.  Mi primo Manolo y yo éramos como hermanos. Mi primer beso real a una chica, fue responsabilidad de Manolo, en el techo del hotel donde vivía Adelaida con una americanita pecosa que nos vio a los dos como buenos besadores, mi primo primero y yo después, el siempre  fue mas avivato que yo, yo era o soy mas mojigatoso.

Nos íbamos a pie hasta el downtown, doce cuadras de esas americanas, para hacerla más corta cantábamos a dúo, The Book Of Love o cualquiera de moda,  cuál de los dos más desafinados! Tomábamos  un bus por un dime hasta  la playa y caminábamos hasta Ocean Drive y la 6ta, a la playa, frente al hotel  de Adelaida con la excusa de ver a mi hermana, era verano.  Aun no había otras cosas en que pensar como el Directorio o la Juventud Católica.

Papa decidió que el que estaba en edad de estudiar  era yo, y por tanto, era yo quien debía ir los viernes donde mi tía, a comer carne y mi sopa de espárragos.  Pero no solo iba a comer, sino compartir con los otros muchachos y muchachas  del edificio, leer revista MAD, ojear algún Playboy clandestino,  escuchar la radio  WQAM, 560 en el dial de la AM, no había FM que yo recuerde. Siempre esperábamos las  11 p.m. para oír una canción, “good night my love, pleasent dreams…”  y nos íbamos a dormir. Era la época de Neil Sedaka, Paul Anka, Bobby Darin y otros  que nos hicieron suspirar.  

Todos estos recuerdos gracias a una lata de sopa,  claro,  de espárragos.

05 de octubre 2010

jueves, 28 de octubre de 2010

Caminar lloviendo.

Estaba lloviendo. Era solamente cruzar la calle, buscar lo que se necesitaba, y ya.

Busqué mi  sobretodo negro, una reliquia para mi, mi padre me la regaló días antes de yo dejarlos atrás. Me la regaló negra para que pegara con todo y suponía que así no iba a tener problemas con poder quedarme con ella.  Eso fue  un final de agosto, tenía 17 años. Desde  entonces  viaja conmigo, no lo dejo, ya se le ven los años, pero es demasiado fiel para dejarlo.

Abrí  la puerta  sobretodo en hombros.  Llovía bastante, me la abotoné con la mano izquierda, no sé por qué con la izquierda, pues esa mano solo me acompaña,  no le doy mucha función.

Bueno, salí  y  pensé que el sombrero que también me había regalado, se quedó en algún lugar. Supuse que sucede  como con las sombrillas, la dejas y se te olvida recogerla.  Era gris el sombrero, para el agua o la nieve, tipo Capone, por algo  estábamos en Chicago  cuando el Viejo  hizo el sacrificio de comprarme  todo lo necesario para ese viaje sin regreso aparente. Solo volví dos veces.  Cuando tuvo su segundo ataque al corazón y me quedé cuidándolo hasta que regresó a la casa,  y dos años maás  tarde  a darle el ultimo adiós a su cuerpo, pues a su espíritu nunca he tenido que decirle adiós, sino hasta ahorita.

Crucé la calle, el agua caía sobre mi cabeza, gentilmente, acariciándome y me trasladé a mi niñez. Mi mamá cuando llovía, me llamaba: "Chato!, vamos a caminar." Eso de chato es por mi nariz esbelta, aunque luego con el tiempo me di cuenta que era un mote de cariño que ella solo usaba con los seres varones, solo varones, que ella quería.  Mamá era medio machista.  Se ponía su capa y sacaba  la sombrilla, yo mi capa con su gorro.   Ambos nos poníamos  a caminar, no lejos, por la cuadra, alrededor de la manzana Lo importante era caminar en la lluvia, sentirla sobre uno, su frescor en la cara. Mamá, yucateca al fin, tenía su mayismo detrás de la oreja,  por eso la naturaleza le era importante, así como su chocolate caliente con su torta de maíz  o panetela de merienda.

Reviví ese momento, son de esas pocas cosas gratas de la vida, que quedan atrás, pero siguen ahí. Hace tiempo que mi mamá  y yo no nos comunicamos. Debe estar ocupada que no me llama. Su cuerpo está junto o arriba del de mi primer cuñado, Nino, realmente se llamaba Benigno, pero con ese nombre, mejor Nino. Mi hermana años más tarde valientemente volvió a casarse.

Pues  sí, ella está  o lo que queda de ella en un memorial donde se entierra en tierra y por razones de espacio, uno va encima del otro. Mamá murió segunda, después,  por eso está arriba, en  Miami, la nueva capital o quizás sea mejor decir la “meca” de nosotros los apátridas, que nunca dejamos de ser de esa isla lagarto incrustada en el  Caribe, pase lo que pase, suceda lo que suceda.

Ya estoy deseando que vuelva a llover y decirme a mí mismo, "Chato, vamos a caminar!"

04, octubre 2010

martes, 26 de octubre de 2010

Maravilloso Corazón. num 3

Uno se repite una y otra vez.   Entre esas repeticiones está el de que todas las mujeres Ruices mueren de cáncer y los varones  del Corazón.  Realmente no sé si es verdad, pero mi tía Lía, tía Georgina y de ultimo mi tía Elena murieron de cáncer.  Desagradable y triste forma de irse.

El papá de mi primo Manolito, que no es Ruiz,  murió del Corazón; Nino, que tampoco es Ruiz, murió de un ataque al Corazón,  mi tío Rafael, que si es Ruiz murió del corazón, y mi papá.  Sólo dos Ruices, pero con eso basta.

Yo me imagino a mi primo Manolo (quien no conoció realmente  a su padre) esperar con ansiedad la edad en que su papá murió, pensando que por esa misma fecha se iría de este mundo de un ataque al Corazón.  Pienso  que así hizo porque eso fue lo que yo hice.  Cuando cumplí los cincuenta empecé a esperar, en silencio, sin decir palabra.  Cuando pasaron  los cincuenta y tres, dije: pase la prueba! Eso no significa que descarte que me vaya al otro lado al igual que los Ruices, del Corazón. Que bueno seria eso!  Te imaginas, durmiendo, soñando y despiertas con tus seres queridos.

Me imagino a Italia, a mi mamá, a mi suegra Nana, recibiéndome.  Las mujeres recibiéndome.  Siempre he sido más conversador con las mujeres que con los hombres.  Los temas se me agotan con los hombres. No soy deportista, no hablo ni de golf, ni de baloncesto, ni de balompié ni de pelota.  No soy mujeriego así que no hay anécdota que contar, y si las hubiese se callan como todo un buen caballero, y las que he oído me dan lástima, pena, y hasta vergüenza.  Mi papá le dio un ataque, el primero, hablando de política y ya yo sé que ese tema no se toca, al menos  con los que piensan distinto a uno.  Los varones no hablan de religión, de los hijos, de  educar, de  platos para cocinar…  En el mejor de los casos lo que hago es preguntar mucho y así la conversación se me hace interesante de preguntas sobre temas  que nunca viví, ni viviré.

Mi papa murió un lunes, después de haber ido el sábado al cardiólogo, y este decirle que estaba perfecto.  Yo no creo en ir al médico, desde entonces.  Voy cuando no me queda más que ir o sufrir.

Mamá había ido al trabajo en la factoría y, como es usual entre nuestra familia, llamaba por teléfono para avisar que había llegado al trabajo.  No contestó.  La Gorda salió corriendo, menos mal que no resbaló en la nieve de ese primero de febrero.  Lo encontró tirado en el piso hacia el teléfono, brazo hacia el mismo, no pudo, no le dio tiempo.  El frío, el saber que ya había cumplido con su parte en la vida, yo recién me había casado el viernes, el caso es que el Corazón dejó de latir.  Se fue, luego regresó, pero ya es otro cuento.

De qué murió mi abuelo, no sé, yo me imagino que  del Corazón y lo añadí a la lista. De que murió mi tío Enrique, miliciano de la revolución,  no sé, nunca supe, no me interesó.  Vivía lejos de nosotros, en la otra esquina de la isla, no era muy comunicativo, no estudió, no creció como Rafael y mi Viejo, era miliciano y yo anti miliciano, no procreó (que yo sepa), se habrá casado?   Bueno, lo más es seguro que se murió como los Ruices, de un paro de ese musculo jodón, y lo añadimos a la lista.

Le achacamos al Corazón ser el portador del amor.  Cuando ya no podamos amar más, el nos dirá que es hora de partir, mientras tanto ahí está, dando golpes, a veces se siente, se enfada, se molesta y resuena, otras ni me acuerdo que esta ahí.  De todas formas, cuando ya no pueda amar el me tocará y dirá, vámonos, para qué  estamos aquí, ya estoy cansado de hacer mi trabajo, es maravilloso saber que así será, el me avisará y veré a mis mujeres esperándome al cruzar la luz, que maravilloso Corazón…maraviloso!

05 de octubre 2010