martes, 8 de febrero de 2011

IAN. Num 7

Estábamos viendo una película en el cine y nos fijamos en el nombre, IAN.  Nos gusto, era diferente. Corto. Luego lo unimos a HEINI que lo sacamos de una libreta de nombres que su mama tenia y combinados paso a ser  IAN HEINI   (yan jaini) al menos así lo pronunciamos nosotros desde el principio. Siempre se uso solo el primer nombre, IAN,  excepto cuando teníamos que llamar a “capitulo”, a corregir algo que entendíamos que no era correcto y ahí era “Yan Jaini”  que voceábamos.

El primero, el primogenito,  y como todo primero sufrió las consecuencias de la improvisación y del  celo.  Para desgracia de él coincidió esa época en que estudiaba Psicología Evolutiva  en la UCMM y empezaba en La Salle de Santiago  a dar Psicología por igual;  en aquella época se daba Filosofía un semestre y Psicología en el segundo. La combinación de los tres hechos conllevo a que me leía todo lo que entendía era prudente  leer para la educación de un hijo.

 Sé que trate de ser diferente a lo acostumbrado, máxime si estaba en Santiago.   Sé que choque con opiniones y con el medio, pero trate de que fuese  una educación lo más perfecta posible con mis medios y posibilidades. Educar a una persona es una responsabilidad y al menos  siempre he buscado hacer lo posible para que sea una  persona, libre e independiente, autónoma.

La idea de una habitación solo para él lo más rápido que fuese posible, el no cargar excepto para amamantar y trasladarlo de un sitio a otro, la no mecedora, una pizarra en la pared para que no ensuciase las otras paredes, la música suave desde que estuviese en el vientre, el dormirlo en su cama dándolo palmaditas en la nalga poniéndolo de lado con su almohada en la espalda, la mamila que no dañase los dientes y que recién salían al mercado y…

Para pasear había dos posibilidades o el coche sencillo que no le hiciese daño en la columna vertebral o el cargador tipo mochila que me lo ponía a la espalda y así “cargado”, pero  independiente,  caminaba  muy orondo con él, como  hacen los indios o  los esquimales por toda la calle Del Sol.

Una vez sucedió que no tenía con quien quedarse en la casa; yo tenía clases en la universidad, me lo lleve en el cargador, lo puse sobre un pupitre y  asistió a clases conmigo. No molesto, estuvo tranquilo.

En las clases hablaba de él  en clase  como lo máximo, lo ponía de ejemplo  con sus reacciones y  lo que se debía hacer o no en la educación de un ser humano.

El mismo se deshizo de la mamila, la tiro y ahí se quedo.  No uso el dedo, ni la esquina de la almohada, ni  la orilla del cuello de la camisa como muchos que he visto.  La dejo y punto.

Nunca se me olvidara el día en que debía que darle una medicina  recetada por el médico ya que estaba medio enfermo; él se negaba a tomarla.  Lloraba que no, yo que si y en una de esas, fuam, pa dentro!  Casi de inmediato se lleno de ronchas, hizo alergia.   Más nunca volví a insistir en dar una medicina a la brava.

No nos enseñan a ser padres,  imitamos de los nuestros, pero hay cosas como esas que no recordamos como fue.  Leemos, pero falta la práctica. Vamos haciendo camino y ellos son los conejillos de laboratorio, al menos el primero, ya los otros se salvaron de la novatada.

Estuvo en La Salle de Santiago lo más temprano que pude ponerlo, y como los de Educación Inicial  salían antes que los de bachillerato, subía al segundo piso y se sentaba a la puerta de la clase donde yo estuviese, por lo que todos los estudiantes le conocían por su nombre, Ian (yan).

Cuando decidí salir de Santiago el vino conmigo para la capital y pasamos  la crujía juntos. Estuvo en el Colegio Claret  por la cercanía de Los Prados donde vivíamos en casa de Juan Bautista Espaillat, y por la fecha en que vinimos en que ya no había muchas posibilidades de donde escoger.  La camiseta del uniforme amarillo le daba alergia por todo el cuello con el calor. Realmente no fue esa una buena experiencia.

 Al comenzar el nuevo años escolar  estuvo en La Salle por aquello de que veníamos de La Salle y pensaba que las Salles eran todas iguales de buenas. El autobús lo recogía y traía.  Lo cambie  al Instituto Yody  en el siguiente año escolar. Era más cerca de Intec donde yo trabajaba para aquel  entonces  y en aquella época el Yody   era un colegio rompiendo esquemas  en educación integral, de avanzada,  con la ventaja de que daban comida al medio día. Tenían las  tardes incluidas con diversas actividades y sala de tarea, esto todo  era muy conveniente para mí en aquellos momentos aunque costoso.  El   personal  académico era de primera.  En horas de la tarde profesores como Martha Beato, Iván García  en teatro y otros que ahora no recuerdo.  Termino’  la secundaria en el Loyola, también  por aquello de que el Loyola era el Loyola y la formación humanista religiosa de mis amigos  jesuitas.  Ya era un adolescente,  le era fácil ir al colegio a pie  desde su casa donde  vivía junto a su mama’ y hermana. 

Supongo que el haber sido el primero tiene sus cosas.  Espero no haber  sido  un buen teórico y un mal practico en eso de ser padre novatoso.

Cuando supe que Carlos Manuel  le había puesto a un hijo el nombre IAN me lleno de alegría aunque fuese coincidencia. Mas cuando Zobeida y Vitico le pusieron también IAN  a su hijo.  A veces uno se cree  que los nombres se ponen por cariño a uno y es por una película como fue el caso nuestro, o por una novela, o porque le gusto a alguien, un artista. Pero me lo creí. Yo tengo ese problemita, me lo creo.

Todos dicen que  IAN se parece a mí, el pobre!

14 de enero 2011

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