A veces me pongo en un lugar público a observar a las personas que van y vienen y siempre he llegado a la misma conclusión, ¡que fea es la humanidad! Uno va al extranjero, “a los países”, y empieza a buscar las féminas que aparecen en la TV, en el cine y no las encuentra, parece que las tienen guardadas. Cuando ve las noticias del día de por allá, es que se da uno cuenta que si, realmente las tienen guardadas porque uno solo ve gente de grandes proporciones abdominales, de trasero o de pecho, ¿y las caras?, no, no son las que uno ve en la pantalla.
Pero si vamos al zoológico eso no sucede, o al Aquarium, o al campo. Los animales son bellos, graciosos, de expresiones que uno quisiese comérselos. Un tigre, un puma, un león, un mono, una jirafa, un pavo real, una vaca, un chivo, un caballo, un cordero, que se yo, son bellos. Uno se deleita. Puede que los insectos no estén dentro de esa categoría, pero si vemos fotos ampliadas de estos, nos damos cuenta que si son bellos en su categoría. Hasta un ratón! Un pato, un sinsonte, un perico, un águila, un ave en general.
Si buscan un libro de animales fotografiados, ahí si hay!
Quizás por eso, siempre que he podido he tenido animales conmigo.
En la isla, en el patio diminuto de mi casa tenía una parte cercada para mis pollos. Me los regalaban pequeñitos y crecían conmigo, prohibido comérselos. Tenían nombre y cuando un animal tiene nombre no es para uso de la cocina.
Les enseñaba a bajar y subir escaleras;y algunos me seguían y por eso, algún que otro se ahogaba en el inodoro al lado de mi cuarto. Siempre los enterraba en mi jardín, tenía un aparte donde sembraba hojas de tilo, ají habanero, y tomates sherry. Debajo de la ventana del cuarto de mi hermana hice un cantero y ahí también sembraba. Por cierto, ahí deje enterrado unas monedas de USA antes de salir de la isla, supongo que las encontraron. No me atreví a preguntar cuando visitamos la casa en el 95.
En el patio tuve un gallo malayo precioso, negro con plumas doradas. Le tenían miedo por sus espuelas, pero no yo, el comía de mi mano. Un día yo de mentecato, como diría mi tía Paquito, lo empecé a molestar y ahí el abrió sus alas y se cuadro, para allá voy y se lanzo. Me sorprendí y grite, y mi gallo fue llevado a una pollera distante a pesar de lo mucho que yo explique. Los fin de semana iba a verlo, lo llamaba y ahí venia, estábamos un rato juntos hasta un día en que no volvió a salir. Excusa una, excusa dos, pero parece que lo mataron, por eso de las espuelas y su bravura. Llore amargamente mi gallo, la culpa había sido mía. A cambio me dieron una gallina amarilla con un fondillo precioso lleno de plumas blancas. Ponía sus huevos todos los días y era cariñosa, pero mi gallo negro con plumas doradas no se comparaba.
Mi hermana tuvo un perro, Tito, pero yo no lo conocí, tengo la imagen que era blanco con manchas negras. Yo tuve un gato negro. Me lo dieron hecho una bolita de pelo obscuro y le llamé “osito”. Dormía conmigo, se encaramaba en el techo del mosquitero usándolo como una hamaca. Le puse un cascabel para saber donde andaba. Lo llamaba y venia corriendo con su cascabel sonando desde algún lugar del barrio. Después que salimos de la isla dejo de comer y un día mientras mama’ estaba lavando, la ropa en el patio, fue donde ella, le pasó su cuerpo o su lomo erguido por las piernas, ronroneó y se acostó. Ahí quedo, mama’ lo enterró en mi parte del jardín.
En su honor le puse el nombre de “oso” a un perro medio realengo que tuve en la Zurza. Un vecino medio rápido le dio un golpe en la columna vertebral al regresar a su casa en su carro. Lo tuvimos que dormir, aun recuerdo su mirada fija en mis ojos mientras lo acariciaba y él se iba. Parecía que se despedía
Ya en el Distrito tuvimos peces, pericos. Nunca fui bueno con los pericos, no me duraban. Los peces ya era otra cosa. El que más duro, fue el “Rey”, un pececito dorado del tamaño de una falange del dedo cuando lo compre y que luego era como de un puño. Cuando le iba a dar su comida, el subía y se la daba en la boca. Un día amaneció flotando, murió por un error mío al limpiar la pecera. Hubo duelo en mi casa, lo enterramos en el jardín.
Jorge Armando se atojo de un perro. El lo escogió, lo separo’ y llego a la casa cuando el estaba en Santiago en un campamento. Italia lo recibió, lo cargo’ y se volvió loca con él desde entonces. Toby y ella quedaron sellados el uno con el otro. Ella lo consentía y yo lo educaba. Gruñón, mordedor de zapatos cuando la gente de espaldas se iba al salir por la puerta que daba a la calle. Dormía al lado de Italia y no se movía cuando ella no estaba bien, no la dejaba, de lo contrario dormía en una esquina y me despertaba cuando necesitaba “ir al baño”.
A Jorge Armando, Alejandro de Los Santos le regalo’ un gato que cuando llego’ tenia la carita igual que un niño del colegio, Nicolás, y con ese nombre se quedo’. Creció, hermoso, de noche se iba y cuando yo abría la ventana de cristal del piso de arriba entraba, saludaba a Toby hocico con hocico, me saludaba a mí acariciándome con su cuerpo, bebía agua y se acostaba a mi lado mientras yo leía el periódico y tomaba mi café antes de irme al trabajo, del otro lado se acostaba Toby, uno a cada lado. En una ocasión cuando llegábamos de noche vimos a Nicolás acostado en el muro de afuera, junto al portón y debajo una manada de gatos, ahí supimos que Nicolás era realmente NICOLE.
Cuando Nicole paria, dos veces lo hizo, unos gatos preciosos, solo a mí me dejaba entrar la mano en su escondite y ver a su prole. Nicole se nos fue, al igual que todos sus hijos que siempre quedaron en la casa, un día, no regreso’. Ya sus hijos se habían desaparecido uno a uno a medida que las construcciones de los edificios de Piantini empezaban. Los trabajadores extranjeros parece que pensaban que eran conejos. Nicole desapareció justo después de su segundo parto, tuve que llevar sus seis hijitos a la veterinaria para que alguien los cuidara, yo no podía amamantarlos, darles calor y demás.
Toby tuvo su hermanita, Lulú a quien el adoraba. Lulú vivió más que Toby junto a Amelia. Toby murió una noche mientras comíamos pechuginas de Kentucky, el las adoraba. Pienso que le di de más, ya tenía unos 14 años, su corazón se cansaba. Últimamente tenía que cargarlo para subir y bajar escaleras para “ir al baño”, el no podía solo. Bueno, cuando nos dimos cuenta de que Toby no se movía llame a Claudia, la vet, histérico, ya era tarde. Lo pusimos en una caja, con su toalla y mucho hielo y ahí durmió su última noche con nosotros. Al otro día lo enterramos en el patio. Quedo’ un silencio en la casa, una ausencia! Toby era uno de los grandes amores de Italia, su compañero inseparable.
Cuando Jorge Armando se caso’, Ariel, el primo, le trajo a Italia un yorky. Ella le puso de nombre TOM por aquello de Tom Cruise, Tom Hanks, Tom Jones. Tom hacia lo mismo que Toby, no la dejaba sola, dormía a su lado y también me despertaba para ir al patio. El día que Italia murió me dicen que Tom ladro’ mucho mirando frente a la mesa de noche de Italia, yo no lo vi. Cuando Italia cumplió los siete meses me hizo lo mismo mirando hacia el librero de mi cuarto actual. Tom hoy es la herencia que Italia me dejo’, mi compañero, mi sombra.
24 de enero 2011
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