Cuando llegan a tu mente imágenes de un pasado remoto,
sin estar uno pensando en algo ni cercano, me
detiene a analizar qué más hay detrás de ese pensamiento archivado y
recóndito.
Hoy, de pronto,
me vino la imagen del día de mi graduación
de high school en Belén, Miami. Tengo recuerdos físicos de ese día, pues en el
periódico Las Américas publicaron precisamente una foto mía recogiendo el título
de manos del obispo. Si no fuese por eso no habría recuerdo alguno, ni en mi
mente, pensaba yo.
Ese día fui solo a la graduación, mi familia toda
estaba en Chicago. Cuando terminó, todos
fueron a sus casas, pero yo solo fui a quitarme la ropa y salí a
caminar. Nadie pensó que yo no tenía donde festejar al mediodía, y así fue, no
tenía. Caminé hasta cansarme y regresé.
Puede que la relación viene porque Luis, amigo de
adolescencia después de 55 años se comunica conmigo, y chateamos. Lo propio me sucedió con Herminio Dominguez en Santiago hace poco. Puede que
porque Ricardín me escribe amplio en el día de hoy por igual. Puede porque terminé de leer el
libro Friday donde se plantea todo un libro sobre la soledad de Robinson Crusoe
en sus 28 años en la isla Esperanza. Puede porque estoy solo sin hacer nada y
estoy cansado de hacer lo que siempre hago, no estoy aburrido, sino cansado de hacer
lo mismo.
Interesante cómo una amistad iniciada desde los 3 o 4
años de edad, desaparezca por 55 años de contacto y regrese como si fuese ayer,
que es el caso de Luis. Por otro lado la de amistad con Ricardo, y desde
hace 56 años se siga manteniendo y respetando, donde los que me rodean saben
que si ando con él, ando con él y no hay que preguntar o estar detrás, se paran
las aguas.
Esto de la relación escogida, y no por lazo familiar es un misterio, puede que sea más
profunda que una misma relación familiar dada, sin DNA solamente en su proceso.
Esa graduación casi la tenía borrada de mi resquicio
gris, cómo fui, cómo llegué, Sé que era en la iglesia del Gesú, ¿Habré ido en
bus? Sé que fue antes del medio día. No recuerdo a mi tía Georgina ni a mi
primo presentes. Sé que en la noche hicimos algo en el apartamento, pues
recuerdo haber avisado a los vecinos que si oían bulla fueron comprensivos porque
era mi graduación. Recuerdo cierta
sensación de desasosiego al terminar la ceremonia, ¿y ahora qué?
Pienso que realmente empecé a comparar, sin darme cuenta,
la isla Esperanza con mi cueva. La belleza de la soledad y tu necesidad de
integrarte a la naturaleza viva. La normatización de la cueva para ti mismo, tú
ere el único viviendo en ella, pero hay normas y las cumples. De manera sutil
logras que los demás las cumplan.
Empiezo a analizar que incluso ante la posibilidad de
regresar a la civilización y estar con otros, o estar en Esperanza, la isla, aislado,
yo, haría lo mismo que Robinson, regreso a la isla, valoro más mi cueva, mi
estar conmigo mismo. En el fondo, he encarnado
por días, horas el personaje, R. Crusoe Ruiz. Y de paso, brota en mí
pensar, precisamente mi último acto comunitario, en sociedad, en La Florida, la graduación de secundaria.
6 de noviembre 2017