Algo me dice que tenía doce o trece años cuando mi amigo de la cuadra, Luis Iglesias, hoy médico en el país de sus padres, España, me invitó a que lo acompañase en las noches a la Escuela para Obreros que había en el Colegio de Belén de la Habana que si no me equivoco dirigía el Padre Arango de la Juventud Obrera Católica, JOC.
Luis vivía en la casa justo en frente de la mía y entre el edificio azul de Mary Tere y la inmensa casa de La Princesa. La Princesa era una princesa italiana quien poseía en Camagüey una finca de naranjas y sus naranjas se vendían en el mercado con un sellito morado azuloso que decía, La Princesa. Hoy esa casona es la sede de la milicia en la zona.
Yo no era de Belén sino de una escuela norte americana, de varones y hembras, sin ninguna educación religiosa inlcuida, el término Dios no lo recuerdo en la escuela. De mañana nos enseñaban todo en inglés incluyendo su cultura, Memorial Day y sus tulipanes, Thanksgiving y sus pavos, Santa Claus y las canciones de trineo y nieve, y otras cosas que ahora no vienen, no surgen. De tarde teníamos todo en español después de ir a la casa a almorzar. Sinceramente, en el colegio me enseñaron a amar a Martí, la patria, honrar la bandera, ser y estar orgulloso de haber nacido en la isla. Parece una contradicción y lo es, pero funcionó, soy medio agringado en mis gustos, y extremadamente isleño.
Como ya saben, no era de Belén por lo que necesitaba la invitación a asistir a la actividad nocturna y luego me quedé dando clases a los obreros en horas de la noche, tres veces a la semana, a ser parte de la escuela gratuita. Para mis padres eso era todo un orgullo de que me dedicase a esta actividad. La verdad es que la gente del Belén a mi no me caían, cuando pasaba la guagua siempre era un escándalo, como estudiaban varones solos se comportaban como estúpidos al pasar frente a mi casa si estaban las muchachas del barrio, pues ellas todas se juntaban siempre en casa. Es que mi casa era miel para todo el mundo, puede que mi mamá tuviese algo que ver con eso. Todas las amigas de mi hermana iban allá y se juntaban en la escalera y todos mis amigos se juntaban también allá pero en el garaje, e incluso todas las bicicletas del barrio se guardaban en el garaje de casa. Ese era el centro de operaciones de todos nosotros. Fui a ese enorme colegio varias veces a películas, kermeses y cosas así siempre con mi amigo Luis, Luisito.
Luisito es responsable de lo poco o mucho que hice para mi edad en materia de contra revolución en la Habana con el Directorio Revolucionario Estudiantil, DRE. Yo estaba en 9no curso y fui delegado de la organización en mi colegio hasta la toma por parte del Estado del mismo. Mis padres no sabían de esto, pero sospechaban algo, según me dijeron más tarde.
Mi amigo Luis también fue responsable de otra actividad en la cual participé en el 60, tendría 13 años. Hacía falta personas para el comité de orden de una manifestación religiosa, anti gobierno en el fondo, el 8 de septiembre, Virgen de la Caridad del Cobre. Mis padres para esas cosas nunca decían que no mas si era un acto religioso con Boza Masvidal, el obispo quien criticaba abiertamente al nuevo gobierno. Fuimos a la catedral de la Habana a la hora acordada, nos dieron brazalete o distintivo. Mi función era caminar agarrado de brazos con otros a los lados cerrando el paso y siempre mirando hacia la procesión frente a la virgen y caminar de lado por las calles de la Habana Vieja. Todo fue bien hasta que detrás de mi sentí los pasos de botas y más botas. Tra,tra,tra,tra. Luego sentir que alguien respiraba detrás, lo sentí en la nuca, y un crac.crac al fusil, me imagino, o la sobaron o le pusieron la bayoneta, yo no miré para atrás, ni de juego iba a mirar. Sé que apreté en ese momento los brazos de los dos compañeros a mi lado, me apreté yo también.
Ahora, ese ruidito de las botas y ese crac del fusil, eso, no cabe duda quedó en una de mis neuronas bien grabado. La procesión terminó felizmente, se congregó una multitud inmensa. Boza Masvidal fue invitado a salir del país más tarde y dando tumbos llego a CARACAS con el cual trabaje los domingos y nos juntamos hasta en Los Teques, pero eso es otra historia. Guardo un cuadro de San Jorge que Boza me regaló junto al P. Jorge Cuenca en un día de Pentecostés.
Mi amigo Luis es también el responsable de que yo me pusiese en contacto con el colegio Belén de Miami. No había abierto, iba a abrir ese año del 61 a raíz de la salida de la isla de todos los jesuitas, yo no lo sabía aún. Recién habíamos llegado a Miami. Luis me escribió y me pidió de favor que fuese a ver al padre Rippoll el cual vivía en White Hall en Brickel con los muchachos de Peter Pan. Fui solo en autobús. Mis padres aún no habían llegado a Miami. El padre estaba enfermo por tomar polvo de lavar en lugar de azúcar en la leche y lo llevaron al Mercy Hospital y hasta allá fui y lo visité, de atrevido yo. A la segunda vez que fui a visitarle, él mismo me propuso que en lugar de ir a Miami High donde se suponía me tocaba ir a estudiar fuese a Belén. Yo no tenía dinero, mis padres no estaban, él me dijo que eso no era problema. Me mandó a la Iglesia del Gesú a hablar con el Padre Arroyo el cual me hizo un examen en ingles de números y vocales y ya, fui aceptado en el Jesuit Preparatory School, alias Belén de Miami en el segundo piso del Gesú. En el Jesuit Prep. hice los tres últimos años de secundaria, ahí fui dirigente de la JEC, Juventud Estudiantil Católica a nivel de la ciudad, ahí conocí a Ricardin, y ahí me empaté de nuevo con el DRE, el Directorio Revolucionario Estudiantil, también ahí me conquistaron y pase a vivir a Dominicana en Haina, años más tarde.
Fíjénse todo lo que sucedió por hacerle caso a la carta de Luis al Padre Rippoll, coincidencias!?
En Belén limpiaba el colegio a la salida para pagar mis libros y estudios, como también repartía la comida en la cafetería para poder pagar mi lunch. Ellos me dieron y yo puse de mi lo que podía, un buen intercambio a mi favor.
La formación del colegio era muy, pero muy superior a la del resto de las escuelas de Miami en aquella época. Teníamos excelentes profesores, cubanos y norteamericanos que vinieron de distintas partes a trabajar con nosotros. Mi orientador espiritual era el Padre Federico Arvesú, éste se encargó de hacerme una pila de test sicológicos y que se yo, para poder entrar al noviciado de Haina. Se supone que para ser jesuita uno debe ser un poco más que los demás, bueno, eso nos lo daban a entender, y nos lo creíamos.
Un 7 de septiembre de 1964 llegamos a Santo Domingo de Guzmán para fundar el 8 de septiembre, el de la Caridad, Manresa Loyola en Haina. Luego vino la revuelta de abril, el trabajo en los hospitales, el estar en el Hospital P. Billini mientras Wessin ametrallaba la ciudad, el recibir a los americanos que entraban por la playa de Haina que ellos llamaron Red Beach y nosotros nos bañábamos en ese momento en ella. Vino el trabajar en el proceso de elaboración de los primeros helados Manresa, para poder nosotros comer, dada la situación del momento, se cambiaban los helados por comida de la US Army. Iniciamos un proceso de revolución musical religiosa con Eduardo de Zayas, y salimos a vender casa por casa un disco 45 que grabamos en Radio Televisión Dominicana. Ayudamos a llevar agua al barrio. Fundé el club cultural 24 de abril en el Km 12 de la Carretera Sánchez, pienso que el primer club cultural del país. Cosas curiosas de la vida, estuve un tiempo acompañando al P. Arango, el de la JOC, en sus visitas a distintas partes de la ciudad, la que más recuerdo fue el haber ido al Palacio de la Policía por alguien.
A los dos años, en el 66, fuimos A Venezuela, Los Teques donde estudiamos “estudios clásicos” e hicimos historia. Después de dos años regresamos, pero a Santiago de los Caballeros para fundar al lado de la UCMM el centro Belllarminio. Pasamos a estudiar filosofía en la universidad.
Estuve 5 años dentro de la Compañía de Jesús. San Ignacio de Loyola le llamaba la mínima, yo aun le digo así, la mínima. Cuando salí de la mínima me quedé en Santiago, en una pensión, la de Doña Ninín vda. Grullón, en la Eladio Victoria.
Pensándolo bien, quizás yo debí haber llamado a este escrito, mi amigo Luis, después de todo el es el responsable de yo estar aquí.
12 de noviembre 2010