El
amor es como un imán. Uno no sabe por qué, pero de pronto se siente atraído o rechaza al otro ser que está cerca.
Cual imán, desea acercarse a esa persona que sin uno entender, emana señales de humos positivas y de atracción.
Será
algo físico, la sonrisa, su forma de vestir, su personalidad, no sabemos. Sólo
sentimos la fuerza que nos acerca y si no lo hacemos, tomamos ese momento cual
fotografía instantánea y la archivamos inexplicablemente en nuestro cerebro.
No
importa el sexo o la edad de la persona atraída. Su magnetismo nos llevó o nos
hizo guardar ese instante o flash. Luego, en otra ocasión resurge la imagen de
la persona archivada y con más fuerza nos preguntamos, ¿pero por qué este
hombre o mujer tiene tal fuerza de imán que nos hace no pasarlo desapercibido?
Así
como hay la atracción también se da el rechazo.
Sentimos una carga negativa imposible de aceptar e inexplicablemente o
viramos la espalda o no recordamos haber visto a esa persona, y si la recordamos, un desagradable sentimiento nos invade.
Hay
personas a las que hemos idealizado en nuestros sueños y que sorpresivamente se hacen realidad cuando las
vemos. De todos modos hablamos del amor. De ese sentimiento que funciona entre seres
que se atraen sin explicárselo y que va desde una amistad sincera hasta un enamoramiento
profundo.
A
veces nos preguntamos por qué elegimos como amiga a determinada persona y no a
otra. Nuestro corazón siente la fuerza de la energía de atracción positiva y la
negativa que nos hace rechazar a aquél que nos desagrada.
Hay
veces que nos nublamos y escondemos nuestro "imán" y así ni lanzamos
energía, pero tampoco Ia recogemos. Nuestra sintonía permanece dirigida hacia nosotros
mismos, se queda replegada.
En
otras ocasiones todo indica que nos hemos levantado después de haber lanzado
nuestro satélite personal de comunicación y recibimos y transmitimos sin esperarlo,
sin pensarlo. Aprovechemos esos momentos.
NOTA: Publicado en La Tarde Alegre , Sábado 13 de Febrero de 1993
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