Ahora que andamos cambiando de sitio me viene a la
mente como uno con el tiempo se va
acomodando y sin darse cuenta llena un edificio de cosas que considera que debe
guardar y bota lentamente al basurero dos edificios completos más. Optamos por
quedarnos con un tercio de lo que había cuando uno comenzó a empaquetar o a
encajar, pues es en cajas que van.
Sé que cuando nací viví en un barrio llamado La Sierra
y antes de ir a la escuela nos mudamos para el reparto Kohly en el municipio de
Marianao, cerca del barrio Almendares. No recuerdo esa mudanza, era muy
peque.
En Kohly vivimos todos juntos hasta que mis padres decidieron que mi
hermana y yo debíamos emigrar. Solo cabía una maleta que era fea, de cartón, de
las viejas-viejas, pero esa era la que había. Cupo mi ropa y como el traje lo
llevaba puesto quedaba espacio. En la maleta iban los papeles del colegio, calificaciones,
acta de nacimiento, los recuerdos de mi primera comunión como el rosario, el
misal nacarado, los guantes blancos, la tira del hombro; no fui yo quien puso eso en el equipaje; y también
estaba mi imagen en papel con su
marco simple y su cristal de mi Lupe,
esa si la puse yo.
En otras ocasiones ya he contado que al llegar a Miami
mi maleta no llegó por lo que estuve tres semanas lavando y secando lo puesto, y ya con mi primer trabajo de pintor de brocha muy
gorda, compré algo de ropa.
Cuando me fui a Chicago donde mis padres, después de
haberme graduado de secundaria, todo cabía en una maleta, la
misma fea, y vieja
Ese mismo año, 1964, regresé a Miami para luego venir a
Haina, a Manresa Loyola. Me habían
dado una lista de la ropa que debía
traer, no más, solo esa y mi padre echó un fiado grande en la tienda cerca de
la casa y compró todo nuevo, eran pocas cosas, pero todo nuevo. Mamá se encargó de
ponerle mi nombre en unas tiras impresas y se cosían para que no se
confundiesen en la lavandería luego más tarde. Ahí mi padre me compró un
“overcoat” para la lluvia, de color negro,
como el del cura en El Exorcista. Todo cabía en mi maleta y sobraba. El traje
se quedó, ya no se usaría, pero mi virgencita sí me acompaño, lo de la primera
comunión mi mamá se quedó con ello .
Al nosotros en septiembre de ese año venir para la República, mi maleta
vieja y fea, supongo la escogieron por eso, fue llenada de hélices, y piezas
para las lanchas rápidas que el Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE)
tenía aquí en el país para su excursiones “revolucionarias” a la isla. Al llegar a Caucedo, el aeropuerto, mi maleta
fue incautada con todo y dejé de saber de ella para siempre. Ese todo pasó a
manos de nuestros compañeros del DRE que nos esperaban dentro de aduanas y de
paso les dimos los relojes de bajo agua que teníamos todos en nuestras muñecas.
Hicimos contrabando, simplemente, no tiene otro nombre, contrabando por una
causa revolucionaria, digo, contrarrevolucionaria.
En el próximo viaje fue hacia Los Teques, estado
Miranda, Venezuela. No sé cómo me dieron una maleta nueva para mí aunque usada con anterioridad. Todo cupo, lo único
nuevo fueron las sotanas blancas y las negras, porque allá se usaban negras, qué
horror!. Mi “overcoat” fue conmigo y mi Lupe. Todo en un solo bag.
A los dos años regresamos en barco, pero todo regresó.
Qué bien hizo mi padre en comprar todo nuevo, porque duro y duro. Pienso que
solo se añadió un cuadro que Oscar Cañizares me había dejado en lo que sería mi
cuarto; era de “Fe y Alegría”, ahí conocí a esa organización. La foto era de
un niño jalando del pecho de su madre, de un seno seco y arrugado, asumí que era
de África, hoy día lo dudo, pienso que hay más senos secos y arrugados en el
mundo y no solo en ese continente. También vinieron conmigo algunas cosas del
grupo de estudiantes de la FEUV que habíamos fundado en Los Teques Tom LLuberes,. Ricardin Rubiales, Mario
Dávalos y yo.; eramos cuatro.
Llegamos a Santiago de los Caballeros con una maleta y
luego cuando me mudé ya no jesuita, donde Doña Ninín en la Eladio Victoria nada
varió, solo no había sotanas dentro, luego quedó espacio.
Visité a ms padres, pero era con un bulto, no vaya a
ser que me convencieran a quedarme con ellos
y luego me casé.
Papá murió nosotros regresando del este en plena luna
de miel así que fue coger otro bulto e
irnos a Chicago a decirle adiós físicamente. Como nevaba, Nino, mi cuñado, nos
esperaba en el aeropuerto con abrigos que luego dejamos al regresar. Antes nos
dimos a la tarea de desmantelar el apartamento, que significa: esto se regala,
esto se bota, esto se queda, esto se guarda, y esto me lo llevo. Me traje
algunas cosas de mi padre que aún conservo; cosas de oficina, un cuadro-retrato que le
había dado de Jesús según la sabana de Turin y un calzador de metal que aun uso todos los días.
Cuando salí de Santiago para Santo Domingo pienso que
ya era más de una maleta, caja de libros, discos, papeles. Y a empezar a
comprar muebles, lo primero fue una cama y lo segundo una mesa de
comer, lo tercero la nevera.
Al volver a casar, la mudanza ya fue un poco más
grande, incluía por primera vez en mi vida, muebles y matas de decoración. Más
libros, más papeles. Esos fueron mis primeros 32 años de vida.
Los 30 años después no se imaginan la cantidad de
cosas que uno guarda y no sabe qué hacer al momento de mudar. En ese tiempo hicimos cinco mudanzas, dos antes de tener hábitat propio, y dos después de dejar el hábitat
propio.
Ahora ya tengo tres años por acá, a lo que llamo el
barrio, y aunque mucho se quedó, se
regaló, se donó, se vendió, se botó, aun
hay demasiado , y no sé cómo me hice tanto tiempo de mi vida con un solo
equipaje, con una sola maleta fea y vieja.
Aun están
conmigo mi Lupe ya vieja y por romperse sin el cristal, ya tiene 60 años
conmigo; mi ”overcoat”, negro que uso cuando llueve y en su época me decían
Barnabas Collins ,50 años conmigo; los
adornos del escritorio de mi padre, y el rostro de Jesús, cuarenta años conmigo;
y
los recuerdos de mi primera comunión, de mi graduación de 7mo curso, los
álbumes de Belén de Miami y los papeles del colegio en La Habana
Aun no he visto
la razón de botar, o regalar nada de lo anterior, cosas de los que nos quedamos
sin patria, sin tierra, que necesitamos aferrarnos a algo de vez en cuando.
Pienso yo, no sé, o cosas de mayores de edad o las dos cosas juntas.
Ahora cuando vuelva a emigrar de hábitat iré con una
maleta y un poco más lleno de papeles. Sin libros porque ya fueron regalados,
donados. Sin discos LP y de 45 revoluciones porque ya
no se usan. Sin los VHS porque nadie ya los ve y cogen hongos. Todo lo otro se
guardará en cajas y cajas y algunos muebles, y algunos cuadros y algunos
adornos, pero todo se guardará. Cuando venga el momento, serán reutilizados o
tendrán un nuevo dueño, eso lo determinará el “destino”, dios o quien decida
por mí de qué es lo que viene.
Volvemos a los orígenes, una maleta que también es fea
y vieja porque no es de las metálica y cerrada total, es de las negras de tela que se han convertido por
su uso en viejas y feas. Esas si han viajado y recibido golpes por todos lados en los aeropuertos; todos son iguales en maltratar y lanzar las pobres maletas.
Así como empecé en cuanto a equipaje se refiere, así andaré. Lo inicial, ahora se hace actual. Claro Lupe y mi “overcoat” vienen conmigo. . Lo otro se
encajó
Te reitero que para mi este articulo es demasiado bello, sentido, comparto lo vivido por ti ahora que también migre... Eso que dices es sencillamente parte del circulo de la vida, que a todos (de una manera u otra) nos ha tocado vivir.
ResponderEliminarNo hay duda, Lupita nunca lo ha dejado solo, y nunca lo hará. Papa Dios HOY le dice: "Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia". Jeremias 31:3
ResponderEliminarDeje que papa Dios sea su norte, su guía, su columna, y que algún dia tome la decisión de que El sea el centro de su vida, porque cuando logramos esto, lo demàs llega por añadidura.
Fe, esperanza y caridad.
SONRÍA y decida contagiar al mundo con ella :)
Lo quiero mucho Don Jorge.